«¡Señor, sálvame!»

Es de pensar que al leer el título cada uno habrá podido identificar de quien son esas palabras y en qué circunstancias fueron dichas; pero por las dudas aclaramos: es el mismo Pedro, hundiéndose en las aguas del lago Tiberíades (cf. Mt 14,30). Y me parece que estas palabras son de algún modo la oración perenne, el grito constante, la súplica reiterada, el gemido inenarrable del Espíritu en nosotros… lo que está siempre en el fondo del alma cuando miramos la Eucaristía y cuando nosotros sacerdotes la sostenemos en nuestras manos en cada Santa Misa; es la letanía que subyace…

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San Ignacio y la penitencia II: La interna, después de Manresa

Continuamos con el último post en que hablábamos del Santo de Loyola y su vida de penitente desde su conversión hasta el tiempo que estuvo en Manresa[1]. Primero que nada, recordemos una vez más la importancia trascendental de la penitencia interna, de la que hablaremos en esta entrada. La Vulgata, edición latina “oficial” de la Biblia, la equipara a la conversión: “Si no os convertís[2] (en latín: “si no hacéis penitencia”) todos igualmente pereceréis” (Lc 13,3). Es que, como dirá San Juan Pablo II: “La conversión exige la convicción del pecado”[3]. Es por esto que en todos los santos –no solamente…

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El medidor de nuestra humildad

Dios, en su infinita benevolencia, dada la dificultad para conocer, discernir e interpretar nuestro mundo interior, nos ha dejado ciertos medidores para poder testear de una manera más fácil cómo vamos en nuestro caminar hacia la Patria. Uno de ellos es el medidor de nuestro amor para con el mismo Dios. ¿Cómo podemos saber si es cierto que lo amamos o no? ¿Cómo descubrir si es real lo que siente el corazón o lo que le decimos en la oración? He aquí el test: Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque…

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Señor… no pides mucho

Sería faltar a la verdad, pensar Señor, que es mucho lo que nos pides. No cabe tal idea cuando vemos que cada partícula de nuestro ser viene de ti y que, amorosamente, nos has creado y mantienes en la existencia. Parecería que no te damos más que lo que te pertenece. No podemos mantener tal afirmación, cuando por estas naderías que reclamas, nos ofreces en recompensa un Cielo donde, lo incalculable de la alegría, lo mide tu eterna e infinita beatitud. Qué mal negocio haríamos en perder lo sempiterno por bagatelas. Menos parece sostenible tal sentencia, cuando, para salvarnos del…

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La fuerza de la debilidad

“El poder de Dios que salva”[1] como llamaba Juan Pablo II al Evangelio, ese mensaje que los ángeles ansían contemplar (1Pe 1,12), está plagado de paradojas, o sea, de aparentes contradicciones. Y esto es así porque el Evangelio es la expresión más sublime de la sabiduría Divina, que a tal punto supera la nuestra que parece contradecirla; de ahí aquel, también paradójico, destruiré la sabiduría de los sabios, e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes (1Cor 1,19). “En el Evangelio está contenida una fundamental paradoja: para encontrar la vida, hay que perder la vida; para nacer, hay que morir; para…

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¡Ay del solo!

En un post de principio de año[1], hablando de las cosas que enseña la montaña, destacábamos lo que ayudan esos ámbitos para valorar el trabajo en equipo y, aplicándolo a la vida del alma, decíamos: “No hay ninguna duda de que cierta soledad es necesaria para la vida de oración y de intensa unión con Dios, pero ‘cierta soledad’, porque la soledad total reviste peligros difíciles de superar. Por algo dice la Escritura ¡ay del solo! (Ecc 4,10): en la vida intelectual por ser enseñados, en las decisiones por ser aconsejados, en la prudencia por aprender de lo experimentado por…

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¿Qué nos distingue de ellos?

Muchas veces he pensado y repensado cuáles son las cosas –o mejor cual es la cosa: virtud, actitud, etc.– que nos distingue de los santos, de aquellos ¡hombres de los que no era digno el mundo! (Heb 11, 38). A ellos tenemos que imitar y tener siempre como referentes. Comenzando la Cuaresma, tiempo especial de conversión –o sea tiempo especial de búsqueda de la santidad–, fijar más la mirada en ellos es casi una necesidad; teniendo en cuenta aquello de que “los santos no son los que nunca cayeron, sino los que siempre se levantaron”[1]. Buscando entonces “lo distinto”, he…

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