Siendo aún novicio, el 28 de diciembre de 1999, fiesta de los Santos Inocentes, un sacerdote hizo un breve comentario de cómo estos santos habían llegado a ser tales (¡y mártires además!) sin poner nada de su parte, ya que habían dado la sangre por Cristo faltándoles el uso de razón; y agregó que, en definitiva, todos somos salvados de la misma manera, es decir por gracia, gratuitamente. Aclaró también que si nos parecía que había algo de injusticia en esto, en definitiva no estábamos entendiendo la redención.
Efectivamente a mí no me era sencillo en ese momento comprender esa verdad y, aunque en absoluto fuese a pensar que hoy por hoy puedo agotar el tema, creo que algún paso más he dado en estos años y es lo que quería compartir con ustedes.
En definitiva lo que quiero es hacer un sencillo comentario a esta perícopa paulina:
“Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo – ¡por gracia habéis sido salvados! – y con él nos resucitóy nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos”. Ef 2, 4-10
Dios, en sus primigenios planes para con el hombre, lo destinaba a una amistad con Él sin fisuras hasta la unión perfecta en la visión cara a cara. Pero el pecado de Adán y Eva, en quienes todos pecamos misteriosamente, abrió una brecha infinita entre creador y creatura dada la infinita dignidad del ofendido.
¿Podía Dios dejar las cosas así nomás?… Difícilmente porque, o no sería Dios, o no sería un Dios-Amor (1Jn 4,8). Fue el mismo amor que lo llevó a crearnos, el que lo movió a re-crearnos, es decir, a redimirnos, comprarnos, rescatarnos, salvarnos, sanarnos, elevarnos, etc.; y así como no participamos en nuestra creación, tampoco participamos en nuestra re-creación. Por gracia…
Podría alguno objetar aquello de San Agustín: “Quien te creó sin ti no te salvará sin ti”. Respondo que por supuesto existe algún tipo de cooperación de nuestra parte, pero es justamente una “cooperación”, es decir un “operar-con-otro”, donde el papel principalísimo es del Otro. Para ser más claro: la conversión, el dejar el estado de pecado y comenzar a vivir el estado de justificación o gracia, es principalmente una acción de Dios y secundariamente una respuesta libre del hombre, pero quitada aquella, es imposible esta. Y la primacía del obrar de Dios se ve clarísima en el caso de los Santos Inocentes o los niños que mueren bautizados y sin uso de razón: de su parte no hubo absolutamente ninguna acción y, sin embargo, fueron salvados y están en el cielo.
Y esa acción de Dios es tal, que podemos llamarla milagro; como dirá San Alfonso: la conversión“es un milagro más grande que la misma creación del mundo”.
Si afirmáramos lo contrario y dijésemos que el hombre puede volver a Dios por sí mismo, caeríamos en la herejía del pelagianismo (contra la cual no poco combatió el mismo San Agustín) o en el error del progresismo de corte rahneriano con su “existencial sobrenatural”[1].
Cometer un pecado grave pensando “total después me confieso” es lo mismo que afirmar: “me arrojo a este pozo del cual solo no puedo salir, total seguramente alguien va a pasar y me va a sacar”… ¿y si no pasa nadie? Y aplicándolo a lo anterior: ¿y si Dios no me da una vez más la gracia de la conversión? Porque ¿acaso está obligado a hacerlo? Si estuviese obligado ya no sería “gracia=gratis”.
Dios quiere que todos los hombres se salven (1Tim 2,4), por lo cual a todos dará la gracia suficiente para alcanzar la salvación. Esto no quita, sin embargo, que a unos dé más oportunidades que a otros… Es lo que nos hace meditar San Ignacio en los Ejercicios Espirituales:
“Aquí será demandar verguenza y confussión de mí mismo, viendo quántos han sido dañados por un solo peccado mortal, y quántas veces yo merescía ser condenado para siempre por mis tantos peccados”. (EE. n. 48)
Quizás alguno pueda pensar en cierta injusticia en el proceder divino… respondamos con San Pablo:
“¿Qué diremos, pues? ¿Qué hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! Pues dice él a Moisés: Seré misericordioso con quien lo sea: me apiadaré de quien me apiade. Por tanto, no se trata de querer o de correr, sino de que Dios tenga misericordia. Pues dice la Escritura a Faraón: Te he suscitado precisamente para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea conocido en toda la tierra. Así pues, usa de misericordia con quien quiere, y endurece a quien quiere.
Pero me dirás: Entonces ¿de qué se enoja? Pues ¿quién puede resistir a su voluntad? ¡Oh hombre! Pero ¿quién eres tú para pedir cuentas a Dios? ¿Acaso la pieza de barro dirá a quien la modeló: ‘por qué me hiciste así’?” Rom 9, 14-20.
Solo quiero remarcar la absoluta, completa, total, plena y misteriosa dependencia de la misericordia de Dios… no se trata de querer o de correr, sino de que Dios tenga misericordia (Rom 9, 16). Nuestra salvación, y en la misma medida nuestra santidad, sustancialmente depende sólo de Su misericordia y, accidentalmente, de nosotros en cuanto respondemos –o no– a la llamada amorosa de Dios. Y ese accidentalmente, sin dejar de ser real, es tan secundario, que –como dijimos– puede salvarse, y más, aún ser santo y mártir, alguien que no ponga de suyo ni el más mínimo acto…
Es allí, haciendo uso de su misericordia, donde Dios muestra de manera más propia su infinito poder:
“La misericordia es propísima de Dios y en ella resplandece su omnipotencia en grado máximo”[2]. (Santo Tomás)
Y como lo hemos visto con nuestros ojos y tocado con nuestras manos (cf. 1Jn 1,1), desde hace 2000 años, la misericordia de Dios es mucho más patente:
“Jesucristo es la misericordia divina en persona: encontrar a Cristo significa encontrar la misericordia de Dios”[3]. (Cardenal Ratzinger)
Es por esto que nunca hay que perder la esperanza de salvarse, aun si estamos en una situación de pecado de la que nos parece difícil salir:
“No hay que desesperar de la salvación de nadie en esta vida, considerando la omnipotencia y la misericordia de Dios”[4]. (Santo Tomás)
Dudar de la misericordia de Dios es, en definitiva, obra del diablo:
“Antes del pecado, Satanás nos asegura que no tiene consecuencias; después del pecado, nos persuade que es imperdonable. Antes del pecado, él se presenta como el amigo del hombre incitándolo a la revuelta; después del pecado ahoga al alma en la falsa creencia de que la liberación es imposible… El dudar del perdón es el principio del infierno”[5]. (Mons. Fulton Sheen)
Luego de matar a su hermano Dijo Caín al Señor: Mi maldad es tan grande, que no puedo yo esperar perdón. (Gn 4,14). He aquí el primer hombre que no espera perdón. ¡Cuántos pecadores no conocen la grandeza de las misericordias del Padre celestial e imitan a Caín en esta desconfianza! Comenta un biblista español del siglo XVII, Felipe Scio: “Este nuevo pecado fue sin comparación mucho mayor que el mismo fratricidio que poco antes había cometido”[6].
Grande confianza debemos tener en el perdón de Dios para alcanzar la salvación, sabiendo que así realiza su mayor gozo y su máximo interés para con el hombre:
“Dios es gozoso, es interesante esto, Dios es gozoso, y ¿cuál es la alegría de Dios? La alegría de Dios es perdonar”[7]. (SS. Francisco)
“Todo término se te hace breve para librar al culpado. Porque ninguno deseó tanto alcanzar su perdón, cuanto Tú deseas darlo: y más descansas Tú con haber perdonado a los que deseas que vivan, que no el pecador con haber escapado de muerte”[8]. (San Juan de Ávila)
E igualmente grande debe ser nuestra confianza en poder llegar a la santidad, porque así como Dios quiere que todos se salven, así Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación (1Tes 4,3).
Le decía Nuestro Señor a santa Faustina:
“Yo soy Santo y el menor de los pecados me horroriza. Pero cuando los pecadores se arrepienten, mi Misericordia no tiene límites (…) Los peores pecadores podrían convertirse en santos extraordinarios si confiaran en mi Misericordia (…) Mi Misericordia sólo puede alcanzarse con la copa de la confianza: cuanto mayor es la confianza más se obtiene (…) Para mí es una alegría cuando los pecadores recurren a mi Misericordia. Entonces los colmo más allá de lo que esperan”.
“Me es sumamente agradable este decidido propósito tuyo de hacerte santa. Bendigo tus esfuerzos y te daré la oportunidad de santificarte. Sé atenta para que no se te escape ninguna oportunidad que Mi providencia te dará para santificarte. Si no logras aprovechar una oportunidad dada no pierdas la calma sino que humíllate profundamente ante Mí y sumérgete toda con gran confianza en Mi misericordia y así ganarás más de lo que has perdido, porque a un alma humilde se da con más generosidad, más de lo que ella misma pida[9]”.
No poco importa eso de “humíllate profundamente”… y no deja de ser una gracia que hay que pedir:
“El Espíritu de la verdad, [es quien] «convence al mundo en lo referente al pecado» (…) [porque] Se sabe que reconocer el mal en uno mismo a menudo cuesta mucho”[10]. (San Juan Pablo II)
Nosotros mismos ponemos la medida a la misericordia de Dios, en cuanto –y cuánto– nos reconocemos débiles y pecadores. Hagamos como los santos:
“¡Señor, ten misericordia de mí! Mira que no oculto mis llagas. Tú eres el médico; yo soy el enfermo. Tú eres misericordioso; yo, lleno de miseria. (…) Toda mi esperanza está puesta únicamente en tu gran misericordia”[11]. (San Agustín)
“No pudiendo afrontarte como Juez, suspiro por tenerte como Salvador y te descubro, Señor, mis llagas y mi vergüenza”[12]. (San Ambrosio)
“Es muy hermoso, Jesús, amar a quien no se irrita con quien le ofende (…) Lo quiere todo para sí a cambio de mis pecados. ¡Es casi una suerte para mi haber nacido pecadora!, porque las venas de mi Señor están siempre abiertas, llenas de aquella sangre sacramentada[13]”. (Santa Gema Galgani)
Y al P. Germano, su confesor, le escribía:
“¿No le parece que sea casi una suerte que yo haya nacido pecadora? Porque las venas de Jesús, llenas de sangre Sacramentada, están siempre abiertas para los pecadores[14]”. (Santa Gema Galgani)
El beato cura Brochero pudo decir antes de morir: “Yo me fío de la Misericordia de Dios”[15]. Efectivamente, no hay otra roca en la cual podamos afirmarnos, pero lleguemos a ella por el camino más seguro y fácil, por medio de Aquella a la que invocamos con el nombre de Madre de la Misericordia[16], que nunca nos juzga y siempre nos ampara.
“Durante mi vida llegué hasta el ateísmo intelectual, hasta imaginar un mundo sin Dios, pero ahora veo que siempre conservé una oculta fe en la Virgen María. En momentos de apuro se me escapaba maquinalmente del pecho esta exclamación: Madre de Misericordia, favoréceme”. (Miguel de Unamuno)
“Quien no encuentre misericordia en Dios, que recurra a ti, ¡oh María!”[17]. (Santa María Magdalena de Pazzi)
“María, única esperanza…” (Jaculatoria que podía leerse en la puerta de la celda del P. Pío)
Apostilla
Agrego este hermoso cuento sobre la misericordia que, al predicarlo, más de una vez tuve que hacer uso de la “profesionalidad” de la retórica para que no se notara mi emoción.
Había un hombre muy rico que poseía muchos bienes, una gran estancia, mucho ganado, varios empleados, y un único hijo, su heredero.
Un día, el viejo padre, ya avanzado en edad, dijo a sus empleados que le construyeran un pequeño establo.
Dentro de él, el propio padre preparó una horca y, junto a ella, una placa con algo escrito: “PARA QUE NUNCA DESPRECIES LAS PALABRAS DE TU PADRE”.
Más tarde, llamó a su hijo, lo llevó hasta el establo y le dijo: ¡Ella es para ti! Quiero que me prometas que, si sucede lo que yo te dije, te ahorcarás en ella.
El joven se rio, pensó que era un absurdo, pero para no contradecir a su padre le prometió que así lo haría, pensando que eso jamás sucedería.
El tiempo pasó, el padre murió, y su hijo se encargó de todo, y así como su padre había previsto, el joven gastó todo, vendió los bienes, perdió sus amigos y hasta la propia dignidad.
Desesperado y afligido, comenzó a reflexionar sobre su vida y vio que había sido un tonto. Se acordó de las palabras de su padre y comenzó a decir:
– Ah, padre mío… Si yo hubiese escuchado tus consejos… Pero ahora es demasiado tarde. Yo nunca seguí las palabras de mi padre, no pude alegrarle cuando estaba vivo, pero al menos esta vez haré su voluntad. Voy a cumplir mi promesa. No me queda nada más…
Entonces, él subió los escalones y se colocó la cuerda en el cuello, y pensó:
– Ah, si yo tuviese una nueva oportunidad…
Entonces, se tiró desde lo alto de los escalones y, por un instante, sintió que la cuerda apretaba su garganta… Era el fin. Sin embargo, el brazo de la horca era hueco y se quebró fácilmente, cayendo el joven al piso. Sobre él cayeron joyas, esmeraldas, perlas, rubíes, zafiros y brillantes, muchos brillantes…
La horca estaba llena de piedras preciosas. Entre lo que cayó encontró una nota.
En ella estaba escrito: Esta es tu nueva oportunidad. ¡Te amo mucho! Con amor, tu viejo padre.
Dios es exactamente así con nosotros. Cuando nos arrepentimos, podemos ir hasta Él porque siempre nos dará una nueva oportunidad.
———————-
Lectura recomendada
- De los sermones de san Bernardo, abad, sobre el libro del Cantar de los cantares (Ver Aquí)
Ver todas las lecturas recomendadas, AQUÍ.
[1] Karl Rahner, SJ. tan de moda lamentablemente en muchos Seminarios, mezcla en el hombre a tal punto lo sobrenatural con lo natural que termina eliminando la necesidad de la acción divina para el acceso a la vida sobrenatural.
[2] S.Th. II-II, 30, 4.
[3] Cardenal Ratzinger, Misa Pro Eligendo Papa, 18/04/05.
[4] Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, q 14 a 3 ad 1.
[5] Mons. Fulton Sheen, El Sacerdote no se pertenece, c. IV
[6] Nota del versículo en la Biblia traducida por el Mons. Juan Straubinger, Buenos Aires, 1946.
[8] San Juan de Ávila, Audi filia, cap. 82.
[9] Palabras de Jesucristo – Diario Sor Faustina Kowalska, n. 1357.
[10] San Juan Pablo II, Dominum et vivificantem. 45.
[11] San Agustín, Confesiones, X, 28. 39; 29. 40. Citado por Benedicto XVI, Ángelus del 8/6/08.
[12] San Ambrosio, Oración de preparación a la Misa, citado en la Biblia traducida por el Mons. Juan Straubinger, Buenos Aires, 1946, comentario a S 31,5.
[13] Santa Gema Galgani, Éxtasis, 103.
[14] Santa Gema Galgani, Carta 113.
[15] P. Carlos M. Buela, Ejercicios Espirituales y Nueva Evangelización, San Ignacio hoy, p. 42.
[16] Cfr. San Juan Pablo II, Dives in misericordia, n. 9
[17] Santa María Magdalena de Pazzi, I Coloquio.
Estimado Padre Lombardo ¡Muchas GRACIAS! por sus enseñanzas que nos llevan a meditar con mayor profundidad los tesoros que Dios da en su infinita misericordia a todos sus hijos adoptivos.
Desde mi conversión no dejo de mirar al cielo y dar gracias a Dios por haber inclinado su oído hacia mi y escuchado mis plegarias, mostrarme su infinito amor y enseñarme que cargando nuestra cruz del día a día nos hacemos solidarios con Cristo y María.
Aprendí del Padre Santiago Martín, Franciscano de María «Por ti, JESUS» nuestra cruz se transforma en un medio que nos purifica y que nuestros pesares se convierten en Esperanza.
No me cansaré de dar Gracias a DIOS y pedirle día a día que aumente mi amor y mi fe en él y soy consciente que es obra de su misericordia, otra prueba de ello es éste valioso artículo suyo.
¡Que nuestro Señor Jesucristo y su Santísima Madre lo llene de bendiciones¡
Hola P. Lombardo, muchicimas gracias por sus escritos sobre la santidad, bien preciado, que a muchos les parece imposible y a otros por fé muy factible y facil, pues es el Espiritu Santo, que al ver nuestra disposición nos acompaña. y si él esta con nosotros , quien podra detenernos.
saludos y por favor continue escribiendo, que mucho bien me esta haciendo.
Muchas gracias, Padre Gustavo, el leer sus artículos, me llenan de amor hacia nuestro Padre Dios que como usted nos dice es infinitamente MISERICORDIOSO, no dejaré de pedirle nos conceda la dicha de abandonarnos y confiar enteramente a El que es todo AMOR,
Dios y nuestra Santísima Madre le bendigan y acompañen siempre.
Me encomiendo a sus oraciones.
Padre Lombardo, una vez mas Dios le bendiga por el tiempo que nos dedica a través de este blog. Es una verdadera guía espiritual que a muchos nos ayuda, sin duda, a reflexionar y tratar de ser mejores… de ser santos, que como usted bien explica lo lograremos por la Gracia de nuestro Señor. Gracias por insistirnos en que debemos ser santos, y por recordarnos que somos y estamos por la Misericordia de Dios y en su Misericordia.
Por recordarnos que nunca debemos dudar de Su infinita Misericordia y por ella de Su perdón.
Dios le hará sin duda un santo, y que nuestra Madre santísima lo acompañe siempre en ese camino a la santidad.
Muchas gracias por sus líneas! Que Dios quiera hacerme santo, no lo dudo, que yo coopere con eso sí… A rezar se ha dicho!
Estimado Padre Gustavo,
Un saludo cordial desde el Ecuador y que Jesús y su Madre María le protejan y le guien en su vida sacerdotal.
Nunca antes había leído algo tan profundo sobre la Misericordia de Dios, ahora entiendo con mayor claridad el Amor que EL tiene para cada uno de nosotros.
Estas lecturas nos hacen tanto bien a nuestra alma y en cierto modo nos compromete a rezar por nuestros sacerdotes misioneros del IVE.
Con gratitud,
Oswaldo Ponce
Gracias por sus hermosas reflexiones, me han ayudado mucho. el tema del perdón es importante para todos y para mi es especialmente. Mi libro predilecto es el «Regreso del Hijo Pródigo» de Henri. Nouwen, cuya fuente de inspiración son las imágenes que adornan sus comentarios y corresponden al cuadro de Rembrandt del mismo nombre. Muchas gracias
Estimado P. Gustavo:
Que hermosa predicación y reflexión, llega a lo profundo del alma. Me gustaría contarle una pequeña anécdota en mi proceso de conversión, referido a la gracia de Dios, a que todo es gracia, todo es gratuidad, y por supuesto y nada menos la gracia de la salvación.
Hacía tiempo que venía escuchando y pensando una canción, que no salía de mí, esa que dice: “qué te daré, que te daremos, si todo es tuyo, . . ., yo te daré todo lo que soy “. Pero me decía, mi vida también es de Él, todo es gracia. Entonces, me preguntaba qué es lo que te puedo dar Señor si todo es gratuidad, mi aliento, mi vida, la tierra, el cielo, la creación; no la encontraba. Estando de vacaciones en familia surgió una discusión respecto a cómo está la familia y los hijos en el mundo de hoy. Entonces calzó e hice una pregunta a todos los chicos, nuestros y de otra familia, pensando en esa respuesta que deberíamos darle al Padre (¿qué te puedo dar Señor si todo es gratuidad, hasta mi vida?), y les dije: ¿Miren chicos, qué le tienen que dar Uds a sus padres, si todo lo que les damos es gratuito, no les cuesta nada, les damos de comer, los vestimos, los llevamos a la escuela, tienen su futbol, computadora, hasta celular, etc., etc., todo lo que reciben es gratis? Se hizo un silencio total. No había respuestas. “Y empezaron, algunas se orientaron a que se los devolveremos cuando seamos grandes (pero eso no es garantía, les dije, la cosa es ahora que nos tienen que dar si todo lo que reciben es gratis); otros dijeron sacando buenas notas en la escuela (esa es la obligación de ustedes para saber y el día de mañana que tengan un buen trabajo), etc. No había ninguna satisfactoria. Hasta que apareció la respuesta de Leandro, mi hijo, y dijo: “Papá, entonces lo único que podemos darles es “Amor y Obediencia”. En ese momento me dio ganas de llorar, del sentimiento de que el mismo Señor en él me había respondido. . .
Respecto a su cuento del Padre Misericordioso, también mi hizo brillar los ojos. Que hermosura. Eso nos muestra bien que la misericordia la alcanzamos cuando nos arrepentimos y nos entregamos haciéndole caso al Padre, su voluntad. ¿Cuántos estamos preparados para hacerle caso y ponernos la soga y hacerlo?
Muchas gracias por compartir con nosotros las cosas de Señor.
Seguimos rezando por vos. Bendiciones para todos.
Hermoso lo que cuenta, Daniel; y qué cosa… los caminos y las formas que Dios tiene para hablarnos.
Leyendo su comentario me acordé de esto que le comparto debajo. Bendiciones!!
En la cueva donde Jesús niño vino al mundo, moró por espacio de veinticinco años el célebre doctor de la Iglesia san Jerónimo (+420).
Una vez oró a Jesús de este modo: “Querido Niño, tú has sufrido mucho por salvarme. ¿Cómo podré yo compensártelo? Y oyó que le respondían: “Alaba a Dios con las palabras: Gloria a Dios en las alturas”. Repuso el santo: “Eso ya lo hago; quiero darte algo: todo mi dinero”. A lo que obtuvo esta respuesta: “El dinero dáselo a los pobres; será como si me lo dieses a mí” “así lo haré; pero a ti, ¿qué puedo darte?” La respuesta fue ésta: “Dame tus pecados: te los pido para borrarlos”.
A estas palabras, Jerónimo se echó a llorar y dijo: “Querido Jesús, toma todo lo que es mío y tú dame todo lo que es tuyo” .
Buenos dias padre Lombardo! siempre me hice la pregunta cual era la linea real ( o imaginaria) entre la justicia y la misericordia.Durante muchisimos años he leido y releido mensajes,escritos,articulos etc sobre el tema e incluso muchas veces he recurrido a la Biblia y sabe?Nuestros hermanos de otras corrientes religiosas siempre han dibujado a un Dios con un latigo en la mano para dar unos cuantos correazos a aquellos que cometamos algun pecado,sembrando mas bien panico y terror,dibujando panoramas sombrios y haciendo que la gente agarre miedo como cuando eramos pequeños y nuestros padres (equivocadamente pero sin malicia) nos asustaban con el coco.Nunca estuve de acuerdo con esos conceptos y siento a un Dios amoroso,lleno de misericordia,de sabiduria para entenderme,de paz,de todo lo dulce,de lo mas bello y sublime, ese es en el Dios que yo creo!! pero ojo por eso le comente al principio que siempre me habia preguntado cual eran los limites entre misericordia y justicia,y habiendo profundizado y meditado mucho sobre el tema habia sacado conclusiones serias y determinantes en mi vida.Entendi que no por eso me iba a quedar sentado esperando bendiciones sin trabajar, y de que trabajo hablo? Nosotros en nuestro transitar por la vida tambien debemos ser justos y misericordiosos con nuestro projimo,familia,amigos,etc.Leer su mensaje reafirma mi fe,me levanta el animo,me da una esperanza y por sobre todas las cosas hace mayor mi agradecimiento a Dios.Gracias padre Lombardo por su mensaje lleno de amor y esperanza! GRACIAS,MUCHAS GRACIAS!!!
Alberto, gracias por sus líneas. Puede servirle esto de Santo Tomás: http://santotomasdeaquino.verboencarnado.net/cuestion-21-de-la-justicia-y-de-la-misericordia-de-dios/
Es cierto que el estilo es un poco antiguo, pero la verdad que expresa es incontestable. Por algo la Iglesia ha dicho, por boca de Benedicto XV «la doctrina de la Iglesia es la doctrina de santo Tomás de Aquíno», y Juan XXII, quien lo canonizó, dijo que «su doctrina no puede darse sin milagro»; y el Vaticano II es al único teólogo que recomienda, y dos veces, con nombre y apellido (única vez que pasa eso en un Concilio) y podríamos seguir… Bendiciones!
P.Gustavo:
Siempre desde muy pequeña las mojas del colegio en el cual estudié nos repetían a diario «Dios es amor y misericordia», más de alguna vez me dije hasta cuando con la cantinela, pero con el pasar de los años me encontré en unos e.espirituales meditando sobre la misericordia de Dios, que maravilla es sentirse amada por este Padre Dios que sólo tiene para mi sus brazos abiertos, que me quiere con todas mis debilidades y flaquezas, que me espera siempre y jamás se aburre
Su Misericordia es infinita.
Grs por estas reflexiones.
mirta
SIEMPRE RECUERDO LAS ENSEÑANSAS DE PADRE CARLOS ALDUNATE , POR QUE TENÍA MIS DUDAS SOBRE ESTE TEMA, CUANDO LE PREGUNTE SOBRE EL TEMA , Y FUE MUY CLARO , LO DICE LA ESCRITURA , CUANDO SE CORTA EL HILO DE PLATA.
Muchas gracias P. Gustavo por sus escritos, reflexionar sobre la misericordia de Dios me llama a mi también ,a tener una relación continua con El , pero sin abandonar mis obligaciones profesionales, me lleva a un compromiso de estar siempre al servicio de los que están a mi alrededor, en lo que yo pueda y ellos necesiten. Todo esto se lo debo a Ud. y a sus escritos , Dios me ayuda a través de ellos, tiene misericordia de mí y me acompaña. No me deja sola, aunque luego tengo que ser yo también la que acuda a El. Dios siempre me acoge pero me lleva al mismo tiempo a un compromiso en la vida diaria, tengo que comportarme como me exige, y esto no siempre me es fácil.
Que Dios le bendiga siempre, por todo el bien que nos está haciendo
Isabel
PADRE GUSTAVO, PAZ Y BIEN DE PARTE DE NUESTRO AMADO SENOR. ESTE ARTICULO, CONFIRMA UN SUENO QUE TUVE ANOCHE. MI CONFIANZA EN LA MISERICORDIA SE RENUEVA CADA DIA. Y ATRAVEZ DE SU ESCRITO, SE HA LLENADO MI ALMA DE PAZ Y MUCHO GOZO. ME HE QUEDADO CONTEMPLADO LAS PALABRAS DE STA GEMA» POR LAS VENAS DE CRISTO CORRE SANGRE MISERICORDIOSA» ME HUMILLO PROFUNDAMENTE ANTE SU DIVINA MAJESTAD, Y AGRADEZCO MI NADA, PORQUE LA LLENA ABSOLUTA Y GRATAMENTE, EL!
uN ABRAZO CON CARINO, Y MIL GRACIAS PADRE GUSTAVO, su hija ilsse.
Estimado Padre Gustavo:
Un saludo para usted muy grande desde Alemania:
Los escritos que usted me ha enviado sobre discernir espíritus y ahora èstos que leo de la misericordia me inspiran a seguir el camino que Jesús nos senalò. Desear la santidad es empezar a vivirla, en èstos escritos que usted pùblica confirmo que eso es pura misericordia. Que alegría saber que hay siervos de Dios buscando la santidad, eso es un estímulo para nosotros los seglares, ya que nosotros éstamos llamados también a seguir ese camino (la santidad) me da fuerza saber que hay muchas personas que están en éste camino, porque todos sabemos que ésta vida es como una neblina que pasa y que la única Verdad es JESUS y María
Pingback: fut16coin
Pingback: FIFA 16 Closed Beta
Pingback: Fifa 16 coins ps4