«¡Átame, o mátame!»

El título evoca esta sentencia de San Alberto Hurtado: «¡Oh Jesús!, amigo de mi alma… si voy a pecar átame, o mátame, pero pecar nunca, traicionar tu amistad, ¡jamás!»[1]. Pregunto… y aquí cada uno deberá sincerarse en lo más profundo de su corazón: ¿hasta qué punto esas palabras no suenan exageradas, “imposibles”, solo para santos, hiperbólicas, poéticas o parte de una espiritualidad perimida? Porque de acuerdo a la sincera respuesta que demos a esto, será nuestro “grado” de vida espiritual, nuestro “nivel” de amor a Dios, nuestra seriedad en el camino a la santidad y nuestra coherencia con lo que…