¡Cuidado! ¡nos invaden!

Es conocido el episodio vivido en Estados Unidos en otoño de 1938 cuando el actor y futuro director de cine Orson Welles, adaptando la novela británica “La guerra de los mundos” y acompañado por la compañía teatral que él mismo dirigía, dramatizó por radio una invasión de marcianos, que se transformó probablemente en los 59 minutos más famosos de la historia en el mundo radiofónico.

Así, en plena víspera de Halloween, comenzó el relato: “Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa de baile para comunicarles una noticia de último minuto procedente de la agencia Intercontinental Radio. El profesor Farrel del Observatorio de Mount Jennings de Chicago reporta que se ha observado en el planeta Marte algunas explosiones que se dirigen a la Tierra con enorme rapidez… Continuaremos informando”.

Tras el primer corte y para darle aún mayor veracidad a la noticia, Welles retomaba la supuesta emisión de una orquesta desde el Hotel Meridian Plaza para volver a parar a medida que la ficticia invasión extraterrestre se iba desarrollando, “damas y caballeros, tengo que anunciarles una grave noticia. Por increíble que parezca, tanto las observaciones científicas como la más palpable realidad nos obligan a creer que los extraños seres que han aterrizado esta noche en una zona rural de Jersey son la vanguardia de un ejército invasor procedente del planeta Marte…”.

Una tercera intervención en la trasmisión fue para informar el aterrizaje: “Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado… ¡Espera un minuto! Alguien está avanzando desde el fondo del hoyo. Alguien… o algo. Puedo ver escudriñando desde ese hoyo negro dos discos luminosos… ¿Son ojos? Puede que sean una cara. Puede que sea…”.

Si bien se había aclarado al comienzo de la transmisión de que no se trataba de algo real, sea que algunos oyentes sintonizaron después, sea que no prestaron atención al comienzo, la consecuencia del hecho fue que miles de personas (algunos afirman que millones) tanto en New York como en New Jersey (las dos ciudades involucradas en el relato) cayeron en un pánico extremo, colapsando las carreteras y las comisarías, y los teléfonos de emergencia echaron humo durante varias horas recibiendo multitud de mensajes que decían haber visto a los extraterrestres.

Un autor de la época en un estudio sobre la psicología del pánico afirmaba sobre el hecho:

“Probablemente, jamás se ha visto tanta gente súbita e intensamente conmocionada en calles y paseos de todas las localidades del país como durante la noche en cuestión”[1].

Más allá de que otros autores hablaron años después que no fueron tantas personas ni tampoco se asustaron tanto, no hay duda que muchos sí entraron en pánico y que es, probablemente, el primer hecho histórico que nos da muestras del tremendo poder de influencia que tienen los medios de comunicación sobre nosotros.

Pero alguno podría sonreír ante la anécdota por la ingenuidad de los oyentes y con cierto halo de superioridad pensar que en estas épocas algo así no podría suceder. Y si bien estrictamente hablando algo “así” quizás no pueda volver a ocurrir, el motivo, a mi modo de ver, no es otro que el hecho de poder contrastar con otras fuentes de información, lo que recibimos por una de ellas. Lo cual, en lógica conclusión, nos da a pensar que, si todas las redes de información dicen lo mismo al unísono, el poder de convencimiento que se tiene ahora –usando esas armas– es mucho mayor que el de hace casi 100 años atrás. Y si bien puntualmente en lo que respecta a ovnis y esas yerbas quizás –y solo quizás– no sea el hombre moderno fácilmente convencible y manejable, sí lo es en lo que respecta a otros temas más sensibles para su vida como la salud.

Es que no solo son más los medios de comunicación, sino que son omnipresentes y omniabarcantes, además el hombre moderno, justamente por la influencia de esos medios, pero no solo por eso, ha perdido la capacidad de concentrarse y razonar. Decía “no solo por eso” porque hay que agregar, entre otras muchas cosas, la destrucción total del sistema de valores y la filosofía moderna rompiendo las inteligencias[2] (sabido es, metafísica y moral van de la mano, la segunda consecuencia de la primera), lo que transforma al ser humano en un ser muy manipulable.

Y así estamos en una situación sin precedentes en la historia de la humanidad donde la masa de la población mundial por miedo infundido desde los medios de comunicación reacciona acríticamente ante determinadas noticias y mandatos. Es hasta graciosamente paradójico: un mundo que se afanaba por su “libertad”, es esclavizado, se le quitan sus derechos más esenciales y lo mejor (o lo peor) es que la mayoría está feliz con eso –o al menos lo acepta sin chistar en absoluto–. El miedo como instrumento de poder es tan antiguo como el hombre mismo.

Se pierde la capacidad de pensar –y, por tanto, se dominar una pasión como el miedo– porque primero se dejó de lado la fe, que es resguardo y vitalidad para la razón; enseñaba san Juan Pablo II hablando de santo Tomás que “como la gracia supone la naturaleza y la perfecciona, así la fe supone y perfecciona la razón[3].

Pero, claro, es imposible vivir sin creer en alguna cosa, dado que nuestra inteligencia es tan limitada que no podemos dar casi un paso sin tener algún tipo de fe, por ejemplo, de que el pan que acabamos de comprar está hecho con harina y no con veneno, que la que nos acaba de llamar por teléfono es nuestra madre y no alguien que nos dijo que era tal pero nunca nos dio a luz, etc.; es decir, nos movemos y actuamos en muchísimos casos creyendo en datos que nos han dado que no hemos podido corroborar.

Abandonada la fe en Dios (hablo del Dios verdadero y de su Hijo encarnado), disminuida en gran manera la potencia intelectual-volitiva (nuestra racionalidad), dejados en manos de la influencia de las pasiones y creyendo acríticamente lo primero que aparece a la vista, el ser humano es excesivamente manipulable. Y si le sumamos la mencionada capacidad mediática de “información” y las técnicas de propaganda aplicadas no a vender un producto sino un sistema de ideas… bueno, el resultado es lo que estamos viviendo: miles de millones de personas haciendo lo mismo, permitiendo que le hagan lo mismo, y la gran mayoría contentos con eso, claro, para evitar un supuesto mal mayor, es decir, manipuladas por el miedo.

Hay otros fenómenos que se podrían mencionar en la situación que estamos viviendo, pero solo me detengo en uno más, que tiene que ver con la psicología de las masas y que hace coincidir al hombre moderno con aquel de tiempos no civilizados, de los cuales afirma el P. Cornelio Fabro[4]:

“El ambiente ideológico del sujeto singular y su comportamiento práctico se someten fácilmente a los influjos sociales, manteniéndose bajo la ‘tiranía’ del grupo, en proporciones sin comparación mayor a la de nuestra sociedad civilizada, porque en el hombre primitivo el pensamiento lógico todavía está demasiado atascado y no dispone siempre de fuerzas suficientes para controlare la presión de su ambiente”[5].

El P. Fabro habla del hombre incivilizado comparándolo con el civilizado de nuestra época y contrastando diferencias; pero él escribe esto en el año 1953 y en la introducción habla ya de una civilización condenada…

“El número de los verdaderos buscadores de Dios va decreciendo cada vez más en esta civilización condenada que deja al hombre extraño a sí mismo”[6]

Esta “civilización condenada”, justamente por el olvido de Dios, es la que en escasos 70 años después, ha producido un hombre incivilizado y manipulable aunque tenga un móvil en la mano.

Y, para terminar, y volviendo a las creencias a manera de dogmas que se nos han impuesto a nivel global, me permito citar a la Dra. Karina Acevedo Whitehouse quien desde el punto de vista puramente científico –pero de la ciencia que busca la verdad y no la que está al servicio del establishment–, ha seguido con mucha entrega rigurosidad intelectual, todos los avatares del Covid-19, asombrada y triste por la situación de sus colegas que callan o no quieren ver la verdad. Hablando de las creencias afirma:

“(…) Pensaba en las creencias que han salido a la superficie y prevalecido en la mayoría de la humanidad desde marzo de 2020 y que a 19 meses de distancia han agarrado aún más fuerza. Me impresiona cómo muchas de esas creencias no tienen sustento real. Como si fuera el resultado de un mago de espejos y humo, han logrado que un alto porcentaje de la humanidad las crea. Veamos algunas (en todos los temas que menciono, en posts previos he presentado las referencias científicas que sustentan lo dicho):

1) La creencia de que SARS-COV-2 es un virus altamente letal (…). La evidencia muestra todo lo contrario pero la creencia es más fuerte, y determina el actuar, el vivir, en consecuencia.

2) La creencia de que la vacunación es lo único que terminará con la pandemia. De nueva cuenta, esta creencia carece de sustento científico conceptual (…) Pero la creencia obnubila la razón, y determina el actuar, aunque sea ilógico e irracional: de ahí el aceptar más y más dosis (aunque sea del mismo producto que no está ofreciendo protección).

3) La creencia de que ‘seguir la ciencia’ quiere decir no cuestionarla, y quien lo hace es anti-ciencia, anti-social, anti-humanidad. Esa creencia, comprada a los medios de comunicación y dueños de las redes, germinó debido a una profunda ignorancia sobre lo que es el proceso científico: un eterno cuestionar; incluso a lo establecido, para así no crear dogmas.

4) La creencia de que alguien libre de vacuna es peligroso. (…)

Podría seguir y seguir enlistando y desmenuzando ‘creencias COVID-19’, pero ese no era el objetivo de este texto. Lo que quería era plantear aquí la importancia de revisar nuestras creencias, de preguntarnos de dónde vienen, si siguen siendo válidas…”[7].

¿Qué hacer ante lo que está sucediendo? Ya se me va alargando el post como para extenderme, pero solo diré que podríamos empezar con seguir aquel consejo que daba Mons. Keppler:

“¿Cuántos hay, por ejemplo, que han perdido buena parte de su paz leyendo los periódicos que, como una especie de obligación inventada por nosotros mismos, nos llenan de turbación o de ira cada día, con los ecos perversos y dolorosos del mundo, los mejores instantes que podríamos dedicar a leer y escuchar los consuelos de Dios en su Palabra que es continua oración?”[8].

Actualicemos lo que dice de periódicos y digamos mass media y agreguemos que no solo la Palaba de Dios –que debe estar sin duda en primer lugar– sino también cualquier libro bueno que nos ayude a pensar, y así creer a Aquel que es digno de ser creído, pedir la gracia para ordenar nuestras pasiones –sobre todo el miedo–, y discernir y ejecutar nuestros actos como personas individuales, únicas e irrepetibles.

Por no estar en condiciones el hombre moderno de hacer todo esto que mencionamos, es decir por vivir más como animalitos, instrumentos o máquinas que como seres creados a imagen y semejanza de Dios, los que mandan presionan un botón y mueven a miles de millones para acá o para allá… y ¡oh casualidad! esta Navidad también han decidido que no se puede celebrar en familia…

Pero, tranquilos, en contra de todo pacifismo tolerante[9] que nos han también mentalmente inoculado, San Pedro nos dice que “el rostro del Señor está contra los que obran el mal” (tarde o temprano deberán dar cuentas de sus actos) y, para nuestro consuelo aún a renglón seguido pregunta: ¿Y quién habrá que os haga mal si estáis celosamente entregados al bien? Aun cuando padeciereis por la justicia, dichosos de vosotros (1Pe 3,12-14).

Pues entonces, no sin la ayuda de Aquella por quien tenemos con nosotros al Niño Dios, que esta Navidad sea una nueva oportunidad para entregarnos celosamente al bien, es decir, tener hambre y sed de justicia [justicia = santidad] y así, siguiendo el consejo del Príncipe de los Apóstoles: “No tengáis de ellos ningún temor, ni os perturbéis; antes bien, dad culto a Cristo como Señor en vuestros corazones, y estad siempre prontos a dar respuesta a todo el que os pidiere razón de la esperanza en que vivís” (1Pe 3,15).

¡Muy feliz Navidad para todos!

P Gustavo Lombardo, IVE


[1] Cantril, Hadley (1940). The invasion from Mars. A study in the psychology of panic with the complete script of the famous Orson Welles broadcast (Carlos Reyles, trad.) [La invasión desde Marte. Estudio de la psicología del pánico]. Colección “Cosas que Importan”. Madrid: Revista de Occidente.

[2] Algo comentaba al respecto tiempo atrás: https://verbo.vozcatolica.com/el-ocaso-de-la-razon/

[3] Encíclica Fides et Ratio, n° 43.

[4] El P. Fabro del hombre ‘primitivo’ con esta aclaración: “En cuanto a los ‘primitivos’ hoy podemos decir que ser ‘primitivo’ en sentido absoluto no lo es ni pudo serlo ninguno de los pueblos actualmente existentes, sin embargo la etnología ha mostrado que algunos pueblos son más ‘primitivos’ que otros y que tales pueblos están bien lejos de encontrarse en aquella feliz condición de naturalismo y de ateísmo afirmada por la tesis iluminista y evolucionista”. Cornelio Fabro, Dio. Introduzione al problema teológico. Opere Complete, Vol 10. Editrice del Verbo Incarnato, Segni 2007, p. 15.

[5] Cornelio Fabro, Dio. Introduzione al problema teológico. Opere Complete, Vol 10. Editrice del Verbo Incarnato, Segni 2007, p. 15.

[6] Ibid, p. 7.

[7] Los recortes del texto son míos; puede leerse completo en  https://verbo.vozcatolica.com/wp-content/uploads/2021/12/Cuales-son-tus-creencias.pdf o en Telegram: https://t.me/akashacomunidad/910

[8] Citado por Mons. Straubinger en su edición de la Sagrada Escritura, al comentar 1Pe 3,10.

[9] Puede servir Nuevos Irenismos.

4 comentarios:

  1. Naydu Ordóñez Monsalve

    Gracias Padre! Feliz Navidad!! Gracias por su amistad!! Lo tengo presente en mis oraciones pues usted ha sido un regalo De Dios

  2. Hola P. Gustavo!!  He leído tu artículo  «¡CUIDADO! ¡NOS INVADEN!» .Es muy bueno, esta en tu línea, pero pienso, que si ves el lateral de un coche y lo tienes que describir, sin poder ver nada más que el lateral de ese coche, describirás, posiblemente que tiene dos ruedas, dos puertas y todo lo que te deje ver la vista, de lo que has de describir, otra persona que sólo vea la parte delantera, y sólo esa parte, describirá lo que ve, con diferencia a la parte lateral. Describen cosas diferentes, NO, aunque  no es lo global, que es el coche. Lo digo, porque la gente que está en primera línea atendiendo a enfermos COVID, lo describiría muy diferente…A pesar de todo, los Medios, no hacen ningún favor, manipulando siempre la realidad, en eso estoy totalmente de acuerdo y si nuestra fe fuera más grande, posiblemente nuestras convicciones nos harían ver mejor la realidad de forma global.FELIZ NAVIDAD Padre!!


    PG: Muchas gracias Rosa! ¿¿Tu quieres decir que una persona que está en primera línea atendiendo a enfermos de Covid diría que el hombre de hoy en día tiene mucha fe, de ahí que use muy bien su razón y que, por tanto no se deja llevar por el miedo infundido por los medios y, todas las cosas que afirma en general y puntualmente sobre el COVID son racionales?? Y además, ¿que actúa libremente sin un efecto masificador? Porque esas son las cosas que afirmo en el post; si estoy viendo solo una parte de la realidad y quien atiene en primera línea ve otra, hasta donde llego entender de tu texto, parecería que veríamos cosas contrarias. Feliz Navidad!

  3. Excelente artículo!!! Gracias por su mirada y claridad. Padre Gustavo. Da tranquilidad saber que somos muchos los que pensamos que los medios nos quieren manipular, que lo hacen por dinero y que la gente está cayendo en esta horrible trampa!!!😢

  4. Excelente articulo para despertarnos un poco del somnoliento sueño en el que hemos sido atrapados por los miembros del Nuevo orden mundial, pero es elocuente la frase de San Pedro nuestro Primer Papa de nuestra Santa Iglesia Catolica, «tranquilos, “el rostro del Señor está contra los que obran el mal”

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