Que no se diga, Señor, que los tiempos son tan malos que ya no hay lugar para los santos…
Que no se diga que el mundo está tan agresivo, que ya no se lo puede vencer, o que la carne está tan exacerbada que no se la puede parar, o que el demonio “anda suelto” y ya no se lo puede esquivar…
Que no se diga, Señor, que una buena familia –numerosa, unida, católica– no se puede formar, que un buen religioso –pobre, casto y obediente– ya no se puede hallar, o que un “verdadero” joven –puro, piadoso, leal– no tiene cabida en este lugar…
Que no se diga, Señor, que el católico a la política no puede llegar, que la fe para la ciencia es una traba fatal y que al mundo hacia su cadalso no se lo puede parar…
Que no se diga esto, Señor, porque sería lo mismo que afirmar que tú no eres el mismo Dios de tiempo atrás, o que no tienes el mismo poder, o que ya no nos puedes salvar…
Sería decir que ya no nos amas, que tu muerte en la Cruz ha perdido eficacia, sería negar aquel “mi gracia te basta” (2Co 12,9)…
Decir esto apagaría la mecha humeante en muchos… envalentonaría a nuestros (y también tuyos) enemigos… serviría de acicate para nuestros miedos y obstaculizaría las epopeyas a las que estamos llamados. Pero aún más… sería negar a tu Iglesia y su misión sobre la tierra y sería también negar la creación como obra salida de tus manos, ya que como decía San Alberto Hurtado “Dios ha creado al mundo, no para tener sabios, poetas, artistas, financistas…. sino para tener santos”.
Sería también cerrar los ojos a la realidad y no ver que tu Gracia sigue obrando maravillas, en lo cotidiano y también en lo extraordinario… sería no ver a una Madre Teresa de Calcuta, a un Juan Pablo II que con sus escritos y sus vidas no hicieron otra cosa que trasmitirnos de parte Tuya que ¡tenemos que ser santos!… ¿En nuestra época? Sí… así lo dijo él: “En los momentos difíciles de la historia de la Iglesia el deber de la santidad resulta aún más urgente”. Y así lo dijo ella: “La santidad no es un privilegio para algunos, sino una obligación para todos, ‘para usted y para mí’”.
Que no se digan Señor estas cosas… pero más aún ¡que ni se piensen! Porque en definitiva, decir o pensar esto, sería negarte Señor, porque un Dios que no es el de antes, que no tiene infinito poder para hacer maravillas “con” y “a pesar de” sus creaturas, que no nos ama, que funda una Iglesia sin sentido o realiza una creación sin un objetivo… ese Dios sencillamente no existe… porque Tú no eres ese Dios.
Y en cuanto a nosotros, sería escondernos, hacernos parte de la masa, excusarnos y no aceptar que Tú sigues siendo el mismo y con los mismos deseos –¡y más todavía!– de contar santos entre tus hijos.
Y, permíteme Señor, una última súplica: que ningún cristiano diga o piense estas cosas… pero sobre todo que no lo piensen –¡y menos lo digan!– quienes están llamados por vocación a ser “campeones de la santidad” (no por ser tales, sino por buscarla infatigablemente); quienes por oficio deben recordar al mundo en todo momento y a costa de cualquier precio que Tú nos quieres santos; quienes justamente han dejado todo (patria, padres, hermanos, amigos, bienes, posibilidad de formar una familia y hasta su propia voluntad), han dejado absolutamente todo sola, pura y exclusivamente para ser santos. Un religioso o una religiosa que no busca la santidad, ¡Señor, Tú lo sabes mejor que nadie!, es una de las contradicciones más grandes que puede concebir nuestra inteligencia, ya que se trata de un contradicción sobrenatural… la de decir un taxativo SI al Bien Supremo dando la espalda a todo lo demás, y a renglón seguido decir un contundente NO al Infinitamente Feliz para abalanzarse vorazmente a las tristes migajas de las creaturas.
Que no se diga… que no se piense… porque Tú, que eres el Verbo de Dios, la Palabra pensada eternamente y dicha una vez en el tiempo, pides y obras otra cosa: “sed santos como es Santo vuestro Padre celestial”. Mt 5,48.
Me ha encantado!, adelante!, si Podemos ser Santos ahora!
Oh eterno Padre, ayudanos a ser santos
Me encanta. Un cristiano no puede dejarse llevar por el desánimo, ni justificarse por las situaciones adversas. Nuestra meta es la Santidad, nuestro camino, el Amor de Dios, apoyados siempre en la Fe y en la Esperanza de que, a pesar de todo, la Santidad es posible.
Sí podemos! La hermana de Santo Tomás le preguntó qué era necesario para ser santos y él le respondió una sola palabra: «querer». Bendiciones!
Bien dicho!!!
Hola Padre. Por favor le pido su oración para poder formar una familia como la que menciona en el artículo, si es la Voluntad de Dios. Un saludo.
Hola Padre. Me enganche con este texto, que bonito texto y sentido. Se aplica aún ahora pleno 2024. Que Dios siga bendiciendo esa cabecita Padre y esa pluma para que nos regales textos hermosos como este. Bendiciones.