No hay ninguna duda que defectos tenemos muchos y la lucha contra ellos tiene sus victorias y derrotas y para eso tenemos las ayudas de San Ignacio con los exámenes y la confesión semanal…; pero lo que llama a veces la atención es cuando descubrimos un defecto “nuevo”, y más aún cuando ese defecto estaba disfrazado de virtud… realmente es una gracia descubrirlo y también ponerse manos a la obra a combatirlo, así que… ¡allá vamos!
¿De qué se trata? De la solapada vanagloria o respeto humano tras una aparente humildad o prudencia. ¿Cómo? ¿Les digo el final o el proceso? Vamos al proceso… así se quedan leyendo un poco más (de hecho, más que nunca me interesa que terminen de leer… ya verán 🙂
Nosotros, por ser religiosos y, además, por gracia de Dios al ser una congregación nueva y no tener bienes, hemos aprendido de chiquitos (hablo del Noviciado, aclaro…) a pedir limosna para sobrevivir. Claro que nunca fue “puerta por puerta” como las órdenes mendicantes (como hacían los dominicos y franciscanos, por ejemplo) pero sí, por teléfono, por mail (no había en ese tiempo WhatsApp) y muchas veces, por supuesto, presencialmente, debíamos hacer un acto de humildad de pedir ayuda económica para poder mantenernos en las casas de formación.
En primer lugar, obviamente que el “ataque” era familiar… pero la cosa no quedaba ahí, había que pedir también por aquellos compañeros que no tenían una familia que les pudieran ayudar, así que tocaba visitar parientes varios, amigos de nuestros padres, etc. y la cosa, realmente, sobre todo al principio, costaba bastante. Hasta ayer eras el hijo de un pariente o un amigo que andaba por ahí, pasabas a saludar, etc. pero sin ningún problema económico (sí con otros problemas…) y ahora resulta que te habías convertido en un pobre que andaba mendigando para comer… y encima vestías raro.
¡Bendito Noviciado, bendita formación y bendita pobreza que nos enseñaron a vivir! El bien que estas cosas hacen al alma de un religioso es difícil de valorar en un par de líneas como las que estoy escribiendo. Además, claro que no es algo solamente del Noviciado, ya que durante el Seminario[1] incluso teníamos “salidas económicas”, es decir, no alcanzaban las vacaciones para pedir, entonces había que hacer dos salidas en el año “ad hoc”, o sea, solo para “manguear” (argentinismo).
Luego llegamos al tiempo de la misión y el pedir, claro que sí, sin duda sigue siendo parte de nuestra misión; y si bien pedir para necesidades básicas como pagar la luz de la parroquia (o el gas) no hay mayores dificultades –además, con años de “práctica”…–, sin embargo, pedir para un apostolado puntual estando en Europa, cuesta un poco más; porque, por un lado, las instituciones benéficas ayudan a continentes más pobres, y, además, se entiende que en todo apostolado que se realiza aquí las personas/familias tendrán con qué pagar. Ambas cosas no son tan así al menos en esta parte de España que me toca vivir…
Pero bueno, hasta “ahí” todo estaba “bajo control”, es decir, sabíamos que eran temas un poquillo complicados por lo que acabo de decir, y, Providencia de por medio, la cosa marchaba sin mayores sobresaltos (siempre llegando a todo “justito” pero bien, bien, llegando…).
Ahora puntualmente el tema de pedir ayuda para el apostolado por internet, era algo que nos parecía estábamos haciendo “en su justa medida”. Nuestras arcas son mínimas y se van achicando mes a mes, pero bueno, siempre confiando en la Providencia, alguna ayuda aparecerá y no es mucho más lo que se puede hacer porque no estamos “vendiendo un producto” y tenemos que evitar, como la peste, que se nos asocie con el poderoso caballero don dinero, etc. etc. Digamos que este rozamiento tiene parte de verdad… pero en lo que he caído en la cuenta es que hay una parte que no la tiene…
El punto es este: pedir, siempre será pedir… y siempre dará un poco de “no sé qué” hacerlo; pero si no pedimos para una misión muy pobre o en guerra, da un poco más de “no sé qué”; y si, además, la petición es para algo “no tangible”, como es lo virtual, hay que agregarle otro “no sé qué”; y como a veces puede dar la impresión de que estamos “vendiendo un producto”, o a nosotros mismos, o al canal de YouTube, etc., hay que agregarle otro “no sé qué”; y, por último, por si faltara algo, si nos entra la idea de que quizás del otro lado hay quienes no pueden valorar el esfuerzo que todo esto conlleva porque lo único que ven es alguien hablando detrás de una cámara o un post escrito, entonces le agregamos el “no sé qué final”.
Pero hoy he caído en la cuenta que esos 5 “no se qués” son camufladas maneras de presentarse el amor propio bajo la forma del “qué dirán”. Y como el qué dirán es falso, es decir, se sustenta en algo que no tiene peso y, por tanto, nos hace obrar inadecuadamente, entonces voy a aplicarme en lo que queda del post, a mostrar las falacias del mismo, en orden a vencerme a mi mismo y atacar, inescrupulosamente, vuestros bolsillos 🙂
Ataque furioso a los 5 “no se qués”
- “No se qué” de pedir: ya dijimos cuánto sirve a la humildad… ¡qué bien nos viene! Pero, además, recordemos el bien que le hacemos a quien les pedimos. Podemos decir con San Pablo “No es que busque yo la dádiva, sino que busco que aumenten los intereses en vuestra cuenta” (Flp 4,15). Muchas veces en los primeros tiempos, cuando costaba más, el motivo del pedir era especialmente el bien del alma de quien podría dar la limosna. Aquí pasa igual… porque como dice la Escritura “la limosna libra de la muerte, y es la que purga los pecados y alcanza la misericordia y la vida entera” (Tob 12,9). Realmente el que recibe el mayor bien cuando se da limosna es el que la da, no el que la recibe. De ahí aquello de San Juan Bosco ante la señora ofendida porque él no le había agradecido la limosna que le acababa de dar: es Ud. la que me tiene que agradecer a mí –le dijo–; lo que Ud. me dio se acaba en unas horas porque lo gasto en comida para mis jovencitos; pero con esta limosna Ud. se gana el cielo.
- …de no pedir para alimentar a los pobres o para una misión en guerra: de hecho, alguien podría objetar lo que acabamos de decir, afirmando de que no se trata exactamente de una limosna porque no hay pobres en juego, etc., pero, pregunto ¿acaso hay mayor pobreza que no conocer a Cristo? ¿No es el Señor la mayor de las riquezas que tenemos y que podemos ofrecer? Sino lo pensamos/sentimos así, algo va mal… Además, muchas veces con lo que hacemos ayudamos a dar visibilidad a esas misiones y, por tanto, les ayudamos a recibir colaboración.
- …no es algo tangible: va un poco unido a lo anterior pero también se podría aplicar a otras cosas, porque por ejemplo pedir dinero para una imagen, no es pedir para los pobres, pero es también un poco más sencillo, ya que “ahí está”, se ve, se puede de algún modo palpar el fruto de lo aportado. Aquí, en lo del ciberespacio, estamos hablando de aportar económicamente por “bits” que no se ven ni sabemos qué son… Pero ¿alguien podría no darse cuenta de la revolución cultural que han producido estos “bits”? Es decir, ¿alguien puede no ver cuánto influye el mundo del ciberespacio en las vidas de la grandísima mayoría del planeta? Es por esto que San Juan Pablo II en el 2002 dijo que el “Navega mar adentro”, es decir, aquello que siempre se ha tenido como la llamada del Señor a ir a las misiones más difíciles, etc. etc. tiene como centro en el tercer milenio, al ciberespacio[2]. Por tanto, quien aporta para la evangelización por internet está haciendo lo mismo que antes (y ahora también claro) se hacía cuando se juntaban fondos para las misiones más extremas, para que el evangelio llegase hasta el último rincón del planeta.
- … que vendemos un producto: o el canal, o a nosotros mismos, etc.; nadie va a pensar que un sacerdote detrás de un ambón en la Santa Misa va a vender un producto porque nadie se coloca allí para hacerlo (de hecho, al menos donde estoy sería ir a la quiebra rápidamente…); pero sí, el mundo de internet, de YouTube, etc. se utiliza mucho para vender… muchos jóvenes y no tan jóvenes buscan “ahí” su sustento y muchos lo logran y con creces. Esto no tiene nada de malo (al menos en general, habrá casos y casos) pero lo que nosotros hacemos es absolutamente distinto porque no tratamos de vender nada ni a nadie… las personas particulares aquí importamos bastante poco, hoy estamos, mañana Dios sabrá; lo importante es el mensaje o, mejor aún, Él importante es Jesucristo; y en cuánto a los Ejercicios Espirituales, la importancia le viene justamente por ser una inspiración del Espíritu Santo y no ser más que una exquisita y privilegiada herramienta para hacer conocer y seguir al Señor.
- … no parece haber esfuerzo detrás: generalmente es más fácil ayudar a quien vemos se sacrifica en lo que hace; de algún modo queremos compartir el sacrificio ofreciendo nuestro apoyo económico. Respondo a esto solo diciendo que hay mucho trabajo y de muchas personas detrás de todo esto y no abundo más porque de todas las “falsas razones” que a manera de tentación aparecen para no pedir ayuda, creo que esta es la más fácil de desenmascarar.
El proceso de esto que les vengo diciendo comenzó cuando un sacerdote me mostró al canal de un pastor evangélico de Miami y la cantidad de dinero que recaudaba (que él, el pastor, no tenía problema en comentar); y si bien quizás algo de teología equivocada habrá de fondo (los evangélicos suelen darle mayor importancia a la prosperidad económica como parte de la bendición de Dios), también sin duda habrá algo de falta de generosidad de nuestro “auditorio” (uno generalmente paga donde come, no come en un lado y paga en otro) y, por nuestra parte, falta de virtud y claridad en nuestras peticiones. Así que con este post estoy supliendo nuestra falencia… queda de parte de ustedes corregir la otra.
En toda Granada, se hizo popular el grito de San Juan de Ávila, quien por las noches iba por las calles con unos morrales y unas ollas gritando: “¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien!”. Las gentes salían a la puerta de sus casas y le regalaban cuanto les había sobrado de la comida del día. Aquí no les pedimos comida sino dinero, por razones obvias, pero podemos repetir con el Santo: “¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien!”.
Aprovecho para agradecer a todos los que mensualmente nos ayudan, sin quienes no podríamos seguir.
Ahora estamos pidiendo puntualmente para poder llegar a más personas en la próxima tanda de Ejercicios Espirituales que comienzan en Cuaresma. El año pasado comenzaron 60.000 personas, que no es un número menor, para nada, pero estamos hablando del 0.013% de los católicos de habla hispana… ¿no te parece que podríamos llegar a más? ¿nos ayudas?
Quiero hacer el bien para mi bien: Donar
Decíamos que todo lo que hacemos no tiene otro fin que hacer conocer y amar a una persona… pero en realidad son dos, porque no tendríamos a una sin la otra y a la obra de la redención la han realizado juntos. Por tanto, sin duda, también por María hacemos todo lo que hacemos…
[1] Aprovecho para evocar estos recuerdos de nuestro Seminario: Aguante la finca
[2] Para la Iglesia, el nuevo mundo del ciberespacio es una llamada a la gran aventura de usar su potencial para proclamar el mensaje evangélico. Este desafío está en el centro de lo que significa, al comienzo del milenio, seguir el mandato del Señor de «remar mar adentro»: «Duc in altum» (Lc 5, 4). Juan Pablo II Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II para la XXXVI Jornada Mundial De Las Comunicaciones Sociales, 12/05/2002; tema: «internet: un nuevo foro para la proclamación del evangelio»
Gracias, padre por todo lo que dijiste. Me diste el impulso que necesitaba. Y las razones para explicar lo que hago cuando me las pidan ( a los de mi familia, claro)
No dejes de explicar lo obvio, a veces somos bastante duros de cabeza, y no nos damos cuenta solos… Ojalá también puedan editar aquéllo de lo que hablamos y sirva para la misión!
Gracias Padre Gustavo por su entrega en su sacerdocio y por lo que nos ha compartido en los ejercicios espirituales que comparte incansablemente. Dios le siga dando la gracia, dones que necesite en su ministerio sacerdotal. Siga contando con mis oraciones 🙏🏻🙏🏻