Hace unos días, más exactamente el 3 de diciembre, llegué, junto con mis compañeros, al décimo aniversario de ordenación sacerdotal, y no puedo dejar pasar la oportunidad sin mencionarlo.
No haré una profunda reflexión sobre el sacerdocio, ya que aún con diez años no me creo capaz –y no sé si alguna vez lo seré–; solo esbozaré un público agradecimiento a Dios, porque estimo que en justicia debo hacerlo, por haberme prodigado su gracia de manera sobreabundante[1].
Misericordiosamente investidos de este ministerio[2], dirá San Pablo, agregando: llevamos este tesoro en recipientes de barro[3]. Me parece que en estos dos versículos se puede resumir perfectamente nuestro sacerdocio: la misericordia divina que nos ha elegido para ser, nada más y nada menos, que servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios[4] (¡si pudiéramos sopesar, como los santos, las grandezas de estas verdades!) y, por otro lado, la agrietada fragilidad de nuestro barro, subsanada, sostenida y elevada –en cuanto le es posible– por el tesoro que lleva dentro.
Quiero compartirles tres cosas de mi vocación: el comienzo –con una idea fuerza–, el medio –con una poesía– y el fin –con un pedido–.
El comienzo
Si tuviera que responder por qué me hice sacerdote lo diría así:
– ¿Para qué fue creado el hombre?
– “Para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor[5]”, es decir, para la gloria de Dios.
– ¿Qué es lo que más gloria a Dios da en este mundo?
– La Santa Misa, donde Jesús, incruentamente, renueva y actualiza su sacrificio redentor, por lo cual da infinita gloria a su Padre celestial, como ninguna otra “cosa” puede, ni cercanamente, hacer posible.
Entonces, la razón última por la que me hice sacerdote no es otra que esta: porque no encontré una mejor manera para dar gloria a Dios que celebrando la Santa Misa. Por supuesto, esto lleva de la mano la segunda parte del Principio y fundamento citado, que reza así: “y de este modo salvar su alma”; lo cual no mira solamente a la felicidad de la Patria del Cielo, sino también a nuestro peregrinar terreno ya que, como dice San Pablo, en esperanza hemos sido salvados[6], y esto, entre otras muchas gracias que Dios regala, hace gustar ya en la tierra, aunque sea una mera pizca, los gozos celestiales.
Nuestro Señor renueva y actualiza su sacrificio redentor en cada Misa, no solo para gloria del Padre sino también por la salvación de las almas; por eso, a lo dicho cabe agregar lo que refiere el Angélico Doctor, donde vemos unido el sacrificio (lo que es principalmente la Santa Misa), con el celo por el bien espiritual de los hermanos: “Es Gregorio quien dice que ningún sacrificio es tan agradable a Dios como el celo por la salvación de las almas”[7]; de ahí que, necesariamente, deba incluir la “salus animarum” como parte esencial de mi vocación (como lo es de cualquier vocación consagrada); por algo el divino maestro dijo a Pedro: serás pescador de hombres[8].
La vocación no es otra cosa que la voluntad de Dios en nuestra vida, es decir, el motivo por y para el cuál Dios nos trajo a este mundo. En mi caso esta vocación se concretó en lo que acabo de mencionar: la mayor gloria de Dios, mi propia salvación y la salvación de mis hermanos; cosas que, por otra parte, con sus más y sus menos se dan en toda vocación por coincidir con el fin del hombre sobre la tierra.
Por último –en este primer punto–, Dios quiso mostrarme la realización de todo lo dicho en una Congregación Religiosa, donde, asumiendo un estado de perfección –que no es lo mismo que ser perfecto– por medio de los votos de pobreza, castidad y obediencia, pudiera quitar todos los obstáculos en los cuales el hombre puede encontrar sobre la tierra alguna rémora para llegar a la unión con Dios.
Todo, absolutamente, depende de Dios; pero, sin faltar a esto, puedo decir que debo mi vocación, con todo lo que ella ha implicado en mi vida –e implicará en mi eternidad–, al Instituto del Verbo Encarnado (IVE), mi querida familia religiosa y, como condicional causante del mismo, al “sí” a la gracia fundacional de nuestro fundador, el P. Carlos Miguel Buela.
Sin el IVE, en mi caso particular, no hubiera habido ni vida religiosa ni, por tanto, sacerdocio, ni, por tanto, vocación; porque, por un lado, la vocación religiosa y el sacerdocio –en quienes tenemos ese llamado conjunto–, no se puede separar y, por que no he visto, en ningún momento, ni una ni otra sino en mi queridísima congregación.
El medio
Un medio, bien concreto y positivo por el cual Dios mantuvo mi bandera en alto durante todo el Seminario y, según la sabiduría del “siempre seré novicio”, también un medio hoy, porque esto continua siendo el leimotive de mi ser sacerdotal, es “el deseo del altar”.
Lo expresé, sin mucha pluma, siendo estudiante de primer año de filosofía, en unos Juegos Florales, con esta poesía que transcribo a continuación:
El día de mi ordenación
¡Cuando pienso en ese día…!,
verlo a Él transustanciado
y en mis manos entregado,
me desborda la alegría.
¿Qué no hacer por ese día?
¿Qué no hacer por alcanzarlo?
De tan sólo meditarlo
renace una fuerza dentro
y en él de pronto me encuentro
y así no cuesta esperarlo.
—
Esa fuerza que yo siento
es la gracia que está actuando,
y al oído murmurando
diciendo a mi entendimiento:
“el dolor y el sufrimiento
seguro no han de faltar,
y a la meta has de llegar
si a mí con fuerza te aferras,
y luchando como en guerras
a ese día lo has de hallar”
No poco bien me ha hecho, teniendo a Jesús entre mis manos, recordar estas ilusionadas líneas. Y uniendo esto con el primer punto puedo decir que con la Patena y el Cáliz elevados en alto y rezando el “Por Cristo, con Él y en Él…” he ido entendiendo –aunque falte mucho todavía por entender–, que no hay nada más importante que tenga que hacer el Sacerdote, y que cubra de mejor manera todas sus debilidades y falencias, como el hecho de celebrar la Santa Misa, ya que es la única manera que le da “… a Ti, Dios Padre todopoderoso, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”.
El fin
Para que este divino regalo llegue a su plenitud, para que la barca llegue a puerto, para que el barro resista hasta el final contener tan divino tesoro, necesito (necesitamos) de las oraciones de ustedes. Que lo diga quien sea quizás la más consciente y eficiente rezadora por los sacerdotes, Santa Teresita de Liseux:
“En Italia comprendí mi vocación. Este viaje no fue demasiado largo para adquirir un conocimiento tan importante.
Durante un mes viví en compañía de muchos santos sacerdotes, y pude ver que si bien su sublime dignidad los eleva por encima de los ángeles, no por eso dejan de ser hombres débiles y frágiles… Si los sacerdotes santos, a los que Jesús llama en el Evangelio «sal de la tierra», muestran en su conducta que tienen una grandísima necesidad de que se rece por ellos, ¿qué habrá que decir de los que son tibios? Jesús dijo también: «Si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar?»”[9].
Aprovecho para agradecer a todas las personas que rezan por nosotros; solo en el Cielo se podrá valorar la importancia de esa gran obra de caridad.
No quería terminar sin mencionar un regalo que Dios me permitió vivir en estos últimos días. Fue la ordenación de diez sacerdotes de los cuales fui Maestro de Novicios en mi primer año en esa función, allá por el 2008. Ver a estos “hijos” culminar una etapa y empezar otra –¡y qué otra!– es un nuevo empujón que alienta a seguir adelante; es, de algún modo, escuchar en primera persona, una vez más, la segunda petición que hace el obispo en la oración consecratoria del sacerdote: “Renueva en ellos el espíritu de Santidad”.
Hablando de vocación, de perseverancia, de santidad, de celo por las almas, de votos religiosos, de sacerdocio, de Misa, de sacrificio… en fin, hablando de todo lo que hay de bueno bajo el sol, ya sea natural, ya sobrenatural, no podemos dejar de mencionar a la Reina y Señora de todo lo creado, a la Madre del mismo Dios Encarnado, al Auxilio de los Cristianos, a Aquella por medio de la cual recibimos todas las gracias del Altísimo, a la tierna Madre de los Sacerdotes: la Santísima Virgen María.
Sacerdotes castos, pobres y obedientes para siempre, es lo que hemos prometido ser… esto asustaría demasiado si no tuviésemos una cuarto voto, el de Esclavitud Mariana, por el que todo lo que somos, tenemos y hacemos, lo entregamos a nuestra Madre para que Ella custodie, proteja y entregue, infinitamente más bello, a su Divino Hijo. ¡En sus maternales manos estamos!
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[1] Cfr. Rm 5,17
[2] 2Cor 4,1
[3] 2Cor 4,7
[4] 1Cor 4,1
[5] Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, n. 23.
[6] Rm 8,24
[7] Santo Tomás, De perfectione spiritualis vitae, cap. 20.
[8] Lc 5,10
[9] Santa Teresa del niño Jesús, Historia de un alma, cap. 5.
Gracias por compartir Padre Gustavo, la sublime experiencia del.»matrimonio mistico» (Conchita de Armida) Rogamos al amado, que siempre sea su primer amor. Ilsse Muñoz
De nada, Ilsse y gracias por su comentario. De todos modos, aunque no conozco esa frase en contexto, me suena que al hablar de «matrimonio místico» debe estar haciendo alusión a la cumbre de la santidad, y créame que con respecto a eso no hice ninguna alusión; aunque, por supuesto, no perdemos las esperanzas.
Doy gracias al Dios de la vida por el don del sacerdocio al que Usted a correspondido con un generoso «si».
Sus consejos me han ayudado en los momentos de confusión, gracias por su ayuda.
Que Dios le conceda la gracia de perseverar con alegría hasta el final .
Esta foto del post es estupenda! Cristo Eucaristía une cielos y tierra por medio del sacerdote!
No hay sacerdotes perfectos pero con nuestras oraciones por ellos, se convierten en perfectos administradores de la Gracia.
Felicidades otra vez y gracias P. Gustavo, seguiremos pidiendo por su fidelidad y perseverancia y la de todos los sacerdotes.
Deber de gratitud a Dios por haberme dado la oportunidad de aprender de las enseñanzas suyas. También le agradezco los buenos momentos que hemos compartido.
Un Gran Abrazo, Unidos en la oración!
Juan Manuel M.
Querido Padre Lombardo: Le doy gracias a Dios por su fidelidad sacerdotal, LA GRACIA DEL SENIOR CON USTED y también para con nosotras la ovejas que necesitamos pastores que nos den ejemplo.
Le bendigo con toda mi alma y le pido que jamás se descuide de su relación con el Senior Jesús, porque el diablo es colo león rugiente, más aún con los siervos del Senior Jesús.
Oro por su Santidad en mis oraciones.
Ruth
Querido Padre Lombardo, le doy gracias a Dios por tener sacerdotes comos usted y siempre los incluyo en mis oraciones, para que Dios les de la fortaleza que necesitan para servirlo, a través de los mas necesitados, que Dios lo bendiga.
Padre Gustavo Lombardo, ha pasado casi un mes que cumplió Ud. su decimo año de su Sacerdocio, y no ví, sino hasta hace un momento éste mail, Lo felicito con mucho afecto y deseo que NS lo siga llevando por ese camino de Santidad, al que lo ha llamado y lo siga llenando de su Santísima Presencia. Yo pertenezco a las Obras de la Cruz, Alianza de Amor con el Sacratísimo Corazón de Jesús desde hace ya casi 40 años, y la Vocación mía es pedir por todos los Sacerdotes, y con gusto y amor lo hago todos los días, Pues NS. y más en éstos tiempos necesita mucho de Uds,de su entrega, amor, y de traernos la Presencia Preciosa de NS: Eucaristía, sin ella, no somos nada.
Felicidades y que NS, lo haga un gran Santo. en la Alegría de El, y en su Amor.
Felicidades Padre Gustavo, Dios nuestro Señor le acompañe siempre; diario pido por todos los sacerdotes, y siempre me acuerdo de usted y del Padre Diego que esta en Kenia. Todo lo que me manda lo leo, aunque tardo, pero siento que me hace reflexionar y entregarme mas a nuestro Padre Dios.
Me encomiendo a sus oraciones.
Felicitaciones Padre Gustavo por su aniversario de Ordenación, le deseo en los mas profundo que Dios siga bendiciendo su Servicio para la mayor gloria de Dios nuestro Señor, y que la Virgen María lo proteja y resguarde con su manto.
Felicitaciones padre Gustavo! que nuestro Señor Jesuscristo lo llene de su amor y alegria para que continúe siendo imagen suya en este mundo…Un abrazo…
Padre Gustavo, gracias por estas reflexiones. y doy gracias a Dios por sus audios también. Me están ayudando .
Soy un católico que sinceramente quiere seguir a Jesucristo imagen del Padre.