¡Bendita bombarda!

Aquel francés que hace 500 años, el 20 de mayo de 1521, cargara lo que se conoce como el arma de fuego portátil más antigua, la bombarda, nada pudo imaginar la trascendencia de lo que estaba haciendo. Quien recibiera ese tiro de cañón, un tal Iñigo de Loyola, hablando en tercera persona, así lo relata en su autobiografía: “…y después de durar un buen rato la batería, le acertó a él una bombarda en una pierna, quebrándosela toda; y porque la pelota pasó por entrambas las piernas, también la otra fue mal herida”[1]. Toda Pamplona estaba ya en manos de…

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