Estamos ante una de las frases más fuertes de la Escritura; Jesús, que aparece como el Amén, Testigo fiel y veraz, dice: Porque eres tibio, te vomitaré de mi boca. Copiemos la cita entera para mayor claridad:
Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. (Ap 3,15-16)
Por frío se entiende obviamente el que está en pecado o lejos de una vida espiritual seria; por caliente, todo lo contrario, quien lleva una vida fervorosa; por tibio, de más está decirlo. Llama la atención entonces que el Señor prefiera que estemos fríos a que estemos tibios. ¿Cuál será el motivo?
Busqué algunos comentarios para no enseñar algo errado y con el poco tiempo con el que cuento, no encontré nada sustancioso. De todas maneras, no es tan difícil de encontrarle el por qué de esta afirmación del Señor. Sucede que el que está frío, en principio sabe que lo está –quizás incluso se jacta de eso– y, justamente por eso, puede revertir la situación –gracia de por medio, obviamente–. Sería como el enfermo que se reconoce tal, está más cerca de la cura que quien no puede admitir su enfermedad.
El problema del tibio –quizás sea nuestro problema– es que si bien no hace cosas graves, incluso probablemente aun viviendo vida de gracia, justamente por eso se cree, piensa, juzga, como que está haciendo todo lo que tiene que hacer. Se encuentra en una tranquilidad somnolienta, como de aquel que muere congelado, de a poco se va quedando dormido imperceptiblemente.
Lugar más que común en vida espiritual es decir que quien no avanza, retrocede. El tibio no va hacia adelante, pero sin embargo cree que así lo hace, y por tanto es muy difícil que se re-convierta y tienda una vez más a la santidad con todas las fuerzas. Generalmente acepta el pecado venial deliberado, del cual ya hemos hablado[1], y eso mismo también lo incapacita para muchas obras buenas. Y como decía el P. Hurtado “está muy bien no hacer el mil, pero está muy mal no hacer el bien”.
El tibio no ha comprendido –o, mejor, repito, “no hemos comprendido”– la radicalidad el Evangelio. No entiende aquello de si tu mano es ocasión de pecado… o tu ojo… arráncalo. Tampoco aquello otro del vendedor de perlas finas que vendió todas para comprar una de gran valor, o aquel que compró el tesoro en el campo y vendió todo para comprarlo.
La tibieza habla también de una falta de percepción radical del amor que Cristo nos ha demostrado en la Cruz y del abrazo amoroso del Padre de la parábola del hijo pródigo.
El tibio conoce del cielo y del infierno, y si es sacerdote/religioso(a) incluso hasta podría –y con convicción– predicar sobre eso, pero son verdades que no pesan en su vida, que ya no palpitan, que no sienten, en definitiva que no viven.
Tampoco sabe existencialmente el tibio qué sea la cruz en su vida. No permea ya en su existir aquello de: si alguno quiere ser mi discípulo niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame, o aquel otro: si el grano que cae en tierra no muere, queda solo, pero si muere, da mucho fruto, mucho menos el que aborrece su vida en este mundo la guardará para la vida eterna.
Algunos autores, a este rechazar de plano la cruz, lo llaman “mediocridad”, pero estamos dentro del mismo ámbito.
¿Cómo salir de esto? No alcanza un post para agotar el tema pero digamos un par de cosas.
- Pedir luz de lo alto, en primer lugar, para reconocer si estamos en ese estado. Puede ayudar también pedir opinión a alguna persona criteriosa y de confianza.
- Pensar, meditar las verdades eternas… porque, como dice San Ignacio, “si del amor del Señor eterno me olvidare por mis faltas, a lo menos el temor de las penas me ayude para no venir en pecado” (EE. 65). Piensa en las postrimerías y no pecarás (Eclo 7,40). Comienzo de la sabiduría es el temor del Señor (Prov 9,10).
- Leer, en orden a meditar, la pasión del Señor. Esto de meditar es importante porque a estas verdades no solamente hay que conocerlas o saberlas, sino que hay que amarlas, ya que lo primero solo no alcanza, y el mismo amor da una nueva manera de conocimiento.
- Pedid y se os dará (Mt, 7,7) Suplicar a Dios la gracia de salir de este estado.
- Mucha devoción a María y a la Eucaristía.
Termino con una hermosa poesía que se la acercó una persona que al P. Marcos Pizzariello SJ. Había vivido en estado de mediocridad; estado del que fue despertado un día cuando al entrar en su habitación, en un movimiento involuntario tiró un Crucifijo al suelo; el ver los trozos en el suelo lo hizo reflexionar.
Oración para salir de la ambigüedad espiritual
Cayó mi cruz en el suelo,
y en pedazos deshizo se tu cuerpo,
te vi quebrado y muerto.
¿Qué hice, Señor, por no matarte?
¿Qué hice, Señor, por no herirte?
Y al verte así por mí tan maltratado,
¿Qué puedo ahora decirte?
Quisiera rehacer todo lo hecho,
todos los trozos reunirlos nuevamente,
para asirlos otra vez en ese leño.
Quisiera, Señor, pero… no quiero;
qué es este mi tormento:
este querer y no querer,
este llorar y no llorar,
este amar y no amar,
este empezar y no empezar.
Que se adentran las tristezas en mis huesos;
que no hay paz en mi alma cuando duermo;
que es terrible este ritmo de quebrantos;
que no sé, Señor, si yo te amo…
Pero… al verte así por mí tan maltratado,
quiero ahora querer, porque no quiero,
quiero ahora amar, porque no amo;
quiero ahora llorar, porque no lloro;
quiero ahora empezar, porque no empiezo.
En definitiva: quiero, quiero y quiero. Con la gracia de Dios.
“Arreglá esto” suelo decirle a la Santísima Virgen en la Consagración. Solo Ella sabe todo lo que me falta para estar a la altura de ese acto de consagrar, de hacer presente a su Hijo en el altar y perpetuar Su sacrificio redentor. Pero también solo Ella puede interceder ante su Hijo y apiadarse del pecador que lo tiene en sus manos. La Virgen ha sido siempre mi protectora en las Misas que he celebrado, por eso quise que en el frente de mi casulla de ordenación hubiera una imagen de Ella, y dolorosa, porque sabía que ante los ruegos y el dolor de su Madre, Jesús iba a tener misericordia de mí. Dije “protectora”, pero ¿de qué? Del amor de Dios…
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Lectura recomendada
- Tibieza y mediocridad. Una plática que suelo dar en los Ejercicios Espirituales de mes; el autor es algún sacerdote de mi congregación, que a su vez ha usado, si mal no entiendo, un libro del P. Mendizábal; yo solo le agregué un par de cosas. (Ver Aquí)
Ver todas las lecturas recomendadas, AQUÍ.
Padre Gustavo, buenos y bendecidos dias le da el Señor, no encontre la primera referencia Tibieza y mediocridad, por favor ayudeme a buscarla. Su hija Ilsse
Ilsse, acabo de solucionarlo. Muchas gracias por avisar.
Que oportuno, justamente estos dias he pasado muy mal (pense que era otra causa) y hoy caminando le he dicho a Jesus que me ayude a servirlo y a encontrarlo realmente pues ese es mi verdadero problema.
gracias por compartir algo de la sabiduria que Dios le da
Claudia Marcela (Colombia)
P.Gustavo:
Gracias, siempre es bueno tener presente este tema, sobre todo si se quiere avanzar en el camino espiritual, es muy fácil dejarse llevar por las circunstancias, las actividades y olvidarse de lo más importante el tiempo para Dios, de esta manera de a poco se va llegando a la tibieza con todas las consecuencias que trae.
Le pido humildemente a María Santísima que siempre este a mi lado, que me de la mano para que cada vez que voy cayendo me ayude a levantarme.
grs mirta
Hermosa oración, Claudia! Seguramente será escuchada porque es el mismo Señor quien la inspira. Muy buena manera también de comenzar el Adviento que se acerca.
Una vez más, muchas gracias por dedicarnos su tiempo, padre Gustavo!
¿Quiere mi comentario? Es totalmente actual, humano y conmovedor su escrito… uno se queda con un nudo en la garganta con deseos de ir corriendo al Sagrario y ponerse a llorar… las lágrimas hablan solas…
M.A.
gracias por su tiempo padre Gustavo; pienso que primeramente Dios es quien llama, toca al alma, ella puede comprometerse o no, o solo un tiempo, (pero no es lo correcto). La voluntad de la persona debe aprender a ejercitarse, con la ayuda de Dios, por los meritos de Jesus y la intersecion de Maria, se puede lograr.
Efectivamente, Adriana, es Él quien llama y nosotros los que respondemos. Traté de decirlo en el post «Por gracia habéis sido salvados». Bendiciones!
Padre Lombardo, ¡Qué artículo tan valioso en profundizar!. «Muchísimas gracias como siempre».
Todos los días le pido al Señor amarlo cada día más y que me ayude en aumentar mi Fe, por lo que le agradezco las gracias que inmerecidamente recibimos ¡Que grande es nuestro Dios!.
Desde el primer momento de mi conversión cuando soñé que alguien (podría decir que fue mi ángel de mi guarda) me decía que tenía que rezar el rosario diario, fue nuestra Santísima Madre del Cielo, la que me llevo a conocer y amar a Cristo y recuerdo una frase de nuestro Padre amoroso «la CRUZ es el camino para subir hacia mi hijo JESÚS y desde mi hijo hacia Mi».
La gracia de Dios es la que nos ayuda a levantarnos y arrepentirnos de nuestros pecados pero ¿qué hacemos con aquellas personas tibias que dicen «que no hacen mal a nadie», que están a nuestro lado y queremos contagiar y transmitir nuestro amor por Jesucristo?. A veces siento que me miran como una extraterrestre cuando doy testimonio de como Cristo cambió mi vida y trato de dar lo mejor de mi. Entonces confió en el Amor del Padre y ofrezco mis lágrimas para que ayuden a derretir sus corazones tan endurecidos.
Nuevamente Muchas Gracias, Padre Lombardo ¡Qué el Señor Jesucristo y su Madre Santísima le colme de bendiciones!
De nuevo Muchas gracias padre Lombardo, por tan interesantes temas, y por su tiempo.
Sí, para mí es un gran temor el caér en la tibieza, y peor aún, no reconocerlo.
Autoengañarme… Que Dios en su infinita Misericordia y nuestra Madre María Santísima me ayuden!!
Ycomo dice el hermoso poema que nos compartió, yo diré también al Señor|: » quiero ahora querer, porque no quiero, quiero ahora empezar porque no he empezado»
Que Dios nos ayude a todos a no caer en la terrible tibieza y a querer siempre Su voluntad hacer….y hacerla!!!
Dios le bendiga y nuestra madre Santisima lo acompañe y proteja siempre.
Muchas gracias P. Gustavo por sus escritos, que me ayudan a tener siempre una necesidad de encontrarme con Dios, necesito la cercanía de Dios, me llama a estar junto a El en cada momento del día, unas veces de una manera y otras veces de otra. Esté donde esté y haga lo que haga, Dios no me falla, siempre me ayuda cuando acudo a El. Le necesito, pues todo lo demás, pasa y no me acaba de llenar, Dios me da la alegría para seguir y estar siempre dispuesta a hacer su voluntad en cada momento. Dios le bendiga siempre por todo el bien que nos está haciendo con sus escritos.
Isabel
Hace días tenía pendiente leer esta entrada y hoy que la he hecho ha sido de gran revelación. Gracias infinitas Padre por ser instrumento de Dios para iluminarnos y sacudirnos.
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