«¡Señor, sálvame!»

Es de pensar que al leer el título cada uno habrá podido identificar de quien son esas palabras y en qué circunstancias fueron dichas; pero por las dudas aclaramos: es el mismo Pedro, hundiéndose en las aguas del lago Tiberíades (cf. Mt 14,30). Y me parece que estas palabras son de algún modo la oración perenne, el grito constante, la súplica reiterada, el gemido inenarrable del Espíritu en nosotros… lo que está siempre en el fondo del alma cuando miramos la Eucaristía y cuando nosotros sacerdotes la sostenemos en nuestras manos en cada Santa Misa; es la letanía que subyace…

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La Gloria de Dios

San Ignacio nos enseña claramente en los Ejercicios Espirituales que “el hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante esto salvar su alma” (n.23). El fin primero y principal, entonces, del hombre –y de toda la creación– no es otro que la gloria de Dios. Lo cual San Ignacio resumirá en lo que podemos llamar el leit motiv de su vida: ad Maiorem Dei Gloriam, todo “para la mayor gloria de Dios”.  En este mundo que nos toca vivir, lamentablemente no es difícil que alguno piense en Dios en términos un tanto humanos o…

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La Divina Misericordia

En nuestro pensar y meditar sobre Dios, en Dios y para Dios, no debemos olvidar aquello de santo Tomás: “En esta vida tanto más perfectamente conocemos a Dios, cuanto mejor entendemos que sobrepasa toda capacidad intelectual”[1]. Por eso no es aventurado pensar que, si conociésemos más a Dios, lo amaríamos más, e incluso llegaríamos a las locuras de amor de los santos, que no son otra cosa que un conocer más profundo cuánto nos ama el Señor y hacer todo lo posible para devolver “algo” al menos –casi nada en comparación– de tanto bien recibido y hacer lo posible para…

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ÉL está ahí y ME llama

La presente situación en que nos encontramos a causa del virus, para muchos ha sido una hermosa oportunidad para volver a las cosas esenciales, a todo aquello que es de trascendental importancia en nuestra vida, sin lo cual no podríamos vivir –o no podríamos hacerlo bien y felices– pero que el ajetreo constante de un mundo que no sabía de frenos ni parates, impedía reconocerlo o valorarlo. Muchos, incluso, han podido reencontrarse con “Lo” esencial, o “Él” esencial; como decía Benedicto XVI: “El bien primero y esencial del que tiene necesidad el hombre es la cercanía de Dios mismo”[1]. Y…

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¿Convertido yo?

En Adviento –como en Cuaresma– nuestra madre la Iglesia nos invita de manera especial a la conversión. Convertirse es “cambiar de mente” (metanoia, en griego) que también implica, por supuesto, cambiar el corazón y con ello cambiar nuestros actos y todo lo demás, es decir, se trata de un cambio radical. Pero ¿tengo yo que convertirme? ¿Acaso si estoy leyendo estas líneas no es porque amo a Dios, voy a Misa, etc.? Si tomamos “conversión” según aquello de Isaías (31,6): ¡Convertíos a Aquel de quien os habéis alejado tanto!, probablemente sí, estemos convertidos; pero también “La conversión, en la profundidad…

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La Misericordia y el Pecado

Mucho se ha hablado en estos últimos años de la importancia de la misericordia y sobre todo de la misericordia como atributo propio de Dios, donde más muestra su infinito poder, como nos decía el Papa, citando a santo Tomás, en la bula de convocatoria al año de la misericordia: “Mostrarse misericordioso es considerado como lo propio de Dios, y en ello se manifiesta sobre todo su omnipotencia”[1]. Nunca se puede hablar demasiado de algo así, ya que, como en Dios no se distinguen sus atributos y su ser, hablar de su misericordia es hablar de Él mismo y, por tanto,…

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Beata «Mama Antula»

“Quisiéramos tener la pluma de alguno de los grandes de la literatura para presentar como corresponde la figura de esta mujer tan extraordinaria, que aún hoy nos asombra por sus hazañas, una mujer de la madeja de Isabel la Católica y de Santa Teresa, gloria de nuestra Patria”[1]. Así comienza el P. Alfredo Sáenz la reseña que hace de María Antonia de Paz y Figueroa en su libro “La Ascensión y la Marcha”. Habiendo sido beatificada el año pasado a pocos kilómetros de donde me encuentro[2], y siendo hoy 7 de marzo su fiesta, no quería dejar pasar la oportunidad…

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El amor vence

Publico un sermón que prediqué el sábado pasado (30/07) para los religiosos y religiosas de nuestros hogares de caridad de San Rafael, Argentina. ———– La perfección, la santidad, no es otra cosa que la caridad llevada al extremo, a la heroicidad. Eso, para cualquier cristiano, ¡cuánto más para nosotros que dejamos todo para alcanzarlo! Y particularmente nosotros que vivimos, nada más y nada menos, que en “La Ciudad de la Caridad”. Quiero leerles tres testimonios que nos pueden ayudar a recordar esa importancia que tiene el amor[1].   La Cruz y el amor de Dios Los tres testimonios son recientes, de…

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“¡Oh, qué buen Dios que tenemos!”

«El Hijo de Dios sufrió hasta la muerte, no para que el hombre no sufriese, sino para que sus sufrimientos sean como los suyos»[1]. Jesús, entonces, sufre para enseñarnos a sufrir, porque del sufrimiento es imposible librarnos totalmente en esta vida. Y dentro de sus enseñanzas está el hecho de mostrarnos que a la Cruz, al sufrimiento, no hay que esquivarle. San Lucas en un versículo de su Evangelio nos muestra la firme decisión del Señor de subir al Calvario: “Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén” (Lc 9,51). Después…

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Padre… ¿me quiere?

Uno de los niños de nuestro Hogar padece una enfermedad genética llamada “Prader-Willi”, la cual, junto con la discapacidad mental, produce ciertas características físicas y psicológicas como baja estatura, manos y pies pequeños y notable simpatía cuando se encuentran de buen humor. Este “niño” (tiene 23 años), Víctor, de vez en cuando, y solo a algunos, suele hacer una pregunta, que en lo personal he escuchado así: “Padre… ¿me quiere?”. El trato con las almas en estos diez años de ministerio, me ha llevado a la convicción de que esa pregunta resuena en lo más hondo de cada ser humano…

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