Servidor de nuestra fe y de nuestra alegría

 

Así se presentó el Papa en la primera homilía de asunción de su pontificado. Hablaremos de esto y algunas cosas más que dijo en estos pocos días, tan ricos en doctrina que nos pueden ayudar a perseverar y a seguir creciendo en nuestra vida espiritual.

Hablaremos de varios temas a los que ha hecho referencia el sumo pontífice: la unidad, el amor, el apostolado, las vocaciones, la paz, la justicia.

 

Confirmar la fe

«Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y temblor, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de vuestra fe y de vuestra alegría, caminando con vosotros por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia. Amor y unidad: estas son las dos dimensiones de la misión que Jesús confió a Pedro»[1]. (León XIV)

“Con temor y temblor” son palabras de San Pablo cuando dice que cuidemos nuestra santificación con temor y temblor. El Papa las aplica al hecho de asumir el cargo. ¡Con cuánta humildad lo dice!

“Caminando con vosotros”: eso es hacer sínodo, es caminar junto-con. Es caminar juntos sin dejar de reconocer la autoridad que tiene.

Vamos a hablar de éstas dos frases: “el servicio de nuestra fe” y “el servicio de nuestra alegría”.

 

1- El servicio de nuestra fe

Dice san Pablo:
«Y aún cuando mi sangre fuera derramada como libación sobre el sacrificio y la ofrenda (el servicio) de vuestra fe, me alegraría y congratularía con vosotros». (Fil 2,17)

«(…) Con este espíritu de fe, el Colegio de los cardenales se reunió para el cónclave; llegando con historias personales y caminos diferentes, hemos puesto en las manos de Dios el deseo de elegir al nuevo sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, un pastor capaz de custodiar el rico patrimonio de la fe cristiana y, al mismo tiempo, de mirar más allá, para saber afrontar los interrogantes, las inquietudes y los desafíos de hoy»[2].

“Custodiar el patrimonio”: eso es confirmarnos en nuestra fe: ayudarnos a cuidar lo que hemos recibido.

¡Qué importante y claro cómo lo presenta el Papa!, y cuánto nos alegra eso. A la par que está al servicio de nuestra fe confirmándonos en eso, también está al servicio de nuestra alegría, porque sin duda eso nos alegra ¡y mucho!

 

2- La autoridad como un servicio

 

La expresión «servidor de vuestra alegría» tiene su origen en la Segunda Carta de San Pablo a los Corintios. En 2Corintios 1,24, el apóstol escribe: «No es que pretendamos dominar sobre vuestra fe, sino que somos servidores de vuestra alegría, pues os mantenéis firmes en la fe»[3]. Esta formulación representa un principio fundamental de la visión paulina del ministerio apostólico.

En esta declaración, Pablo establece una distinción crucial entre el ejercicio de autoridad dominadora y el servicio pastoral auténtico.

Entre las obras teológicas que desarrollan este concepto se destaca el libro de Joseph Ratzinger (posteriormente Papa Benedicto XVI) titulado «Servidor de vuestra alegría: reflexiones sobre la espiritualidad sacerdotal». Esta obra, constituye una reflexión profunda sobre la misión sacerdotal.

Ratzinger desarrolla sus reflexiones en torno a la misión sacerdotal analizando sentencias evangélicas sobre la llamada y el seguimiento de Jesús. Sin embargo, el libro no se dirige exclusivamente a sacerdotes y religiosos, sino a todos los cristianos que desean configurar activamente su vida según el Evangelio.

En estas meditaciones, el entonces cardenal Ratzinger coloca el encuentro con Jesucristo como centro y núcleo de la vida cristiana. El seguimiento implica dar un primer paso que será recompensado con “el ciento por uno”, y sus reflexiones buscan proporcionar impulso y orientación para este camino.

Al cuerpo diplomático del vaticano…

«Confío en que la Divina Providencia me conceda tener en el futuro ocasión de encontrarme con las realidades de las que ustedes provienen, permitiéndome acoger las oportunidades que se presenten para confirmar en la fe a tantos hermanos y hermanas dispersos por el mundo y construir nuevos puentes con todas las personas de buena voluntad».[4]

Autoridad con amor…

«Él —afirma el mismo apóstol Pedro— «es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular» (Hch 4,11). Y si la piedra es Cristo, Pedro debe apacentar el rebaño sin ceder nunca a la tentación de ser un líder solitario o un jefe que está por encima de los demás, haciéndose dueño de las personas que le han sido confiadas (cf. 1 Pe 5,3); por el contrario, a él se le pide servir a la fe de sus hermanos, caminando junto con ellos. Todos, en efecto, hemos sido constituidos «piedras vivas» (1 Pe 2,5), llamados con nuestro Bautismo a construir el edificio de Dios en la comunión fraterna, en la armonía del Espíritu, en la convivencia de las diferencias. Como afirma san Agustín: «Todos los que viven en concordia con los hermanos y aman a sus prójimos son los que componen la Iglesia» (Sermón 359,9)»[5]. (León XIV)

«(…) ¿Cómo puede Pedro llevar a cabo esta tarea? El Evangelio nos dice que es posible sólo porque ha experimentado en su propia vida el amor infinito e incondicional de Dios, incluso en la hora del fracaso y la negación. Por eso, cuando es Jesús quien se dirige a Pedro, el Evangelio usa el verbo griego agapao —que se refiere al amor que Dios tiene por nosotros, a su entrega sin reservas ni cálculos—, diferente al verbo usado para la respuesta de Pedro, que en cambio describe el amor de amistad, que intercambiamos entre nosotros. Cuando Jesús le pregunta a Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» (Jn 21,16), indica pues el amor del Padre. Es como si Jesús le dijera: “sólo si has conocido y experimentado el amor de Dios, que nunca falla, podrás apacentar a mis corderos; sólo en el amor de Dios Padre podrás amar a tus hermanos ‘aún más’, es decir, hasta ofrecer la vida por ellos”. A Pedro, pues, se le confía la tarea de “amar aún más” y de dar su vida por el rebaño. El ministerio de Pedro está marcado precisamente por este amor oblativo, porque la Iglesia de Roma preside en la caridad y su verdadera autoridad es la caridad de Cristo. No se trata nunca de atrapar a los demás con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder, sino que se trata siempre y solamente de amar como lo hizo Jesús»[6]. (León XIV)

 

Unidad

 

«Hermanos y hermanas, quisiera que este fuera nuestro primer gran deseo: una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado. En nuestro tiempo, vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres. Y nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad. Nosotros queremos decirle al mundo, con humildad y alegría: ¡miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! ¡Acojan su Palabra que ilumina y consuela! Escuchen su propuesta de amor para formar su única familia: en el único Cristo somos uno»[7]. (León XIV)

«Y lo que constituye, tal vez, la expresión moderna más hermosa y fuerte de la realidad del Reinado social de Cristo Rey»[8]. (p Buela)

«¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo! Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura. de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre». ¡Sólo Él lo conoce!»[9].

PAZ, JUSTICIA Y VERDAD

«Además de ser un signo concreto de la atención que sus países reservan a la Sede Apostólica, su presencia hoy es para mí un don, que permite renovar la aspiración de la Iglesia —y mía personal— de alcanzar y abrazar a cada pueblo y a cada persona de esta tierra, deseosa y necesitada de verdad, de justicia y de paz»[10]. (León XIV)

 

1- Paz

«La primera palabra es paz. Muchas veces la consideramos una palabra “negativa”, o sea, como mera ausencia de guerra o de conflicto, porque la contraposición es parte de la naturaleza humana y nos acompaña siempre, impulsándonos en demasiadas ocasiones a vivir en un constante “estado de conflicto”; en casa, en el trabajo, en la sociedad. La paz entonces pareciera una simple tregua, una pausa de descanso entre una discordia y otra, porque, aunque uno se esfuerce, las tensiones están siempre presentes, un poco como las brasas que arden bajo las cenizas, prontas a reavivarse en cualquier momento. En la perspectiva cristiana —como también en la de otras experiencias religiosas— la paz es ante todo un don, el primer don de Cristo: «Les doy mi paz» (Jn 14,27). Pero es un don activo, apasionante, que nos afecta y compromete a cada uno de nosotros, independientemente de la procedencia cultural y de la pertenencia religiosa, y que exige en primer lugar un trabajo sobre uno mismo. La paz se construye en el corazón y a partir del corazón, arrancando el orgullo y las reivindicaciones, y midiendo el lenguaje, porque también se puede herir y matar con las palabras, no sólo con las armas.

(…)Eso, naturalmente, exige el pleno respeto de la libertad religiosa en cada país, porque la experiencia religiosa es una dimensión fundamental de la persona humana, sin la cual es difícil —si no imposible— realizar esa purificación del corazón necesaria para construir relaciones de paz».

Esto mismo produce, uniéndolo a la búsqueda de una vida cómoda, el hecho de poner la “paz” por sobre todo. Pero la paz no es un bien absoluto, por encima de la verdad, de la justicia, del bien. Y sabemos que esto es un grave error llamado “Irenismo” (de Irene, la diosa griega de la paz) del cual decía Pío XII[11]:

«Señálese también otro peligro, tanto más grave cuanto más se oculta bajo la capa de virtud. Muchos deplorando la discordia del género humano y la confusión reinante en las inteligencias humanas, son movidos por un celo imprudente y llevados por un interno impulso y un ardiente deseo de romper las barreras que separan entre sí a las personas buenas y honradas; por ello, propugnan una especie tal de irenismo que, pasando por alto las cuestiones que dividen a los hombres, se proponen (…) reconciliar las opiniones contrarias aun en el campo dogmático». (Pio XII)

 

También podemos hablar de falta de un amor verdadero, porque como decía Chesterton:

«Todo el que predica el verdadero amor, tiene que engendrar odios… El fingido amor acaba en transacciones y filosofías vulgares; mientras que el amor verdadero ha acabado siempre con sangre».

 

2- Justicia

La segunda palabra es justicia. Procurar la paz exige practicar la justicia…

«Es tarea de quien tiene responsabilidad de gobierno aplicarse para construir sociedades civiles armónicas y pacíficas. Esto puede realizarse sobre todo invirtiendo en la familia, fundada sobre la unión estable entre el hombre y la mujer, «bien pequeña, es cierto, pero verdadera sociedad y más antigua que cualquiera otra»[12]. Además, nadie puede eximirse de favorecer contextos en los que se tutele la dignidad de cada persona, especialmente de aquellas más frágiles e indefensas, desde el niño por nacer hasta el anciano, desde el enfermo al desocupado, sean estos ciudadanos o inmigrantes»[13].

 

3- Verdad

La tercera palabra es verdad.

«No se pueden construir relaciones verdaderamente pacíficas, incluso dentro de la comunidad internacional, sin verdad. Allí donde las palabras asumen connotaciones ambiguas y ambivalentes, y el mundo virtual, con su percepción distorsionada de la realidad, prevalece sin control; es difícil construir relaciones auténticas, porque decaen las premisas objetivas y reales de la comunicación. Por su parte, la Iglesia no puede nunca eximirse de decir la verdad sobre el hombre y sobre el mundo, recurriendo a lo que sea necesario, incluso a un lenguaje franco, que inicialmente puede suscitar alguna incomprensión. La verdad, sin embargo, no se separa nunca de la caridad, que siempre tiene radicada la preocupación por la vida y el bien de cada hombre y mujer. Por otra parte, en la perspectiva cristiana, la verdad no es la afirmación de principios abstractos y desencarnados, sino el encuentro con la persona misma de Cristo, que vive en la comunidad de los creyentes. De ese modo, la verdad no nos aleja; por el contrario, nos permite afrontar con mayor vigor los desafíos de nuestro tiempo, como las migraciones, el uso ético de la inteligencia artificial y la protección de nuestra amada tierra. Son desafíos que requieren el compromiso y la colaboración de todos, porque nadie puede pensar en afrontarlos solo».

 

Misión y el “mundo”

«Nos lo narra ese pasaje del Evangelio que nos conduce al lago de Tiberíades, el mismo donde Jesús había comenzado la misión recibida del Padre: “pescar” a la humanidad para salvarla de las aguas del mal y de la muerte. Pasando por la orilla de ese lago, había llamado a Pedro y a los primeros discípulos a ser como Él “pescadores de hombres”; y ahora, después de la resurrección, les corresponde precisamente a ellos llevar adelante esta misión: no dejar de lanzar la red para sumergir la esperanza del Evangelio en las aguas del mundo; navegar en el mar de la vida para que todos puedan reunirse en el abrazo de Dios»[14]. (León XIV).

«Mientras que, por ejemplo, en el siglo XVII el uso del latín era una barrera insuperable para la comunicación de muchas personas, hoy existen otros obstáculos que enfrentar. Pensemos en el aislamiento provocado por modelos de relación dominantes, cada vez más marcados por la superficialidad, el individualismo y la inestabilidad emocional; la difusión de formas de pensamiento debilitadas por el relativismo; y la prevalencia de ritmos y estilos de vida en los que no hay suficiente espacio para la escucha, la reflexión y el diálogo, ya sea en la escuela, en la familia, e incluso a veces entre los mismos compañeros, lo que genera como consecuencia la soledad»[15].

«(…)Estos son desafíos exigentes, pero nosotros también, como san Juan Bautista de La Salle, podemos convertirlos en trampolines para explorar caminos, desarrollar herramientas y adoptar nuevos lenguajes que nos permitan seguir tocando el corazón de los alumnos, ayudándolos y animándolos a afrontar cada obstáculo con valentía, para dar lo mejor de sí mismos en la vida, según los planes de Dios. En este sentido, es encomiable la atención que prestan, en sus escuelas, a la formación de los docentes y a la creación de comunidades educativas en las que el esfuerzo de enseñanza se enriquece con el aporte de todos. Los animo a continuar por estos caminos.

Hablando sobre el plan de Dios también habló sobre la vocación:

Por esta razón, espero que las vocaciones a la vida religiosa lasallista crezcan, que sean alentadas y promovidas, tanto en sus escuelas como fuera de ellas, y que, en sinergia con todos los demás componentes formativos, contribuyan a inspirar caminos de santidad alegres y fecundos entre los jóvenes que las frecuentan».

Leone XIV, Discorso del Santo Padre Leone XIV ai partecipanti al Giubileo delle Chiese Orientali, 14 de mayo de 2025.

La Iglesia los necesita. ¡Cuán grande es la aportación que el Oriente cristiano puede ofrecernos hoy! ¡Cuánto necesitamos recuperar el sentido del misterio, tan vivo en vuestras liturgias, que involucran a la persona humana en su totalidad, cantan la belleza de la salvación y suscitan el asombro ante la grandeza divina que abraza la pequeñez humana! Y ¡cuán importante es redescubrir, también en Occidente, el sentido del primado de Dios, el valor de la mistagogía[16], de la intercesión incesante, de la penitencia, del ayuno, del llanto por los propios pecados y los de toda la humanidad (penthos), tan típicos de las espiritualidades orientales! Por eso es fundamental custodiar vuestras tradiciones sin diluirlas, quizás por practicidad o comodidad, para que no sean corrompidas por un espíritu consumista y utilitarista.

Vuestras espiritualidades, antiguas y siempre nuevas, son verdaderos remedios. En ellas, el sentido dramático de la miseria humana se funde con el asombro ante la misericordia divina, de modo que nuestras bajezas no provoquen desesperación, sino que inviten a acoger la gracia de ser criaturas sanadas, divinizadas y elevadas a las alturas celestiales. Necesitamos alabar y dar gracias sin cesar al Señor por ello. Con vosotros podemos rezar con las palabras de san Efrén el Sirio y decir a Jesús: «¡Gloria a ti, que de tu cruz hiciste un puente sobre la muerte! […] ¡Gloria a ti, que te revestiste del cuerpo del hombre mortal y lo transformaste en fuente de vida para todos los mortales!» (Discurso sobre el Señor, 9). Es un don que debemos pedir: saber ver la certeza de la Pascua en cada sufrimiento de la vida y no desanimarnos, recordando, como escribía otro gran padre oriental, que «el pecado más grande es no creer en las energías de la Resurrección»[17]. (San Isaac de Nínive)

 

Tenemos que rezar mucho por el Papa, tiene decisiones muy importantes que tomar. Recordemos que existen sobre todo en los obispos y en el Papa tres munus (tres capacidades, tres fuerzas que Dios nos dá: munus regendi, santificandi y docendi: enseñar, santificar (dar los sacramentos), y regendi: la capacidad para regir. Tenemos que rezar por todo eso, para que el Papa lo haga bien, porque son decisiones muy difíciles. Tenemos que colaborar con nuestras oraciones y nuestros sacrificios.

En definitiva sabemos que nuestra esperanza está puesta en Jesucristo Nuestro Señor.

Nos ayude nuestra madre del Cielo a seguir adelante, con mucha fe a crecer cada día en esa intimidad con el Señor y a crecer en esa alegría, que ¡Dios se ha hecho hombre, ha muerto por nosotros y ha resucitado, está vivo y nos espera en el Cielo!.

¡Ave María y adelante!

 

 

[1] LEÓN XIV, Homilía en la celebración eucarística con motivo del inicio del ministerio petrino del Obispo de Roma. Plaza de San Pedro, 18 de mayo de 2025.
[2] Idem.
[3] https://alfayomega.es/servidor-de-nuestra-alegria/
[4] León XIV, Discurso del Santo Padre León XIV al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. Sala Clementina, viernes 16 de mayo de 2025.
[5] LEÓN XIV, Homilía en la celebración eucarística con motivo del inicio del ministerio petrino del Obispo de Roma. Plaza de San Pedro, 18 de mayo de 2025.
[6] Idem.
[7] Idem.
[8] C. M. BUELA, El Arte del Padre, Obras Completas 1, Monte Pueyo, Barbastro 20214, 451.
[9] https://www.parroquiasanjuanpablosegundo.com/no-tengais-miedo-abrid-las-puertas-a-cristo/.
[10] LEÓN XIV, Discurso del Santo Padre León XIV al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. Sala Clementina, viernes 16 de mayo de 2025.
[11] https://verbo.vozcatolica.com/nuevos-irenismos/.
[12] https://www.vatican.va/content/leo-xiv/es/speeches/2025/may/documents/20250516-corpo-diploma- tico.html#_ftn2.
[13] LEÓN XIV, Discurso del Santo Padre León XIV al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. Sala Clementina, viernes 16 de mayo de 2025.
[14] LEÓN XIV, Homilía en la celebración eucarística con motivo del inicio del ministerio petrino del Obispo de Roma. Plaza de San Pedro, 18 de mayo de 2025.
[15] LEÓN XIV, Discurso del Santo Padre León XIV a los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Jueves, 15 de mayo de 2025.
[16] Del griego μυσταγωγία (mystagogía): «conducir (ἀγωγός) al misterio (μυστήριον)». Proceso pedagógico-espi- ritual que introduce progresivamente en el misterio de Cristo a quienes ya han recibido los sacramentos de iniciación (Bautismo-Confirmación-Eucaristía), ayudándoles a pasar de la mera celebración a la interiorización y vivencia plena de la fe.
[17] SAN ISAAC DE NÍNIVE, Sermones ascéticos, I,5.

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