Leyendo, tiempo atrás, un libro sobre los maestros de novicios, encontré una definición que me hizo abrir los ojos con respecto a una de las características de este particular grupo de personas que comienzan con la vida religiosa. La definición, antigua y un tanto jocosa, dice así: “Novicio es el que siempre se ríe y todo lo rompe”, y estaba escrita en un transparente latín: “Novitius est ille semper ridens et omnia rumpens”[1].
Que el novicio “todo lo rompe” era algo para mí por demás sabido, ya que cada “rotura” pide del maestro un acto de paciencia, que no siempre realiza –al menos en mi caso…– y que, por tanto, es fuente de asidua reflexión personal… Roturas, por otra parte, de las más variadas, ingeniosas e inesperadas.
Permítanme contarles una: compramos un vehículo nuevo –cosa bastante rara– y a un novicio, para probar si le funcionaba la alarma, se le ocurrió pegarle un caderazo en la chapa superior de la rueda delantera; resultado: alarma sin sonar y chapa abollada…
Tampoco era novedad la capacidad que tienen los novicios para hacer ruido: hablar, gritar, cantar; cantar gritando y gritar cantando son pan cotidiano en esta casa de formación. En lo que me faltó parar mientes es que mucho de ese bullicio casi constante –¡menos mal que hay varios momentos del día donde el silencio está mandado!– es debido a sus risas, que brotan, por supuesto, de la alegría con la cual viven. Franco Stano describe en una novela lo que es un novicio, poniendo en boca del maestro estas palabras:
“¡Ah, los novicios! Da la impresión de que pertenecen a otro mundo. Viven entre sueño y realidad un año que no olvidarán jamás. Y ríen, ríen, ríen. Basta una nonada para que el novicio se ría. ¡Helo ahí! El novicio es una síntesis entre sueño, sonrisa y realidad”[2].
Pero no exageremos: el novicio también sabe hacer silencio y tratar asuntos con toda la seriedad que requieren; de hecho el novicio es un joven –y en algún caso no tan joven– que ha sido capaz de decir un “sí” a Dios tan rotundo, que llevó consigo dejar casas, hermanos, hermanas, padre, madre (Mt 19,29) por el Reino de los Cielos; y esto, y más hoy en día, no es poco decir.
Volvamos a su fácil risibilidad: luego de leer esa definición puse más atención y realmente es algo llamativo, digno de consideración y, en muchos casos, también de imitación. Es cierto en que hay momentos en que un novicio se ríe y no debería reírse –o al menos no del modo en que lo hace– pero tomado en general el hecho, el gesto, la actitud, realmente es digna de emulación y una de las tantas cosas que me han enseñado en estos últimos 6 años.
Los “adultos” ya por edad, ya por más experiencia en la vida (puntualmente con respecto a los novicios, más experiencia en la vida religiosa), a veces no solemos reírnos no por el aplomo propio de una persona madura y virtuosa, sino por falta de virtud que nos impide dominar los sentimientos quejumbrosos o iracundos ante las dificultades.
El novicio se ríe con un dejo de inconciencia propia de un enamorado. Bien conocidos son los efectos que produce el amor en una persona; para un/a enamorado/a las demás realidades que no tienen que ver directamente con la persona amada, pasan a un segundo plano y difícilmente pueden quitarle la alegría propia de amar (y ser amado). De modo análogo, el novicio vive en una especie de luna de miel, donde experimenta la alegría de haber encontrado el tesoro escondido, y no solo esto sino que, por amor vendió todo lo que tenía y compró el campo donde se encontraba ese tesoro, el cual entonces, ya es suyo. (cf. Mt 13, 44-52), ¿qué importa lo demás? Vive la alegría de quien se siente mirado con amor por el Señor (como lo hizo al joven rico; Mc 10,17-22) y ha sido elegido para seguirlo.
Nuestras faltas de alegría responden muchas veces a que hemos perdido el amor primero (Ap 2,4). La solución está en el versículo siguiente: date cuenta, pues, de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera (Ap 2,5)
Por otro lado, parte de la alegría que hace reír al novicio proviene del hecho de que, por lo general, no ha vivido verdaderas cruces en su vida. Como dice el P. Hurtado “¡Hay que ser muy joven o muy santo para no conocer el dolor!” [3]. El novicio, si bien parece santo, no lo es[4], pero sí es joven, y como tal inexperto e idealista.
Si ya no somos muy jóvenes y queremos ser felices, busquemos ser muy santos, lo cual no es otra cosa que amar mucho la cruz de Cristo. Como dice el P. Buela hablando del sacerdote enamorado y desposado con la cruz: es ella“la que hace posible que, aun cocido de cicatrices, una sonrisa brote siempre de sus labios y una risa cristalina sea la rúbrica de sus obras”[5].
Esa misma inexperiencia e idealismo lo inclina a pintar con entusiasmantes colores todo el porvenir y todos los combates que tenga que llevar adelante. Como decía aquel poeta griego, Pindaro[6]: “Dulce bellum inexpertis” (Dulce es la guerra a los inexpertos).
Nosotros, más conocedores del mal que hay en el mundo y en nuestro interior, creemos a veces casi un deber evitar reírnos… Cito al respecto un párrafo largo, pero que bien vale la pena, de aquel gran sacerdote y predicador argentino que fue el P. Ezcurra:
“Quien combate el buen combate de la Verdad necesita del humor como de un ingrediente imprescindible para la salvaguardia de su equilibrio intelectual, psíquico, e incluso hepático. Porque el mal, manifestado en el error, en la mentira, en el pecado, no sólo es trágico y perverso: es cómico, es ridículo. Sería sólo trágico si el principio del mal fuera un Dios malo, como el de los maniqueos o el de los persas. Pero el diablo es una creatura a la que su absurda soberbia lleva a querer igualarse con el Creador. Es el “mono de Dios” y, a la larga, su imitación deviene una parodia lamentable. La Edad Media tomaba muy en serio al Adversario. Pero también sabía burlarlo y burlarse de su jeta simiesca y deforme. Todo lo que es falso y pecaminoso lleva el sello de lo satánico y, por lo mismo, participa irremediablemente de su carácter simiesco. Quien no sea capaz de comprenderlo, podrá combatir por el Bien y la Verdad, pero su combate adquirirá el tono oscuro y amargo propio del calvinismo o de los jansenistas. En el buen combate es menester combatir con alegría, no la alegría ruidosa y superficial que nace de un optimismo tan ciego como estúpido, sino aquella otra serena y profunda, propia de quien lleva en su alma como una semilla la incoación de la gloria, la paz y el gozo de la victoria final. Quien lucha por la Verdad con amargura transforma la Verdad en una cosa amarga, que repele y que repugna. No basta luchar por la Verdad: hay que amarla y hacerla amar. Porque la Verdad, que es Bien y es Belleza suprema y armonía, es en sí misma e infinitamente amable”[7].
Bueno… Me han aconsejado que los post no sean largos, así que dejamos aquí y continuamos la próxima semana.
María, cuausa de nuestra alegría… ¡Ruega por nosotros!
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– Les dejo un link donde pueden ver un video hecho en el Noviciado hace un par de años, usando como voz en off un texo muy bueno de Hugo Wast titulado «Cuando se piensa»: Aquí.
– También comparto una crónica sobre la alegría del msionero, escrita por un sacerdote que misiona en Tayikistán: Aquí.
[1] José San Román, cmf, Maestros de Novicios, Publicaciones Claretianas, Madrid, 2000, p. 101.
[2] F. Stano, Caro, nostro semianrio. Ricordando gli anni di studio, Roma, Città Nuova, 1990, p. 141. Cit. en Maestro de Novicios, p. 101.
[3] San Alberto Hurtado, Un disparo a la eternidad, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 20043, p. 56.
[4] Otra definición tomada del mismo libro citado: “El novicio es el que parece santo, pero no lo es…”
[5] Carlos Miguel Buela, IVE, Sacerdotes para siempre, Ediciones del Verbo Encarnado, San Rafael, 2000, p. 44.
[6] Pindaro, poeta griego citado por San Juan de Ávila en su carta a Frai Luis de Granada.
[7] P. Ezcurra, Sobre el humor…, 80. Citado en Alfredo Sáenz, Siete Virtudes olvidadas, Gladius, Buenos Aires, 20053, p. 392.
P. Gustavo: En lo concreto este «post» sea un poco «largo», pero se lo agradezco infinitamente. Ha sido muy iluminador y animador para mí. En Cristo y María!
Padre Gustavo, yo soy la mamá de una novicia de las Servidoras en Perú y realmente ha descrito a mi hija, pero en mi humilde opinión creo que por ser mujeres son doblemente mas gritonas y revoltosas jajaja. Muchas gracias por compartir es te hermoso blog.
Muchas graicas, María Alejandra! Me alegro que le haya servido. De todos modos quise hacerlo corto… je.
Por lo poco que conozco, en algún aspecto sin duda comparto su opinión y lo pensé mientras escribía, pero no me animé a ponerlo… Felicitaciones por tener una hija en el Noviciado! «En esta [la familia] como Iglesia doméstica los padres han de ser para con sus hijos los primeros predicadores de la fe, tanto con su palabra como con su ejemplo, y han de fomentar la vocación propia de cada uno y con especial cuidado la vocación consagrada». CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium, 11.
Padre Lombardo buenas noches, por razones de tiempo no había podido leer sus 3 últimos blogs y no tiene idea lo que me los disfruté cada uno. Gracias por tomarse el tiempo y compartir sus vivencias que son tan edificantes, bendiciones
Padre quiero conocerlos el senor me llama a responder a mi vocacion soy de colombia pero de bajos recursos
Gracias Padre!!! Ha sido realmente providencial este «post» tengo una hija novicia, otra postulante y mellizas en el aspirantado, realmente las describe tal cual, pero es cierto… Son mas ruidosas!
la Verdad sin alegría, no es Verdad, a veces como ahora, extraño… Y la alegría me la a dado Dios con este post providencial! Dios no abandona! Por eso vale la pena luchar con la alegría que da sentirse amado por El Amado! Gracias!
Cuanto me alegro, Sylvia! Dios nos regala siempre cosas que nos edifican. Intentar escribirlas también me ayuda a reconocerlas y valorarlas. Y como leí por ahí “todo el mundo puede escribir un libro interesante si expone sencilla y sinceramente todo lo que le ha sucedido”. Bendiciones también para ud. y los suyos!
Juan!, de los recursos se ocupa Dios, así que, poniendo los medios -y rezando- todo está solucionado. Te escribo a tu mail. Rezo por tu vocación!
Muy bien dicho! La felicito por ese «sí» a Dios que también tienen que dar los padres y que, como ud. sabrá mejor que yo, no poco cuesta, pero qué importante que es y cuánto ayuda a la vocación de los hijos! Rezamos!!
Sabe padre es tan cierto lo que comenta con respecto a la risa pues en el poco tiempo que estuve el noviciado para mi toda era risa producto de la gran felicidad que me llenaba como hombre y ser humano creo que han sido los momentos mas lindos de mi vida es por eso que los llevo en cada minuto de mi vida. gracias por todo no sabe lo bien que hacen sus palabras
P.GUSTAVO
P.GUSTAVO
Alguien dijo por ahí que la risa es un remedio infalible para el corazón, siempre que ésta sea sincera. Ella aflora cuando se está contento consigo mismo, cuando se es feliz, cuando se siente y se palpa el amor,la confianza en que el otro me ama, me quiere,y lo constituye todo para mí.
Sin duda que es una ayuda, sobre todo cuando ese Otro es Dios. Bendiciones Mirta!