¡Ay del solo!

En un post de principio de año[1], hablando de las cosas que enseña la montaña, destacábamos lo que ayudan esos ámbitos para valorar el trabajo en equipo y, aplicándolo a la vida del alma, decíamos:

“No hay ninguna duda de que cierta soledad es necesaria para la vida de oración y de intensa unión con Dios, pero ‘cierta soledad’, porque la soledad total reviste peligros difíciles de superar. Por algo dice la Escritura ¡ay del solo! (Ecc 4,10): en la vida intelectual por ser enseñados, en las decisiones por ser aconsejados, en la prudencia por aprender de lo experimentado por otros; en fin, en cualquier actividad que se haga, en la misma vida familiar y religiosa… mucho peligro hay para quien, sin motivos de verdadero peso y sin que la circunstancias de la vida así, de algún modo, se lo impongan, se cierra en sí mismo ya por demasiada auto-confianza, ya por timidez, ya por desprecio a los otros…”

En este post quería aplicar puntualmente esto a lo referente a nuestro camino a la santidad, con los innumerables vericuetos que suele traer consigo. Hay gente más complicada que otra, pero en general, somos todos igualmente difíciles de entender y mucho más de entendernos: Dios hizo sencillo al hombre, pero él se complicó con muchas razones (Ecc 7,29).

Todo depende del cristal con que se mire: dada nuestra subjetividad, por lo general se ve mucho más claro desde “fuera” que desde “dentro”, por eso suele ser sencillo aconsejar a los demás y no así aconsejarnos. Además de la objetividad con que juzga el que está “fuera”, también su ciencia y experiencia ayudan mucho a formarse un juicio más exacto de lo que nos está sucediendo.

Hasta aquí podemos decir que estamos dentro del plano de la sociabilidad del ser humano. El hombre es el animal más indigente al nacer y, por su alma racional, también el que más necesita de los demás para su educación y desarrollo hasta llegar a la plenitud.

Pero demos un paso más y agreguemos a lo dicho, el plano sobrenatural.

San Juan de la Cruz, en la Subida del Monte Carmelo, tiene un capítulo del todo importante en el cual muestra cómo en el Antiguo Testamento le era lícito al hombre -y, en algunos casos aún prescripto- consultar a Dios por medio de los profetas, sobre las decisiones a tomar y se pregunta: “por qué, pues, ahora en la ley nueva y de gracia no lo será como antes lo era?

Responde:

“Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar”[2].

Y a la par de explicar que aún en el Antiguo Testamento, luego de que Dios mostraba su voluntad, necesitaban los hombres de una confirmación humana (por ej.: Gedeón, aunque Dios le había dicho muchas veces que vencería a los madianitas, sólo cuando se lo confirmó por boca de hombres, se animó a ir a la pelea), muestra el Santo cómo, en el Nuevo Testamento, ese papel del hombre es aún más importante.

Dignificó tanto el Verbo la naturaleza humana al encarnarse, que quedó también muy dignificada la misión del mismo hombre. Jesucristo, el Sumo Pontífice, permite ahora que el mismo hombre sea mucho más puente que antes entre sus hermanos y Dios. Esto se ve, de manera inigualable, cuando el hombre actúa “in persona Christi” al transustanciar o al perdonar los pecados – ¡cosa impensable en el AT–, pero también puede verse esta función ministerial en el aconsejar y conducir a sus hermanos a Dios.

Si bien el contexto en el cual San Juan de la Cruz está desarrollando el capítulo citado es el de las revelaciones e iluminaciones de parte de Dios, sin embargo, en sentido amplio, lo que refiere también puede ser aplicado a la dirección espiritual.

“Porque es Dios tan amigo, que el gobierno y trato del hombre sea también por otro hombre semejante a él, y que por razón natural sea el hombre regido y gobernado, que totalmente quiere que las cosas que sobrenaturalmente nos comunica, no las demos entero crédito, ni hagan en nosotros confirmada fuerza y segura, hasta que pasen por este arcaduz humano de la boca del hombre. Y así, siempre que algo dice o revela al alma, lo dice con una manera de inclinación puesta en la misma alma, a que se diga a quien conviene decirse; y hasta esto, no suele dar entera satisfacción, porque no la tomó el hombre de otro hombre semejante a él”[3].

Desde San Pablo, ayudado primero por Ananías (cf. Act 9,10-19) al comienzo de su conversión y luego confirmando su doctrina con San Pedro para saber si corría o había corrido en vano (Gal 2,2), siempre en la Iglesia se ha practicado y recomendado la dirección espiritual.

“He visto a monjes que, después de muchos años de trabajos, cayeron y llegaron hasta la locura por haber contado con sus propias obras y no haber aceptado el mandamiento de Dios que dice: Interroga a tu padre y te lo enseñará (Dt 32,7)”[4]. (San Antonio Abad)

“Quien se constituyese en maestro y director de sí mismo, se haría discípulo de un necio… No sé qué pensarán los demás sobre esto; mas de mí sé deciros, por propia experiencia, que me es mucho más fácil dirigir a muchos otros, que a mí solo”[5]. (San Bernardo)

“Nunca Jesucristo otorgará su gracia, sin la cual nada podemos hacer, a quien, teniendo a su disposición un varón capaz de instruirle y dirigirle, desprecia esta ayuda,  persuadido de que se bastará a sí mismo y de que encontrará por sí solo lo que es útil para su salvación”[6]. (San Vicente Ferrer)

“Dios no abandonará nunca al que busca de todo corazón su voluntad; antes dará luces a un niño para hacérsela conocer”[7]. (San Doroteo de Gaza)

San Ignacio, atacado de escrúpulos al comienzo de su vida espiritual, rezaba así:

 “Señor, dadme quien me guíe, que aunque no sea sino un perrillo, yo lo seguiré para hallaros a vos”[8].

En su catequesis sobre San Simeón, el nuevo teólogo, Benedicto XVI enseñaba:

“Simeón, ya de joven había encontrado un director espiritual que le ayudó mucho y hacia el cual conservó una grandísima estima, hasta el punto de que tras su muerte le profesó una veneración también pública. Y quisiera decir que sigue siendo válida para todos –sacerdotes, personas consagradas y laicos, y especialmente para los jóvenes– la invitación a recurrir a los consejos de un buen padre espiritual, capaz de acompañar a cada uno en el conocimiento profundo de sí mismo, y conducirlo a la unión con el Señor, para que su existencia se conforme cada vez más al Evangelio. Para ir hacia el Señor necesitamos siempre un guía, un diálogo. No podemos hacerlo solamente con nuestras reflexiones. Y este es también el sentido de la eclesialidad de nuestra fe, de encontrar este guía”[9].

Es importante también la dirección espiritual para formar las conciencias, algo tan delicado en nuestros días:

“También la ‘dirección espiritual’ contribuye a formar las conciencias. Hoy más que nunca se necesitan ‘maestros de espíritu’ sabios y santos: un importante servicio eclesial, para el que es necesaria sin duda, una vitalidad interior que debe implorarse como don del Espíritu Santo, mediante la oración prolongada e intensa y una preparación específica que adquirir con cuidado”[10].  (Benedicto XVI)

Consciente de que esta práctica está siendo dejada de lado, en el año 2011 la Congregación para el Clero publicó un documento[11] exhortándonos, a nosotros los pastores, a volver al confesionario y a la dirección espiritual; y hablando de esta última, citando a Juan Pablo II se nos enseña: Es necesario redescubrir la gran tradición del acompañamiento espiritual individual, que ha dado siempre tantos y tan preciosos frutos en la vida de la Iglesia[12].

Tarea no poco importante será buscar con prudencia quién realice el oficio de guiarnos en nuestro camino hacia Dios. En referencia a esto señala el Catecismo de Iglesia[13]:

(…) el alma que quiere avanzar en la perfección, según el consejo de san Juan de la Cruz, debe “mirar en cuyas manos se pone, porque cual fuere el maestro tal será el discípulo, y cual el padre, tal el hijo”. Y añade que el director: “demás de ser sabio y discreto, ha de ser experimentado. […] Si no hay experiencia de lo que es puro y verdadero espíritu, no atinará a encaminar el alma en él, cuando Dios se lo da, ni aun lo entenderá” (Llama de amor viva, segunda redacción, estrofa 3, declaración, 30).

No es condición sine qua non que el director espiritual sea sacerdote[14]. Es cierto que lo es de algún modo por oficio, que tiene una gracia de estado propiamente para eso y, en principio, también la ciencia necesaria para hacerlo, pero llegado el caso, también un laico puede ser director espiritual. Como me decía una vez un profesor del seminario: “un laico puede ser director espiritual si sabe cómo hacerlo; así como un sacerdote puede arreglar heladeras si sabe cómo”.

El corazón humano es un abismo:

“Si el abismo es una profundidad, ¿pensaremos que el corazón del hombre no es un abismo? ¿Qué cosa hay más honda que este abismo? Pueden hablar los hombres, pueden ser vistos por las operaciones de sus miembros, pueden ser oídos en su palabra; pero ¿qué pensamiento permite ser penetrado? ¿Qué corazón se deja ver? Lo que trama en su interior, lo que puede, quiere o no quiere en su interior, ¿quién podrá averiguarlo? (…) ¿No creéis que es tan honda la profundidad del hombre que resulta inexplorable para el mismo hombre en quien se encuentra?” (San Agustín)

Terminemos entonces diciendo algo más, en general, sobre lo fundamental que es tener la capacidad de “abrir el corazón”, de dejar que entre algo de luz en ese abismo en el cual muchas veces ni siquiera nosotros mismos podemos escudriñar bien. Si no es un director espiritual, quién no tiene un familiar, un amigo, una persona de confianza, de cuyo consejo no se pueda valer para saber por dónde es más seguro caminar.

Indagar ese abismo para luego mostrarlo –en lo que se pueda al menos–, ya es de gran ayuda, porque implica que nosotros mismos hicimos penetrar en él la luz y tratamos de darle cierto orden.

A veces nuestro corazón es como un volcán; por fuera todo parece muy tranquilo pero por dentro… y sí, abrir el cráter y penetrar al interior producirá probablemente erupción, pero bien vale la pena, porque después sigue la calma –o al menos se camina hacia ella–. No mirar y mostrar el corazón es a veces como tener una herida tapada con una venda… ¡es cierto! sacar la venda dará dolor y quizás ver la llaga nos cause mucha impresión; pero ¿existe otro modo de curarla? Y si para curar esa herida necesitamos ayuda, habrá que pedirla.

No puede darse esto sin una buena cuota de humildad: el alma humilde no se puede acabar de satisfacer sin gobierno de consejo humano”[15]. Esa humildad nos hará reconocer necesitamos de los demás. Al conocerse la muerte de Robin Williams, Michael Ian Black, también comediante, publicó en Twitter: “perdemos al menos un gran cómico por suicidio o sobredosis cada año. Nuestros trabajos son comunicar, pero parece que no sabemos cómo pedir ayuda[16].

Pedir ayuda supone confianza y la confianza es parte integral de la virtud de la magnanimidad; por eso, el magnánimo, además de tener una sana confianza en sí mismo, también sabe confiar en los otros:

“Así, pues, en cuanto necesita de los otros, es propio del magnánimo tener confianza en ellos, ya que indica una cierta excelencia el tener a su disposición a los que puedan ayudarle”[17]. (Santo Tomás de Aquino)

De todos modos no hay que olvidar que apoyarse en otro, desahogarse, abrir el corazón, pedir un consejo, tener un director espiritual, etc., no nos quita, sino al contrario, la sagrada tarea de ser nosotros mismos, en última instancia quienes tomamos las decisiones y nos hacemos cargo del rumbo de nuestra vida. Esa labor nadie la puede hacer por mí o en mí lugar.

 

Al fin y al cabo, estamos en el epicentro mismo del misterio humano: soy yo solo y sólo una vez. Los amigos, familiares y hasta el mismo director, pueden estar conmigo hasta ciertos niveles de profundidad; e incluso, si puedo abrir mi alma hasta esos niveles para ser iluminado, siempre el “yo” más personal será intransferible y las decisiones son pura y exclusivamente mías. “Allá”, en lo más profundo, o asumo yo toda responsabilidad o me pierdo, porque en esos niveles estoy “solo cum Solo”, es decir “solo con Dios” y María.

 

 

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Lecturas recomendadas:

  • La dirección espiritual: conceptos generales. Miguel Á. Fuentes, La ciencia de Dios, Ediciones del Verbo Encarnado, San Rafael 20032, pp. 15-47. (Ver Aquí)
  • San Juan de la Cruz, Subida el Monte Carmelo, L. 2, cap. 22. (Ver Aquí)

 

Ver todas las lecturas recomendadas, AQUÍ.

 

[1] Lo que me enseñó la montaña

[2] San Juan de la Cruz, Subida el Monte Carmelo, L. 2, cap. 22, n. 3.

[3] Ibid 22,9.

[4] Apotegmas de los Padres del Desierto, Antonio 37.

[5] San Bernardo, Epist., 87, 7.

[6] San Vicente Ferrer, Tratado de la vida espiritual, p. 492.

[7] Instructions à ses disciples, n. 68.

[8] Autobiografía, n. 23. Cfr CASANOVAS Ignacio, Comentario y explanación de los Ejercicios Espirituales, Barcelona 19542a, p 72.

[9] Catequesis del Papa Benedicto XVI sobre san Simeón el Nuevo Teólogo, audiencia general del 16 de septiembre, L’Osservatore Romano del 18 de septiembre de 2009, pág. 12.

[10] BENEDICTO XVI, Mensaje al Em. Card. James Francis Stafford, Penitenciario Mayor, y a los participantes en la XX edición del curso de la Penitenciaría Apostólica sobre el fuero interno, 12 de marzo de 2009.

[11] El sacerdote confesor y director espiritual ministro de la misericordia divina

[12] JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, 40: l.c., 723.

[13] CEC 2690

[14] En “Dirección Espiritual: conceptos básicos” (lecturas recomendadas el post) pueden leerse las conveniencias de que el director sea sacerdote.

[15] San Juan de la Cruz, 2 Subida 22,11.

[16] Robin Williams y Garrick: El alma llora cuando el rostro ríe

[17] Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, IIª-IIae, q. 129 a. 6 ad 1.

38 comentarios:

  1. Querido Padre Gustavo:

    Como siempre sus charlas electrónicas no tienen desperdicio……Dios lo guarde y siga guiándolo.
    Soy un habitante solitario de la gran y superpoblada ciudad de Buenos Aires, en busca de ese encuentro que Usted nos propone en esta ocasión.
    No es fácil, creo debe darse en primer lugar un encuentro a nivel personal, con el futuro Director y eso es lo complicado en este ambiente lleno de «ocupaciones», movimientos físicos, anonimidades, » faltas de tiempo».,etcetc que implica la subsistencia, por cuanto no es «existencia» en la secularidad urbana.

    No obstante no pierdo las esperanzas y sus consejos me refuerzan los propósitos,
    Muchas Gracias

    Un saludo cordial en Jesús y María

    Jorge Luis
    [email protected]

  2. Es hermoso tener dirección espiritual, yo la recomiendo siempre. La espiritualidad de San Ignacio de Loyola me ha ayudado a sanar heridas que no conocía pero que no me dejaban tener una vida en la Paz de Cristo, muchas gracias por todo

  3. Guadalupe del Carmen Garza de Garcia

    Querido Padre Gustavo:
    Gracias por ser la Luz del Verbo, dispuesto siempre a iluminar y a guiarnos y conducirnos a esa luz que nos da vida y gozo en el Espíritu.
    Que Jesús y María sean su recompensa.
    Gpe. Del Carmen Garza

  4. Claudia Susana D'ALBUQUERQUE

    Qué hermoso tema, y cuan necesario. Muchas veces por soberbia creemos que sólo podemos, cuán equivocados estamos!!!! Es un regalo de Dios encontrar un buen director espiritual, yo estoy en ese camino. Como siempre, gracias por sus artículos, lo saludo en Cristo Jesús.

  5. Brisa María gonzalez

    Muchas gracias Padre Lombardo por este tema.

    Es verdad que la dirección espiritual hoy en día está siendo como olvidada, como algo del pasado. Sin embargo cuánta falta nos hace!!! Creo que es además un buen antídoto contra la soberbia…
    Es de gran importancia, al menos para mí, saber que si bien lo ideal es tener a un sacerdote como director espiritual, también están esos amigos buenos e incondicionales, preocupados por nosotros, que muchas veces nos orientan, nos ayudan a ver nuestros errores…Pero no se me hubiera ocurrido que de alguna manera están también fungiendo como directores espirituales… Eso es muy alentador, y mas humildes debemos ser para aceptar el acertado consejo de quien no es un sacerdote y saber que nos está guiando también en el camino a Cristo.
    De hecho usted es para muchos seguramente, y me incluyo, un director espiritual, que nos hace ver mas allá de lo que nosotros vemos de nosotros mismos, y reflexionar sobre lo que debemos hacer o cambiar en nuestra vida. Sin duda para mí lo ha sido…
    Sus temas han hecho que reflexione en actos pasados y presentes, conductas que debo cambiar y caminos que debo seguir.
    No dudo que el Espíritu Santo está con usted… y sin que usted lo sepa…, está guiando a muchos como a mí, despejando dudas y orientando en disyuntivas en este camino hacia nuestro Señor Jesucristo.

    Que El Espíritu Santo lo siga iluminando y nuestra madre Santísima lo acompañe y proteja siempre.

  6. Muchas Gracias Padre Lombardo siempre con sus artículos que son una luz en nuestro caminar diario.
    Tener a un Guía Espiritual es tener un gran tesoro, lamentablemente no lo tengo ya que vivo en Chiba, Japón lejos de la comunidad Católica viajo especialmente a Tokyo para celebrar, confesarme y recibir la Eucaristía una vez al mes.
    Sin embargo gracias al excelente trabajo de todos los religiosos y laicos como EWTN, Instituto del Verbo Encarnado, Congregación de los Dos Corazones, Franciscanos de María, ACI Prensa, Noticias del Vaticano quienes me forman en mi vida espiritual también puedo escuchar la santa misa del día anterior transmitida desde Madrid por los Franciscanos de María.
    Mis otras valiosas fuentes son mi oración y mi lectura diaria de la Biblia y puedo dar testimonio de nuestro DIOS VIVO que escucha nuestras plegarias, que está a nuestro lado y de una u otra forma habla directo a nuestro corazón.
    Mis disculpas anticipadas por mi largo comentario pero no quería dejar de animar a mis hermanos que no dejen de buscar a Jesucristo, quién es el Camino, la Verdad y la Vida y tengamos presente las palabras del Papa Francisco que nuestras oraciones es la debilidad de Dios.
    ¡Qué el Señor y Nuestra Madre Santísima le colme de bendiciones!

  7. Gracias por este artículo.
    Tiene toda la razón Padre Gustavo, en este caminar, no podemos hacerlo solos, Siempre necesitamos de la dirección espiritual. Tengo muchos años en la búsqueda de un director espiritual, no sé si es que son muy escasos los sacerdotes disponibles o simplemente no oro lo suficiente para que Dios me lo conceda, o en el momento menos pensado lo tendré. A veces pienso que nosotros los fieles somos responsables de tener tan pocos sacerdotes, cada día son menos, y las vocaciones escasas en un mundo tan materialista, donde lo más importante parece ser el tener, donde a los hijos se les educa para ser grandes médicos, abogados, ingenieros comerciales u otras profesiones donde se mide el ingreso salarial y poco interesa saber si ellos están llamados o tienen vocación al sacerdocio y guiar a otras almas al cielo..
    Pero seguiré insistiendo, sé que Dios me lo concederá.
    Felíz domingo, día del Señor.

  8. P. Gustavo Lombardo, IVE

    Brisa, me alegro por lo que cuenta! Sin duda que el Espíritu Santo también está en Ud. Como dice San Pablo, ni siquiera podemos decir que Jesucristo es el Señor sin que Él nos esté iluminando (cf 1Cor 12,3) Dejemos que Él obre más en nosotros cada día! Qué tenga un hermoso domingo!

  9. P. Gustavo Lombardo, IVE

    Felicitaciones, Yliana! Hermoso su testimonio. Ave María y adelante!

  10. Gracias padre Lombardo por su mensaje.Siempre he creido en aquellos que por su vocacion,preparacion,experiencia y sabiduria transmiten conocimientos.Es valioso nutrirse de todo conocimiento sobre todo si es edificante y basado en la Verdad porque eso refuerza nuestro espiritu,pero es nuestra responsabilidad orar,discernir,meditar y tomar sabias decisiones. Como ud. dice la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo se extiende a travez de los siervos escogidos y a ellos debemos recurrir en los momentos dificiles de nuestra vida.Por algo el Papa Francisco nos aconseja confesarnos dandonos el ejemplo,!! El lo hace !! Gracias por su mensaje que fortalece mis creencias.Dios le bendiga!

  11. Marjorie Vargas Torres

    Padre Lombardo Nunca he tenido un Consejero Espiritual. A lo largo de los años cuando recurro al sacramento de la reconciliación los sacerdotes me han dado buenos consejos, reconozco que no puede guiarse uno mismo. Sin embargo quiero compartirle que Jesús me busca: en donde trabajo hay una capilla y se oficia misa 2 veces al mes, tengo a cargo preparar la mesa, manteles y velas y servir de monaguilla, me lo pidieron dado que la señora que lo hacía se pensionó. También en el lugar donde vivo un jueves al mes hacen hora santa simultaneamente en los distintos barrios y designaron nuestra casa como un lugar de encuentro para los vecinos que quieran llegar. Como ve: no soy digna de que entre en mi casa, pero lo hace. Dios lo Bendiga mucho y Gracias.

  12. Es una gracia divina el poder decir, ser escuchado, ser interpretado más allá de las palabras y lo más maravilloso… el poder escuchar a Jesús en mí director espiritual.
    Creo que la misión es captar lo que en esa comunión se recibe y por medio de la escucha eficaz interpretar la necesidad del otro, y así retrasmitir «el mensaje» aliviador, de paz, orden, esperanza, amor, que hemos recibido oportunamente a aquellos que hoy lo necesitan.-
    Ave Maria y Adelante!!!.

  13. Padre Gustavo, usare esta ensenanza en um mini-retiro para parejas de servidores del Apostolado MatrimoniosCatolicos, en el q el Amadisimo me permite servir. Le ruego si tiene algo para agregar. Pido sus oraciones por mis hijos, y si ud permite q le escriba. Ave Maria Purisima?

  14. GRACIAS.. MIL GRACIAS SON SUS PALABRAS UNA LUZ EN TANTA OSCURIDAD

  15. Muchas gracias P. Gustavo, por sus lecturas para reflexionar. ¡Ay del sólo! Todos necesitamos a nuestro alrededor, alguna persona que nos guie, bien en nuestro trabajo, y también en nuestra vida de relacionarnos con Dios en el día a día, pues a mi me pasa, que si no me relaciono con Dios en el día a día, no reflexiono sobre mi persona para tomar decisiones, y no tengo a Dios como en el centro de mi vida, me falta algo, pues las cosas no me llenan, me dejan vacía. Estas lecturas me ayudan a tomar decisiones, para que mi vida sea un servicio, para los que están a mi alrededor, los necesitados, los que no pueden valerse por si mismos. Hay bastantes clases de soledad, personas que no se pueden mover, que no pueden comer, y más cosas… que no pueden hacer. Todos necesitamos de alguien, que nos eche una mano de alguna manera. A mí Dios me ha ayudado, y me ha puesto a Ud. en mi camino, para animarme a seguirle a El, pero necesito la constancia en el día a día, y esto depende de mí. Espero con la ayuda de Dios y también de personas como Ud. pueda llevar esto a cabo.
    Muchas gracias por todo y que Dios le bendiga siempre.

  16. ana maria estrella arce.

    Muchas gracias Padre Gustavo, gracias a Ud. y a nuestro Señor ; porque me han hecho reflexionar acerca de tener un Director Espiritual, además de tener en usted un guía, que esta pendiente de todos nosotros, para perseverar siempre. No echaré en saco roto su consejo sino que lo haré realidad.
    Dios le bendiga, al igual que Nuestra Madre Marìa.
    Me encomiendo a sus oraciones.

  17. P.Gustavo:
    Un texto para leerlo más de una vez y meditarlo profundamente, me lleva a las raíces. Si muy cierto, a pesar de los consejos del guía espiritual ( nuevo nombre para el D.Espiritual), el que toma la última decisión es el dirigido ( libertad de cada uno ), una responsabilidad muy grande pues frente a eso tal como Ud. dice estoy sola con Dios y con mi elección.
    Espero que María Santísima me guíe siempre.
    gracias
    mirta

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