Transcribo un texto de un Grande, el P. Leonardo Castellani (del libro «Ideas de mi tío el cura). Su sabiduría por momentos encandila un poco pero todos podemos sacar en claro la tesis de este escrito, provechoso sobre todo en estos tiempos.
PRIMERO POLÍTICA
«Las batallas de la nueva educación habrá
que ganarlas primero en el campo de las Reformas Políticas” ,
(Sra. Rebecca de Bergmann,
Congreso Pedagógico, Córdoba).
Una vez oí decir a mi tío esta fórmula: “Primero política”. Y me escandalicé, porque eso es paganismo y herejía, anteponer la política a la Religión, como en los países protestantes, donde el Papa dellos es el jefe del Estado. Pero mi tío me tomó en paciencia y comenzó a instruirme déste modo:
“Una vez se empantanó un autobús en un pantano entre Calchaquí y Vera, y allí se hundió hasta el eje. El chofer se tiró al barro, y después de diligente examen del motor, invitó a los tripulantes a bajarse a ayudarle a tirar de una cuerda que él fijara en el radiador. Los tripulantes eran entre otros un joven presidente de la Acción Católica, una señora secretaria de la Sociedad de Beneficencia y un Padre Misionero. El joven quería bajarse: pero la señora temió ensuciarse y tenía algo mejor que hacer, contar el dinero que llevaba colectado para el hospital de Reconquista; mientras, el Reverendo se asomó al pescante y le echó una exhortación: “Querido amigo (dijo con voz tronante), trate de poner en marcha el motor; y si es posible, de reforzar el motor; aquí lo que falla, créame, es el motor; ¡usted, tiene la culpa por no traer motor suficiente! Si nosotros lo sacamos de este pantano, usted caerá en otro, y así sucesivamente. ¡Vamos a la raíz del mal! ¡Refuerce el motor! Yo estoy rezando mi breviario. Nuestras actividades son más necesarias e importantes que su actividad de chofer, en la cual usté está fallando ¡y pretende ayuda encima! Cuándo usté tenga un motor adecuado, no habrá temor de ningún pantano”.
“— Reverendo Padre — respondió el chofer— el motor está lleno de agua. Si ustés no quieren tirar la soguita, aquí nos quedamos con el coche, y le prevengo que se hunde por momentos…”
Aquí yo corté a mi tío:
— ¿El chofer es el gobierno argentino?
— No el gobierno argentino, sino el Gobierno: la Autoridad y el Orden Civil en general.
— ¿Y la moraleja?
— La moraleja es:
“En nuestro gran país presentemente,
como cualquiera sabe,
si el problema moral es el más grave,
el político empero, el más urgente”.
Y eso quiero decir yo con la fórmula “primero política”. Primero en el tiempo, no en la natura.
— Usted es medio aficionado a las fórmulas medio heréticas, tío.
— Desde que enseñé Historia de la Filosofía. Aprendí que todo error tiene un alma de verdad. Desentrañarla no es inútil. Por ejemplo acá. Esa fórmula tiene dos sentidos falsos: pero puede tener un sentido sano. Es una fórmula ambigua, como casi todas las que usa este mundo confusionario.
Primer sentido malo: que la política en el sentido hegeliano sea la primordial de las humanas operaciones, por arriba de la virtud y de la contemplación. Error pantheo-cesarista de Hegel: estadismo.
El segundo más sutil sería que lo político es heterogéneo a lo moral; la política un puro arte y no una ciencia ni una prudencia, (viejo error filosófico: “metábasis eis allo génos”) y que puede (debe), por ende ser concebida y cultivada independientemente. Este es el desliz amoralista de Macchiavello; exitismo.
El tercer sentido es éste: dado que los errores teológicos y amorales descienden siempre, por ley necesaria del agir humano, a encarnarse en realizaciones políticas, puede darse el caso de un Estado de tal suerte invadido por ellos que la operación restauradora del orden sea forzada de empezar por abajo: que una acción política inmediata condicione sinequanón toda otra acción de orden superior….
— ¿Y ese es el caso de la Argentina?
— Un momento. Yo me inclino por ahora a creerlo: pero es mucho más espinoso de probar, ni me toca, a mí tampoco, que sólo me concierno con los principios. Mas déjame confirmarlos primero con la autoridad de un buen filósofo católico, Mr. Jacques Maritain, tomista[1]. Dice así: “En sí según el orden esencial de las cosas lo político subordínase a lo moral. Subordinación total, entera, infinita, digamos, fundada ella sobre el subordine de los fines: pues el fin de la política no es Dios mismo, y ende por elevado que aliunde sea, está infinitamente por bajo del fin de la moral que es Dios mismo: soberana beatitud del hombre.
“Pero Maurras, por razones de su proceder empírico no habla aquí de la jerarquía de las esencias o subordine de los fines; no baja de principios a conclusiones, mas remonta de efectos a causas. Es decir, supuesto que en el dominio del Agir el fin es quien juega rol de principio o cabeza (véase el tratado sobre la Prudencia), Maurras no se ubica en el orden de “intención” mas en el de “ejecución”; y a lo que viene primero en este orden solamente atiende, es decir, al medio próximo condicionante humanamente todos los otros; el cual débese presuponer para asegurar el porvenir de la inteligencia y el restauro del orden. Ahora, el primer medio en el orden de “ejecución”, y condición previa de este restauro es (dice él, y en eso la filosofía debe darle razón), una redistribución de la autoridad en la Polis que no sea contranatura.
“Sin esta condición todos los esfuerzos individuales de orden social, moral, intelectual, religioso… esfuerzos en sí más nobles que la actividad de un afiliado a un grupo político — y más necesarios y siempre indispensables— quedarán impotentes a inscribir un resultado durable en la vida común de los hombres…
“Primero Política”
“Si ese “primero” se refiere entonces, no a la natura sino al tiempo (primum tempore sed non natura), no al fin intento y al orden de intención (lo que sería divinizar el Estado), sino a las condiciones suponederas en el orden de ejecución. Primero política es una verdad de simple buen sentido…”
— Hasta aquí Maritán, dijo mi tío.
— ¡Cómo! Entonces Ud. cree que yo debo desfiliarme de la Acción Católica, y meterme en esa porquería que es la política! — se me escapó decir a mí, que quería atajar y temía un sermón de mi tío.
— ¡Jerónimo!
Mi tío que era muy iracundo, me miró con los ojos fulgurantes que tenía para cuando yo usaba alguna gansada jefe. Y como solía hacer en esos casos para castigarme, se calló y me echó del cuarto hasta el día siguiente.
Al otro día dijele muy contrito:
— Tío, qué gansada ayer. Yo quise decir “la politiquería” y no la política. Ya sé que la “política” en su vero sentido es una noble cosa, virtud de dirigir hacia el Bien Común, y es la primera de las dos vidas que Aristóteles juzga dignas del hombre varón: “politikos bíos”, y por encima de ella “theoretikós bíos”; mientras que la vida de la mayoría de los argentinos pudientes, la vida de diversiones que llaman “vida social” o “mundana”, la llama el filósofo desdeñosamente “paidikós bíos” o sea “vida de chiquilines”[2].
— No fue eso lo que me sulfuró, dijo, sino la otra herejía gansal que echaste, de salirte de la Acción Católica para hacer acción política. Y me indignó porque está subtendida por una confusión que cunde, aun entre gente que deba saber mejor; confunden dos órdenes de acción aquí sí heterogéneos; y caen en los más singulares malentendidos.
Acción católica es “participación del Apostolado Jerárquico”, o sea cristianización: obra altísima, de orden sobrenatural, mechada de oración y virtudes teologales, y en la cual somos meros “instrumentos inútiles” de Dios.
Acción política es una obra de orden humano, aunque nobilísima, que tiene sus leyes propias, que puede ser requerida por la otra como rémovens próhibens, y a la cual todo ciudadano tiene obligación, y algunos de entre ellos, adalides natos, estricta y rigurosa Vocación.
Yo no sé si en mi patria esa acción política de que hablamos ha devenido talmente apremiante que condicione cualquier otra obra de orden superior. Mi vida de lisiado me prohíbe bajar dél cielo de los principios a justipreciar los hechos — dijo con amargura mi tío mirando el montón de diarios sobre su cama— . Pero, vive el cielo, lo sospecho. Y te voy a poner tres argumentos, o mejor dicho tres ejemplos.
La Escuela. La Prensa. La Cuestión Social.
La Escuela Argentina es laica, que no quiere decir neutral (no hay neutralidad en religión), siendo impía es emponzoñada.
Todos los niños pobres argentinos son violentados a comer ese alimento. A los chicos pudientes Ies permite la autoridad que vayan a Colegios expresamente hechos para ellos por los religiosos, con tal de que paguen dos veces su educación y se sometan a una serie de sutiles vejámenes. Este es uno de nuestros “Crímenes Nacionales”, y el mayor acaso. ¿Crees que basta para repararlo el catecismo parroquial y las abnegadísimas escuelas gratuitas católicas, — como la hermosa y humilde obra, de la “Conservación de la Fe” que la revista Para Ti revelaba hace unos días a los porteños asombrados?
No basta. Eso se debe hacer, y es eficacísimo y necesarísimo en el orden sobrenatural, como una especie de oración o martirio (“et ni de vaincre, mais de n’ être pas vaincu”, que dice Claudel). Pero se debe hacer justamente para obtener lo otro, el orden natural y normal, la regulación racional y justa, obtenible por ejemplo con la “Repartición Proporcional”, el gran proyecto del Dr. Juan Cafferata. Y eso solamente se puede obtener por medios políticos, así como la actual injusticia y violencia, se impuso al país desprevenido y dormido por medios abusivamente políticos.
La Prensa. Cuando el hijo del pueblo sale de la Primaria-Gratuita-Laica-Obligatoria ¿su instrucción ha terminado? Recién entonces va a empezar. La escuelita le ha dado únicamente el órgano de la instrucción intelectual, saber leer y escribir. Todas las demás pamplinas que se afanan nuestros grandes pedagogos por empalizarles se acabaron apenas traspuso el niño obrero o colono el dintel escolar; porque no las ha asimilado de un modo biológico, sino tragado de un modo libresco, ¡Y lo sé por experiencia, yo soy un hijo de la Laica! — gritó mi tío exaltándose bruscamente como si alguien le contradijera…
“Pues bien, ¿quién se encarga de esa información — y conste que no hablo de la educación total sino sólo de la intelectual— que comienza al salir el argentino-pueblo de la Primaria? La Prensa, sin género de duda, incluyendo dentro ese término también las revistas, las novelas, los espectáculos, las diversiones, y la popularísima dellas, el Cine. Si la vera Universidad de hoy es la Biblioteca y la Natura, la vera Escuela de hoy es el diario y el espectáculo: y diarios y espectáculos están hoy “industrializados”, entregados al mercader y sojuzgados a la ley del Lucro. Dime quién te divierte y te diré quién te domina; a los argentinos antes nos divertía Cervantes, ahora nos divierte el Cine Yanqui. Yo no te quiero hablar de los pasquines, que son otro de los “Crímenes Nacionales”, pero ¡la prensa seria! La prensa seria nuestra (llamada comúnmente “grande” cuando sólo es “gorda” ) a pesar de la buena voluntad de alguna della, no educa al país; lo deseduca, lo embrolla, lo desvae, lo hace pensar en lo que no le importa, perder el sentido común que le queda. Lo mece en el mundo sideral de la luna de Valencia.
Tampoco esto tiene arreglo fuera del dominio político; pues su origen está en el político Mito novecentesco de la LIBERTAD de PRENSA. La Libertad de Prensa, corrupción de una santa verdad que se podría llamar “primacía del pensamiento”, es en la práctica hodierna simplemente “la patente al sofista”, la libertad de aprovecharse el (intelectualmente) fuerte del débil, licencia para el muchachón de trompear al pibe. Esclavitud del pensar.
“The modern world seeks anxiotisly not the freedom of the Press but the freedom from the Press”, dice Oswald Spengler.
La cuestión social. Pongamos la cuestión agraria argentina que es su aspecto más apremiante. También aquí una acción política aparece ligada hondamente, si no preliminarmente, a toda vasta acción apostólica. El orden o digamos “ordenoide” actual oprime al chacarero y está minado de grandes abusos, unos queridos, otros tolerados o al menos no impedidos por los que rigen. Y la Iglesia aparece a muchos como solidaria de ese orden y sus regentes, por el hecho de oponerse a la “anarquía” que es un mal peor. La Iglesia defiende el actual orden imperfecto no en lo que tiene de imperfecto mas en lo que tiene de orden. Pero al fin y al cabo aparece al pueblo defendiéndolo. Esta apariencia es triste y peligrosa; la que llaman en Francia “apostasía de las masas” ha sido sin duda causada primordialmente por ella, como lo probó la larga y profunda encuesta reciente de La Vie Inteíleetuelle. Ese abismo entre la Iglesia y el pueblo en Francia, es entre nosotros solamente un zanjón; pero un zanjón que se ahonda sensiblemente. Si el chacarero no viese al cura de campaña como el pobre y abnegado, fácilmente podría inducirse a creer que la Iglesia es “terratenienta” o capitalista, o por lo menos que tiene intereses con ellos conjugados: los que hacen los banquetes a los obispos y fundan hospitales marca Juan de Robres, los que constituyen como la corte y la guardia de corps de la iglesia oficial ¿quiénes son sino los grandes terratenientes y sus adláteres naturales, profesionales, comerciantes y empleados que coalecen la masa de intereses-hechos llamada por Rodolfo Irazusta “la oligarquía argentina”?
No basta que los Papas hagan magnas Encíclicas doctrinales en defensa del trabajo y la justicia social; es menester que varones católicos con el don de la vocación política, tal Engelberto Dollfuss, las encarnen (a costa de su vida si es preciso) en hechos institucionales”… —concluyó mi tío.
Y yo volvíme a casa musitando cabizbajo la canción del mendigo en L’Opera de Quat’sous, que mi tío vertiera al castellano en esta forma:
Los que nos predicáis la vida santa
hacer el bien y combatir el mal,
dáca primero pan y “anguna” manta
y después venga l’otro y la moral
El Reino de los Cielos de los pobres
no os hace mucho comezón, ¡sandié!
Vosotros preferís el de los Cobres
los que amáis “vuestra” plata y “Nuestra” Fe.
Mi nena que murió tuberculosa
me la vino un señor a bautizar.
Yo creo sí que está en el cielo hermosa
pero hay un Dios que dijo: “No matar”.
Que nos escuchen como los escucho
pero si siguen apretando los…
reventaremos si nos aíslan mucho
y hay que llegar al entrevero atroz…
O si no ¡que haya Dios para los dos!
[1] Jacques Maritaín, Primauté du Spirituel, Plon, París, 1927, 12e., pág. 202, apénd. V. Va sin decir que M. en este texto no defiende el total sistema político de Maurras, ni mucho menos su metafísica, condenada por la Iglesia; mas simplemente reconoce y destaca en él, como leal adversario, un teorema filosóficamente verdadero.
[2] 2 “ Ouk en paidia… e eudaimonía” (Eth. Nic., X, cap. VI, 6).
No discernir la ciudadania del Cristiano, conduce a falacias, que promueven problemas de identidad. Hombre de doble ánimo. Es necesario hacer esto o aquelllo ( bajar del colectivo y palear patognonomónico del Cristiano) sin dejar de ser lo que se es, y hacer lo que nos está mandado hacer ( Mt 28:20), en tanto llevamos el colectivo ( peregrinamos) hacia nuestra veradera patria. Nunca abandona totalmente el hombre la utopía del paraiso terrrenal ( por eso estamos aquí y es necesario morir) ni la idea que el colectivo ( que podemos ser cada uno) avance por y sólo nuestra propia fuerza ( neopelagianismo). Participamos de la polis terrenal desde el nacimiento ( casa, hospital, sanatorio) en una familia, la escuela, el trabajo. Lo que no quita y no debe confundirnos que vivimos en el destierro( 1 P. 1: 17-20). Revelada la resurrección de los muertos, nuestra veradera patria ( ciudadanía) es el cielo ( Fil 3:20; Col.3: 1:4; Heb 11:13-16). Los falsos doctores siempren van a plantear la salvación del barro con el barro. De hecho una gran mentira, disfrazada de buena intención y acción.
En la relación con los demás surgen dirigentes, ya sean hombre o mujeres, que su primer objetivo debiera ser buscar el bien común, respetando, claro está, la libertad personal y la propiedad privada. Estos político deberían actuar de acuerdo con su fe. Realmente les falta ser coherentes con su fe, y elevan a la enésima potencia los respetos humanos, especialmente con sus votantes y benefactores. Terminan siendo marionetas de sus patrocinadores económicamente, perdiendo incluso su propia convicción.