La Felicidad ¿Medible por la ciencia? ¿Una decisión?

Reflexionemos sobre la importancia de la alegría del cristiano, y más tratándose del tiempo de Pascua. Cristo Resucitado nos acompaña en este tiempo, aprovechemos estos días que quedan y reflexionemos sobre la gran verdad de la alegría que tenemos que tener por conocer al Señor, por ser cristianos, por tener fe. Todos tenemos un deseo grandísimo de felicidad. No podemos evitarlo. Es algo ínsito, de lo más profundo de nuestra alma. No hay ser humano que pise esta tierra que no quiera ser feliz. Por eso ésto ha sido objeto de investigaciones, filosofías, libros, reflexiones.   El último fin: Santo…

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Servidor de nuestra fe y de nuestra alegría

  Así se presentó el Papa en la primera homilía de asunción de su pontificado. Hablaremos de esto y algunas cosas más que dijo en estos pocos días, tan ricos en doctrina que nos pueden ayudar a perseverar y a seguir creciendo en nuestra vida espiritual. Hablaremos de varios temas a los que ha hecho referencia el sumo pontífice: la unidad, el amor, el apostolado, las vocaciones, la paz, la justicia.   Confirmar la fe «Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y temblor, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de vuestra fe y…

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¿Qué sería de nosotros sin Jesús?

Antes de ayer me operaron… nada grave y todo salió muy bien, pero fue mi primera vez en un quirófano, mi primera anestesia total… y eso da cierto respeto. Un conocido me decía que le gusta ir al hospital –cosa que no había escuchado jamás en mi vida– no por el sufrimiento que puede observarse allí sino porque le recuerda la debilidad del hombre. Y efectivamente eso es así, podríamos decir que, así como la muerte nos “empareja” a todos, así también lo hace un hospital, una operación: todos sentimos cuán débiles somos. Repito que la operación no era grave,…

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«Al mal tiempo…

…buena cara”. Este, como tantos otros dichos, es una muestra de sabiduría popular y me parece que es una manera más coloquial de expresar el “agere contra” (“hacer la contra”), de San Ignacio en los Ejercicios, también dicho por él como “hacer lo diametralmente opuesto” (“oppositum per diametrum”), cosa que nos sugiere en la desolación. Nadie duda que no es algo sencillo, pero tampoco tenemos que dudar que de eso depende en gran manera nuestro aprovechamiento en los caminos del espíritu. Y como nuestro Señor Jesucristo es el ejemplo más acabado en todo lo bueno que tenemos que hacer, también…

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¿¡Feliz año nuevo!?

Posiblemente nunca antes la humanidad entera ha deseado que el año entrante sea totalmente distinto al que dejamos atrás. Alguien me decía “mejor ni le cuento lo que le diré hoy a las 00.00hs al 2020”, y por las redes han pululado bromas sobre este “terrible” año que pasó y augurios para el entrante. Ahora bien… ¿fue realmente el 2020 un año desastroso, terrible, olvidable, etc., etc.? No me voy a poner a mencionar los motivos por los cuales parecería que la respuesta es “¡obviamente que sí!”; pero me permito plantear otra alternativa de respuesta, ¿por qué? Porque todo depende…

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ÉL está ahí y ME llama

La presente situación en que nos encontramos a causa del virus, para muchos ha sido una hermosa oportunidad para volver a las cosas esenciales, a todo aquello que es de trascendental importancia en nuestra vida, sin lo cual no podríamos vivir –o no podríamos hacerlo bien y felices– pero que el ajetreo constante de un mundo que no sabía de frenos ni parates, impedía reconocerlo o valorarlo. Muchos, incluso, han podido reencontrarse con “Lo” esencial, o “Él” esencial; como decía Benedicto XVI: “El bien primero y esencial del que tiene necesidad el hombre es la cercanía de Dios mismo”[1]. Y…

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¿Quién es el hombre más feliz?

La liturgia del domingo pasado nos invitaba a la alegrarnos en el Señor ¡¿y cómo no hacerlo?!… a pocos días de la Navidad, es casi una obligación; en realidad es más obligación que en otros momentos, porque la obligación de alegrarnos la tenemos siempre: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres» (Fil 4,4). En la homilía leí una anécdota que, como me la pidieron en dos oportunidades, me pareció que podría también gustarles y, sobre todo, serles de provecho. La solía usar nada más y nada menos que San Alfonso María de Ligorio en sus prédicas.…

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“¡Oh, qué buen Dios que tenemos!”

«El Hijo de Dios sufrió hasta la muerte, no para que el hombre no sufriese, sino para que sus sufrimientos sean como los suyos»[1]. Jesús, entonces, sufre para enseñarnos a sufrir, porque del sufrimiento es imposible librarnos totalmente en esta vida. Y dentro de sus enseñanzas está el hecho de mostrarnos que a la Cruz, al sufrimiento, no hay que esquivarle. San Lucas en un versículo de su Evangelio nos muestra la firme decisión del Señor de subir al Calvario: “Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén” (Lc 9,51). Después…

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La última carta

Viejito querido: entre lágrimas te escribo estas últimas líneas que hace tiempo que vengo pensando enviarte. Lloro lo que no lloré ni en tu enfermedad ni en tu muerte, porque lo que lloro no sé bien lo que es… Cada vez que pensaba en estas líneas lagrimeaba como ahora… lloro de alegría, lloro de agradecimiento, lloro por haber tenido un papá como vos. Agradezco a Dios el no haberte enviado estás líneas mientras estabas entre nosotros, porque estoy seguro que no las ibas a aceptar… como aquella vez, hace algunos años, que te escribí diciéndote que te agradecía porque siendo mi…

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Nos autem sperabamus…

Nuestro Señor, como lo afirma Santo Tomás en la introducción a la tercera parte de la Suma Teológica, ha “demostrado en sí mismo el camino de la verdad (viam veritatis), por el cual resucitando pudiésemos llegar a la beatitud eterna”, de ahí, sigue el angélico, que es necesario considerar acerca de la vida del Salvador y sus beneficios”. No hay pensamiento, ni palabra, ni obra, ni gesto, ni mirada, ni sentimiento de Nuestro Señor, que no sea para nosotros regla de vida –“¡Cristo es nuestra vida!” dirá el Papa Francisco[1]– y, por supuesto, regla de vida feliz: “Nadie fuera de…

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