Ejercicios Espirituales: el mayor bien para el clero

El 31 de julio pasado ha concluido una tanda de Ejercicios Espirituales de mes para 24 sacerdotes en El Pueyo, España. Al mismo tiempo, otros tres sacerdotes de los nuestros, los han hecho en Estados Unidos.

Esta noticia, que podría pasar desapercibida para muchos, me ha llenado de una gran alegría… ¡27 sacerdotes haciendo Ejercicios de mes! Y no exageramos al decir que es una de las mejores bendiciones que podemos recibir como familia religiosa.

¿Por qué? Porque el primer fin que nos proponemos, después de la gloria de Dios, es la salvación de las almas… ¡sí, las nuestras primero![1]  No es egoísmo, sino pura lógica: el sacerdote arrastra muchas almas hacia donde él mismo vaya… cielo o infierno. Así, santificado el clero, se santifica también el rebaño.

Los Ejercicios Espirituales de san Ignacio son, por voluntad de Dios, uno de los instrumentos más poderosos que tiene la Iglesia para la renovación espiritual, comenzando por el sacerdote. Entre los medios para perseverar, san Pío X enseñaba a los clérigos que, en primer lugar, está:

El piadoso retiro para hacer los llamados ejercicios espirituales, a ser posible cada año, bien cada cual en privado, o, lo que es mucho mejor, junto con otros, para que el fruto sea más abundante[2].

Las citas se podrían multiplicar… pero seguimos.

En medio de mi alegría, me permito dar algunos consejos a destinatarios concretos:

  • A los sacerdotes

¡Hagan los Ejercicios, colegas! ¡Les puedo asegurar que no se arrepentirán! Y si el motivo es que tienen mucho trabajo pastoral, respondemos con “la” cita que refuta ese argumento:

Adviertan aquí los que son muy activos, que piensan ceñir el mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y muchos más agradarían a Dios, dejado aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan alta como ésta. Cierto, entonces, harían más y con menos trabajo con una obra que con mil, mereciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuerzas espirituales en ella; porque de otra manera, todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aún a veces daño. Porque Dios os libre de que se comience a envanecer la sal (Mt 5, 13), que, aunque más parezca que hace algo por de fuera, en sustancia no será nada, cuando está cierto que las obras buenas no se pueden hacer sino en virtud de Dios[3].

Si no tienen dinero para hacerlo… ¡bien! Solo escriban que para que haga un Ejercicio Espiritual un sacerdote… ¡hasta bancos robamos!…

He tenido la gracia de predicar 6 tandas de Ejercicios a novicios y siempre se sumaba algún que otro sacerdote; y, en el primer desayuno que se puede hablar –porque son en silencio, recuerdo–, al terminar la primera semana, siempre, indefectiblemente, la conversación giraba en torno a: “¡qué bueno estos Ejercicios! ¡Debería haberlos hecho antes!” Nosotros tratamos de hacerlos cada 10 años (así, de mes en retiro) pero no siempre se logra.

  • A los Obispos

Es deber de los Obispos buscar que su clero sea santo, según nos enseña el Concilio:

Porque sobre ellos [los Obispos] recae principalmente la grave responsabilidad de la santidad de sus sacerdotes: tengan, por consiguiente, un cuidado exquisito en la continua formación de su presbiterio” (Presbyterorum Ordinis, n. 7).

En cuanto santificadores, procuren los Obispos promover la santidad de sus clérigos (…) Traten siempre con caridad especial a los sacerdotes, puesto que reciben parte de sus obligaciones y cuidados y los realizan celosamente con el trabajo diario, considerándolos siempre como hijos y amigos (…)” (Christus Dominus, 15-16)

Y les recuerdo, estimadas Eminencias, con el mayor de los respectos, que cuando aún san Ignacio vivía, el Papa Paulo III, en el documento de aprobación de los Ejercicios, pidió a todo aquel que tenga alguna autoridad en la Iglesia (exagero, pero no tanto…), empezando por el Ordinario (o sea, ustedes), no solo que promuevan sino también que defiendan los Ejercicios:

Mandamos además a todos y cada uno de los Ordinarios locales y demás personas constituidas en dignidad eclesiástica, a los canónigos de las iglesias catedrales y metropolitanas, y a los Vicarios generales encargados de las casas espirituales por los dichos Ordinarios, así como a todos los oficiales dondequiera constituidos, que uno o dos de ellos, por sí mismos o por otros, prestando a cualquiera de dicha Compañía, o a otros a quienes interese, el apoyo de una eficaz defensa en los Ejercicios espirituales preinsertos, por autoridad Nuestra hagan que gocen y disfruten pacíficamente de la dicha concesión y aprobación; y no permitan que nadie, sea quien fuere, les moleste en manera alguna contra el tenor de las presentes, y repriman a cualesquiera contradictores y rebeldes con censuras y penas eclesiásticas y otros oportunos remedios del derecho, sin hacer caso de apelación, e invoquen también para esto, si menester fuere, el auxilio del brazo secular[4].

Estas palabras, tan fuertes como claras, muestran la importancia que se daba desde el comienzo a estos santos Ejercicios; y con el paso del tiempo las sugerencias, recomendaciones y exhortaciones de parte de la autoridad pontificia han ido increscendo.

Sabemos que puede parecer difícil, que no todos los sacerdotes tienen la disposición interior para asumir una exigencia espiritual así, pero por eso mismo creemos que deberían hacerlos primero en el Seminario, porque una vez “gustados” (¡que eso recomendaba San Ignacio!) ese saber y sabor no se pierde en toda la vida y produce una sana nostalgia.

  • A los laicos

Como muy pocos sacerdotes leerán estas líneas, ¡ustedes invítenlos! Y como no creo que ningún obispo las lea… ¡con más razón! 🙂

En fin, que no quería dejar pasar la alegría que todavía me dura… y como el bien es difusivo de sí, quería compartirla. No solo compartir la alegría de lo que pasó, sino invitar para que otros también la vivan, ¡y la difundan!

Que María Santísima, Madre de los sacerdotes, nos conceda a todos la gracia de valorar este tesoro inmenso que la Iglesia tiene en los Ejercicios de san Ignacio, y que muchos más puedan vivir esta experiencia transformadora.

 

[1] Instituto del Verbo Encarnado, Constituciones, Editrice del Verbo Incarnato, Segni 2004, n. 4.

[2] Pío X, Haerent Animo, Los sacerdotes, Palabra 19722,39.

[3] San Juan de la Cruz, Cántico, c. 28, 3

[4] Pablo III, Pastoralis officii, 31 de julio de 1548; en: M. Lop Sebastiá, S.I., Apologías de los Ejercicios Espirituales, Mensajero-Sal Terrae, Madrid 2018, 41.

 

Con mejor pluma, otros dos, también al terminar Ejercicios Espirituales.

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