¿Qué hemos hecho de especial?

Al leer el mensaje que nos ha regalado Catalina –una de las participantes de la peregrinación al jubileo–, parecería que realmente hemos hecho una tarea deslumbrante, con métodos pastorales muy llamativos y juveniles, con ocurrencias geniales y un nivel superior en todos los aspectos. Las palabras de “Cata” conmueven y, como nos decía por WhatsApp: “son una cosita muy chiquita de todo lo que podría decir, porque fue inmenso”; por eso, además de compartirlas con ustedes, quería hacer una pequeña reflexión de lo que pensé cuando las leí.

Porque además de alegrarme mucho –son estas de las mayores alegrías que vivimos–, también pensaba, mientras leía: “¡qué bueno es Dios! Que nos regala esos frutos –que son suyos por supuesto– sin haber hecho nada extraordinario…”.

¿Qué hicimos?

Para los aproximadamente 90 jóvenes contábamos con cinco religiosas, tres seminaristas, cinco jóvenes terciarios y este servidor. Las hermanas se encargaron de organizar la peregrinación en general –y el tema comida, que no es algo menor–, los seminaristas ocupándose de “la banda de hombres” –sobre todo los adolescentes–, los terciarios poniendo “buen espíritu” –como solemos llamarlo– en todo momento, y yo por mi parte celebrando la Santa Misa diariamente y con disponibilidad “tiempo completo” para confesiones o consultas.

Así pasamos “días muy monos” (trato de hablar en un juvenil español de España…[1]), 12 días peregrinando por lugares hermosos y santos: Paray-le-Monial (lugar de las apariciones del Sagrado Corazón); Ars, obviamente por el Santo Cura; Turín, (recibidos por nuestras hermanas), allí tocó el turno de contemplar la gran obra de Don Bosco, San José Cafasso, San José Benito Cottolengo y la Sábana Santa. Pasamos rápidamente por la increíble Florencia y llegamos a Bagnoregio donde hicimos base para seguir visitando desde ahí: Asís, Orvieto, y Roma… terminando junto a un millón de jóvenes, viviendo a pleno lo que es la Iglesia, en unión con el Sumo Pontífice.

En Bagnoregio nos atendieron con exquisita caridad nuestras hermanas del Estudiantado, que siendo no más de 5 –muchas estaban en otros apostolados de verano– se ocuparon de nosotros y otros dos grupos más (¡en total 230 personas!), durmiendo muy pocas horas por día y poniendo todo el convento al servicio de los peregrinos.

Dos actividades más que cabe mencionar: la reunión con “Las voces del Verbo” de Italia, donde más de 200 jóvenes se congregaron para formarse y también divertirse. Fue una experiencia enriquecedora para ambos grupos: pocas horas que dieron lugar a todo (formación, oración, confesiones, cena y recreación).

Lo segundo es la visita al Estudiantado de hermanas contemplativas en Tuscania. Creo que será inolvidable para muchos; al menos en mi caso, hace 25 años atrás, ver tan felices y “vivaces” a las contemplativas fue algo que recordaré siempre.

Pero vamos ya a lo más importante, las palabras de Catalina; y después seguimos con algunas consideraciones:

Querida familia del Verbo Encarnado

Madres y Hermanas de España e Italia, Padre Lombardo y Seminaristas

Una semana después de haber vuelto sigue costando procesar con la cabeza todo lo que sintió el corazón. No hay palabras para agradecer todo el trabajo detrás de esta hermosa y santa peregrinación.

Gracias por convocarnos e invitarnos a vivir este momento tan especial con ustedes. Por preparar cada detalle y cada destino con tanto amor y dedicación. Por cuidarnos y darnos más de lo que esperábamos y merecemos.

Gracias por enseñarnos que juntos podemos vivir el cielo en la tierra, que podemos ir ganando nuestra santidad aquí y ahora. Por llenar nuestros corazones hambrientos de Cristo a través de la Palabra. Por motivarnos a que queramos aumentar nuestra fe y las de los demás.

Gracias por llevarnos a la vida de tantos Santos. Por mostrarnos con palabras y acciones que no hace falta hacer solamente cosas extraordinarias para ser Santos. Sino que desde lo ordinario se pueden hacer cosas hermosas y valiosas por y para nuestro Padre que nos espera con los brazos abiertos en el cielo.

Gracias por llevarnos de la mano hacia Jesús, enseñándonos a amar a María, a San José y sentirnos amados por ellos.

Gracias por ser instrumentos de la verdad en un mundo con tanta mentira y oscuridad. Por ser testigos de esperanza cuando hay dolor e inseguridad en nuestras mentes, corazones o entornos ¡Los jóvenes los necesitamos!

Gracias por dejar que Dios nos ame, nos cuide y guíe a través de ustedes. Gracias por su tiempo, entrega y dedicación, por acompañarnos en esta aventura única que queda tatuada en nuestros corazones.

Fueron, son y serán luz para todos nosotros, para los jóvenes que intentamos buscar a Cristo en nuestras vidas y corazones, para poder ser verdaderamente felices en Él y así llevarlo al mundo como hacen ustedes.

Y en lo personal, gracias por darme una familia espiritual. Nunca creí que iba a volver de este viaje con tantos hermanos y hermanas en la fe, amistades y vínculos que esperan en Cristo y que buscan amar como Él nos ama. Con un equipo como este se hace más fácil querer y alcanzar la Vida Eterna.

¡Hasta la próxima aventura y sino, espero llegar al cielo para poder abrazarlos de nuevo!

Los llevo para siempre en mi corazón. Rezo por cada uno de ustedes y sus familias. Cuídense mucho!

Que Dios los bendiga,

Cata Paz Rocca (Cati)

Bueno, yo me estoy poniendo viejo… no puedo leer esto sin emocionarme.

¿Qué hicimos entonces para ser instrumentos –con nuestros defectos, por supuesto– de algo así? Sinceramente… nada, al menos nada especial. Es decir, hicimos lo que tocaba hacer, lo que nos enseñaron y lo que siempre funciona y funcionará: mostrarles que están llamados a la Santidad y ¡que se puede llegar! –como pudieron tantos santos que visitamos–, que se pueden divertir –¡y sí que lo hicieron!– sanamente, y que no hay más alegría que amar mucho a Jesús y a su Santa Madre.

Rezamos el Rosario todos los días y tuvimos la Santa Misa, rezada como Dios manda –como también se nos enseñó y sin lo cual no estaríamos aquí escribiendo esto…–; los invitamos a confesarse y supimos respetar las esencias, lo cual suena muy filosófico pero no es nada del otro mundo: cuando se reza, se reza, y cuando no, no; es decir, si alguno podía convertir cada momento en oración por una constante presencia de Dios… ¡enhorabuena!, pero no había pietismos en momentos de recreación, como tampoco había ruidos varios en los momentos de oración (y sí bastantes ruidos en otros momentos… 🙂

Y a todo esto ayudó que este tipo de peregrinaciones tienen sus sacrificios (comida, sueño –cuánto y cómo–, etc.), y esos sacrificios sin duda que son un modo más de vivir la alegría de ofrecer algo al Señor, de darse al otro, de mortificar una queja… etc. etc. cosa que hicieron muy bien.

Vivimos días de puro catolicismo, nada más… en lugares y eventos privilegiados, sin duda, pero que no hubieran dado tales frutos sino hubiésemos hecho “lo que tocaba hacer”. Fue una experiencia de Iglesia hermosísima. Y también de “pequeña Iglesia”, ya que, al menos en cuanto a lo que a mí corresponde, aprendí a ser católico en esta familia religiosa concreta y lo que hicimos estos días fue una experiencia de esta familia, con nuestro propio carisma, uno más entre tantos pero al que queremos mucho.

Con respecto a esto, la última noche, que la pasamos en Francia cerca del Santuario de María Magdalena (¡hasta el final visitamos Santos!), estábamos afuera con Lucas, un terciario miembro de las Voces del Verbo especialista en inyectar “buen espíritu” al grupo, observando cómo unas chicas jugaban al ping-pong con las hermanas (haciendo la típica ronda alrededor de la mesa) y se divertían mucho. Puntualmente era muy gracioso verla justamente a Catalina reírse a carcajadas cada vez que pasaba la mínima cosa en el juego. Así fue como Lucas, veterano en estas actividades, me dijo: “esto pasa en las actividades del IVE… se juntan personas muy variopintas y terminan siendo un grupo muy unido y pasándoselo muy bien”.

Realmente tenemos mucho para agradecer… incluidos, por supuesto, cada uno de los jóvenes que participaron de varios países; todos aportaron lo suyo, nadie “desentonó” (que no es raro que, entre tantos, alguno sea más difícil de llevar…; en este caso no fue así). Una mención especial sin duda tenemos que hacer de Juan David –y su familia–: él en silla de ruedas fue un ejemplo de firme voluntad, verdadera piedad y alegría constante para todos, sin lugar a duda.

Por supuesto que consagrados como estamos –en lo personal y como familia religiosa– a la Santísima Virgen, después del Señor, nadie se lleva más alabanzas, reconocimientos, agradecimientos y todo lo que pueda agregar, que Aquella que hizo posible que el Verbo se haga carne y habite entre nosotros. Sin Él cual no sería posible la felicidad… y la vida no tendría sentido. Como lo decía el Beato –casi Santo ya; ¡ahí nos vemos!– Pier Giorgio, hablando de la fe que lo unía a Jesús:

Hay que agarrarse con fuerza a la fe; ¿qué sería sin ella toda nuestra vida? Nada, pasaría inútilmente. La fe que me dio el Bautismo me dice con voz segura: solo no harás nada, pero si tienes a Dios por centro de todos tus actos, llegarás hasta el final.

¡Ave María y adelante!

 

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[1] Cuando los jóvenes se quieren mofar un poco de nuestro modo argentino dicen: “re lindo, no?”

2 comentarios:

  1. Alba Rosa Pastora

    Padre Gustavo, Dios le ha dado una gran misión y el comentario de esta joven y el testimonio de una hermana religiosa, que escuché la semana pasada en Radio María acerca del jubileo, es prueba palpable de ello. Considero que IVE guiados por el Espíritu Santo, que se está luciendo con el Instituto, y nuestra Madre Santísima María, les están guiando en su labor misionera, es lindo ver cómo tantos jóvenes están en en la senda del Señor, pese a todas las atracciones que hay ahora y los jóvenes son presa fáciles de ellas. Que papito Dios continúe derramando su sabiduría sobre usted y siempre de la mano de mamita María.

    ¡Ave María! Y adelante.

  2. 😍😍😍 gracias x todo! Grande Cata! Que vivan las Voces del Verbo!!

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