Pedro ha hablado por boca de León

El hecho de que el Cardenal Prevost haya tomado el nombre de León XIV, sin duda que nos evocó inmediatamente a su antecesor en cuanto al nombre, el Papa León XIII; pero también, y sobre todo después de su primera homilía el viernes pasado ante los cardenales, hemos podido recordar la inmortal frase que los padres conciliares allá por el s. V dijeron de León I, Magno: “¡Pedro ha hablado por boca de León!”, que representa uno de los momentos más significativos en la historia del papado y de la Iglesia Católica.

Analicemos el contexto histórico, para comprender mejor lo que queremos decir, y luego la misma homilía del Sumo Pontífice. 

Finalizaremos haciendo mención del motivo por el cuál se ha puesto ese nombre y algunas “diosidencias” históricas con respecto del día de su elección.

 

1. Pedro habla por León Magno

El Concilio de Calcedonia: escenario de una aclamación histórica

El 8 de octubre del año 451 d.C. se inauguró en Calcedonia (actual Kadıköy, en Turquía) el cuarto Concilio Ecuménico de la Iglesia. Este concilio, convocado por el emperador Marciano, reunió a más de 500 obispos, principalmente del oriente cristiano1, para abordar la controversia cristológica que agitaba al mundo cristiano. El evento fue extraordinario en su representatividad, pues según algunas fuentes participaron hasta 600 padres conciliares2.

La situación que había llevado a la convocatoria del concilio era compleja. Tras el Concilio de Éfeso (431), que había condenado el nestorianismo (doctrina que separaba excesivamente las naturalezas divina y humana de Cristo, afirmando que en Cristo había dos personas), surgió una tendencia opuesta: el monofisismo. Esta herejía, defendida principalmente por Eutiques, archimandrita de un monasterio cerca de Constantinopla, y Dióscoro, patriarca de Alejandría, sostenía que en Cristo sólo existía una naturaleza, ya que la humana había sido completamente absorbida por la divina1.

La carta que cambió la historia

En este contexto, los padres conciliares escucharon la lectura de un documento crucial: el «Tomo a Flaviano» o «Tomus ad Flavianum», una carta dogmática que el papa León I Magno había enviado al patriarca Flaviano de Constantinopla en el año 4493

Cuando la carta fue leída públicamente ante los padres conciliares, estos reaccionaron con un entusiasmo sin precedentes. En un momento de unanimidad extraordinaria, la asamblea proclamó: «¡Esta es la fe de los padres, esta es la fe de los apóstoles! ¡Pedro ha hablado por León!»452. Esta aclamación espontánea reconocía que la doctrina expresada por León era la misma fe apostólica transmitida desde Pedro, primer apóstol de Cristo.

El mensaje de León Magno: clave de la cristología católica

¿Qué contenía esta carta que provocó tal reacción? El «Tomo a Flaviano» abordaba la cuestión cristológica central de la época: cómo entender la relación entre la divinidad y la humanidad en Cristo. León I Magno rechazaba el monofisismo y desarrollaba la doctrina de las dos naturalezas en una persona, siguiendo la doctrina de la comunicación idiomática que se estaba formulando desde el Concilio de Éfeso3.

En palabras del propio León Magno: «Quedando, pues, a salvo la propiedad de una y otra naturaleza y uniéndose ambas en una sola persona, la humildad fue recibida por la majestad, la flaqueza, por la fuerza, la mortalidad, por la eternidad, y para pagar la deuda de nuestra raza, la naturaleza inviolable se unió a la naturaleza pasible»3. Esta formulación afirmaba claramente que en Cristo se unen la naturaleza humana y la divina sin confusión ni mezcla.

Esta clarificación doctrinal resultó fundamental para la fe cristiana. León distinguía entre «naturaleza» y «persona»: aunque en Cristo hay dos naturalezas completas (divina y humana), existe un único sujeto, una única persona. Con esta distinción, salvaguardaba tanto la plena divinidad como la plena humanidad de Cristo4.

La influencia de esta carta en el Concilio fue decisiva. La declaración de fe de Calcedonia, proclamada oficialmente el 25 de octubre del 451, seguía esta misma línea doctrinal: «Así, siguiendo a los santos padres, todos a una voz enseñamos la confesión de un solo y mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo: el mismo perfecto en divinidad y perfecto en humanidad…»6. Esta definición se convertiría en la formulación cristológica clásica para toda la cristiandad.

Un documento de autoridad permanente

La importancia del Tomo a Flaviano no se limitó al Concilio de Calcedonia. Esta carta dogmática fue confirmada posteriormente por numerosos papas y concilios, entre ellos el Papa Virgilio en el Segundo Concilio de Constantinopla (533), el Papa San Agato en el Tercer Concilio de Constantinopla (680-681), y los papas San Gelasio (495), Pelagio II (533) y Benedicto XIV (1743)2. El Papa San Gelasio llegó a declarar: «Si alguno disputare de su texto sobre una sola tilde, y no la recibiere en todo con veneración, sea anatema»2.

Más recientemente el mismo Papa León XIII en la encíclica Satis Cognitum, sobre la unidad de la Iglesia (1896) afirmaba:

Todo el mundo conoce la sentencia del concilio de Calcedonia sobre el mismo asunto: «Pedro ha hablado… por boca de León», sentencia a la que la voz del tercer concilio de Constantinopla respondió como un eco: «El soberano Príncipe de los apóstoles combatía al lado nuestro, pues tenemos en nuestro favor su imitador y su sucesor en su Sede… No se veía al exterior (mientras se leía la carta del Pontífice Romano) más que el papel y la tinta, y era Pedro quien hablaba por boca de Agatón»[1].

 

2. Pedro habla por León IV


La homilía del viernes pasado ante los Cardenales, fue un modo más, una vez más, en la que Pedro nos habla por medio de un Sumo Pontífice, confirmando nuestra fe, como el mismo Señor le indicó a Pedro: 
«Pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos» (Lc 22,32).

Y aquí sepan disculpar que no siga exactamente con el texto; se haría muy largo y, sobre todo, me llevaría un tiempo que no tengo… así que tienen el texto completo de la homilía AQUÍ[2], y si quieren ver el comentario que hago, lo pueden ver en el video que ofrecemos arriba en este mismo post.

Sí copio aquí el texto del catecismo de la Iglesia al cual hago alusión:

Hijo de Dios, en el Antiguo Testamento, es un título dado a los ángeles (cf. Dt 32, 8; Jb 1, 6), al pueblo elegido (cf. Ex 4, 22; Os 11, 1; Jr 3, 19; Si 36, 11; Sab 18, 13), a los hijos de Israel (cf. Dt 14, 1; Os 2, 1) y a sus reyes (cf. 2 S 7, 14; Sal 82, 6). Significa entonces una filiación adoptiva que establece entre Dios y su criatura una relación de particular intimidad. Cuando el Rey-Mesías prometido es llamado «hijo de Dios» (cf. 1 Cr 17, 13; Sal 2, 7), no implica necesariamente, según el sentido literal de estos textos, que él sea más que humano. Los que así eran designados por Dios, no lo eran sino de una manera metafórica. Aquellos textos, sin embargo, preparan a comprender el sentido más pleno de la filiación divina de Jesús.

No ocurre así con Pedro cuando confiesa a Jesús como «el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16), porque Jesús le responde con gravedad: «No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17). Igualmente dice Pablo, al respecto de su conversión en el camino de Damasco: «Cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo para que le anunciase entre los gentiles…» (Ga 1,15-16). «Y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que Él era el Hijo de Dios» (Hch 9,20). Desde el comienzo, este centro de la fe, profesado primero por Pedro como fundamento de la Iglesia, ha sido objeto de la fe de la primera comunidad cristiana, expresada ante todo en el Bautismo. Ya desde el principio, la fe cristiana es confesión en Jesús como el Hijo de Dios»[3].

 

3. El “programa” del nuevo Sumo Pontífice

En primer discurso a los cardenales, el día 10 de mayo[4], el Papa les decía, hablando de la Iglesia:

Ella es el vientre en el que también nosotros fuimos generados y, al mismo tiempo, la grey (cf. Jn 21,15-17), el campo (cf. Mc 4, 1-20) que se nos ha entregado para que lo cuidemos y lo cultivemos, lo alimentemos con los Sacramentos de salvación y lo fecundemos con la semilla de la Palabra, de manera que, sólido en la concordia y entusiasta en la misión, camine, como una vez los israelitas en el desierto, a la sombra de la nube y a la luz del fuego de Dios (cf. Ex 13,21).

Y proseguía invitando a los Cardenales a renovar hoy « nuestra plena adhesión a ese camino, a la vía que desde hace ya decenios la Iglesia universal está recorriendo tras las huellas del Concilio Vaticano II», y citando la Evangelii gaudium del Papa Francisco, prosigue afirmando que le gustaría destacar algunas notas fundadmentales:

El regreso al primado de Cristo en el anuncio (cf. n. 11); la conversión misionera de toda la comunidad cristiana (cf. n. 9); el crecimiento en la colegialidad y en sinodalidad (cf. n. 33); la atención al sensus fidei (cf. nn. 119-120), especialmente en sus formas más propias e inclusivas, como la piedad popular (cf. 123); el cuidado amoroso de los débiles y descartados (cf.n. 53); el diálogo valiente y confiado con el mundo contemporáneo en sus diferentes componentes y realidades (cf. n. 84, Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 1-2).

El Papa no comenta cada uno de los puntos (es de esperar que lo vaya haciendo a lo largo de su Pontificado y sobre todo al comienzo), así que, teniendo nosotros, los miembros de la familia religiosa del Verbo Encarnado, a San Juan Pablo II como padre espiritual, utilizaré textos suyos para cada uno de los puntos:

  • El regreso al primado de Cristo en el anuncio

No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene cuenta del tiempo y de la cultura para un verdadero diálogo y una comunicación eficaz. Este programa de siempre es el nuestro para el tercer milenio[5].

  • La conversión misionera de toda la comunidad cristiana 

En la encíclica Redemptoris Missio (1990) afirmaba el Papa Magno:

Es necesaria una radical conversión de la mentalidad para hacerse misioneros, y esto vale tanto para las personas, como para las comunidades[6].

En un discurso al capítulo general de los misioneros de nuestra Señora de la Salette:

La calidad de vuestra vida espiritual y de vuestra vida comunitaria será una expresión particularmente elocuente de la autenticidad y fecundidad de vuestro anuncio del mensaje evangélico. Esto exige del misionero que acepte vivir en un estado permanente de conversión. El verdadero misionero es aquel que acepta comprometerse decididamente en los caminos de la santidad. «El misionero, si no es contemplativo, no puede anunciar a Cristo de modo creíble. El misionero es un testigo de la experiencia de Dios y debe poder decir como los Apóstoles: «Lo que contemplamos… acerca de la Palabra de vida…, os lo anunciamos» (1 Jn 1, 1-3)» (Redemptoris missio, 91). Después del entusiasmo del primer encuentro con Cristo en los caminos de la misión, es necesario sostener valientemente los esfuerzos de cada día con una intensa vida de oración, penitencia y entrega de sí. Al participar en la misión de Cristo con su palabra y con el testimonio de toda su existencia, los misioneros impulsarán a los hombres a abrirse a la buena nueva, que ellos tienen la misión de anunciar a todos (cf. Decreto de aprobación de las Constituciones, 6 de junio de 1985)[7].

  • El crecimiento en la colegialidad y en sinodalidad

“Colegialidad” no se entiende sin explicar primero la “Comunión”[8].

Al comenzar el Tercer Milenio señala Juan Pablo II:

Otro aspecto importante en que será necesario poner un decidido empeño programático, tanto en el ámbito de la Iglesia universal como de las Iglesias particulares, es el de la comunión (koinonía), que encarna y manifiesta la esencia misma del misterio de la Iglesia. La comunión es el fruto y la manifestación de aquel amor que, surgiendo del corazón del eterno Padre, se derrama en nosotros a través del Espíritu que Jesús nos da (cf. Rm 5,5), para hacer de todos nostros “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32). Realizando esta comunión de amor, la Iglesia se manifiesta como “sacramento”, o sea, “signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano” (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 1)[9].

Entendido esto, podemos decir que en la Iglesia, la colegialidad episcopal no es simplemente una forma de gobierno compartido, sino la expresión visible de una realidad más profunda: la comunión. 

Desde el Concilio Vaticano II y con especial énfasis en el magisterio de San Juan Pablo II, se ha comprendido que el Colegio de los obispos, en unión con el Papa, manifiesta y realiza sacramentalmente la comunión que es esencia de la Iglesia. Esta comunión, reflejo del misterio trinitario, es el fundamento teológico que da sentido a la colegialidad: no se trata de una estructura administrativa, sino de una participación real y activa en la misión salvífica de Cristo, como signo y causa de unidad en la fe, en la gracia y en la vida eclesial.

Afirmaba el Papa:

Desde la primera hora de mi pontificado entendí el encargo de supremo pastor especialmente como un servicio a la colegialidad de los Obispos, que están unidos al sucesor de Pedro, y, a su vez, comprendí la “colegialidad efectiva y afectiva” de los Obispos como una ayuda importante a mi propio servicio[10].

Por su parte, la sinodalidad es una expresión concreta de la comunión eclesial y de la colegialidad episcopal. No es simplemente una estructura organizativa, sino una forma viva de participación en la misión de la Iglesia, enraizada en el misterio trinitario. Manifestaciones como el Sínodo de los Obispos y las Conferencias Episcopales son vistas como expresiones parciales pero reales de esta sinodalidad, siempre ordenadas a la comunión jerárquica y a la unidad en la fe, la gracia y la misión.

Otra vez, Juan Pablo II: 

El principio de la colegialidad se ha demostrado particularmente actual en el difícil periodo posconciliar, cuando la postura común y unánime del Colegio de los Obispos –la cual, sobre todo a través del Sínodo, ha manifestado su unión con el Sucesor de Pedro- contribuía a disipar dudas e indicaba al mismo tiempo los caminos justos para la renovación de la Iglesia, en su dimensión universal[11].

  1. La atención al sensus fidei, especialmente en sus formas más propias e inclusivas, como la piedad popular 

Juan Pablo II enseñó que el sensus fidei –el sentido sobrenatural de la fe de todo el Pueblo de Dios– se manifiesta de modo especial en la genuina religiosidad o piedad popular. Valoró profundamente esas expresiones sencillas de la fe vivida por el pueblo cristiano. Durante su visita a Chile, por ejemplo, proclamó con entusiasmo: «Sí, la piedad popular es un verdadero tesoro del Pueblo de Dios. Es una demostración continua de la presencia activa del Espíritu Santo en la Iglesia»[12]. En estas devociones –peregrinaciones, santuarios, fiestas patronales, rosarios en familia, veneración de imágenes sagradas, etc.– el Papa veía la mano del Espíritu Santo, que enciende la fe, la esperanza y el amor en los corazones sencillos, y que «ennoblece tantas y tan variadas formas de expresar el mensaje cristiano de tal manera que no se nieguen los valores peculiares de cada pueblo, sino que sean purificados y llevados a su plenitud»[13].

  • El cuidado amoroso de los débiles y descartados

El compromiso con los más necesitados fue una constante en el magisterio de Juan Pablo II. En su Audiencia General del 27 de octubre de 1999, enseñó: 

Como Cristo fue enviado por el Padre a «anunciar la buena nueva a los pobres, a sanar a los de corazón destrozado» (Lc 4, 18), «a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 9, 10), así también la Iglesia abraza con amor a todos los que sufren bajo el peso de la debilidad humana; más aún, descubre en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador, pobre y sufriente, se preocupa de aliviar su miseria y busca servir a Cristo en ellos[14].

  • El diálogo valiente y confiado con el mundo contemporáneo

En su encíclica Fides et Ratio (1998), presentó la fe y la razón como «dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad»[15].

 

4. ¿Por qué León XIV?

Después de lo que acabamos de comentar, continuaba el Papa reinante:

Se trata de los principios del Evangelio que animan e inspiran, desde siempre, la vida y la obra de la Familia de Dios; de los valores a través de los cuales el rostro misericordioso del Padre se ha revelado y continúa a revelarse en el Hijo hecho hombre, esperanza última de todos los que busquen con ánimo sincero la verdad, la justicia, la paz y la fraternidad (cf. Benedicto XVI, Carta enc. Spe salvi, 2; Francisco, Bulla Spes non confundit, 3).

Precisamente, al sentirme llamado a proseguir este camino, pensé tomar el nombre de León XIV. Hay varias razones, pero la principal es porque el Papa León XIII, con la histórica Encíclica Rerum novarum, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial y hoy la Iglesia ofrece a todos, su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo.

No sabemos cuáles son las “varias razones” que menciona el Papa pero no podemos dejar aquí de recordar la visión que tuvo León XIII y la oración que compuso.

Visión de León XIII y oración a San Miguel Arcángel[16]

Era un día de diciembre de 1884 o de enero de 1885, en el Vaticano, en la capilla privada de León XIII. Después de haber celebrado la misa, el Papa, según su costumbre, asistió a una segunda misa. Hacia el final, se le vio levantar la cabeza de repente y mirar fijamente hacia el altar, encima del tabernáculo. El rostro del Papa palideció y sus rasgos se tensaron. Acabada la misa, León XIII se levantó y, todavía bajo los efectos de una intensa emoción, se dirigió hacia su estudio. Un prelado de los que le rodeaban le preguntó: «Santo Padre, ¿Se siente fatigado? ¿Necesita algo?». «No, respondió León XIII, no necesito nada…» El Papa se encerró en su estudio. Media hora más tarde, hizo llamar al secretario de la Congregación de Ritos. Le dio una hoja, y le pidió que la hiciera imprimir y la enviara a los obispos de todo el mundo. ¿Cuál era el contenido de esta hoja? Era una oración al arcángel San Miguel, compuesta por el mismo León XIII. Una oración que los sacerdotes recitarían después de cada misa rezada, al pie del altar:

Arcángel San Miguel defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra las adversidades y asechanzas del demonio. Reprímale, Dios, pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. 

León XIII confió más tarde a uno de sus secretarios, Mons. Rinaldo Angeli, que durante la Misa había visto una nube de demonios que se lanzaban contra la Ciudad Eterna para atacarla. De ahí su decisión de movilizar a San Miguel Arcángel y a las milicias del cielo para defender a la Iglesia contra Satanás y sus ejércitos.

¿Existe ahora una situación así de difícil? Sí, y más… y mejor que lo explique San Pablo VI.

El 29 de junio de 1972, en la solemnidad de San Pedro y San Pablo y con motivo del noveno aniversario de su coronación papal, el Papa Pablo VI pronunció una homilía en la Basílica de San Pedro que ha quedado grabada en la memoria de la Iglesia por su fuerza profética. 

Reflexionando sobre la crisis de fe y la confusión que siguieron al Concilio Vaticano II, lamentaba la confusión doctrinal, el cuestionamiento de la autoridad, la pérdida del sentido del pecado y el peligor de perder el sentido de lo sagrado en la sociedad; también hablaba de  la desorientación en la vida de fe de muchos fieles y pastores.

Fue entonces cuando expresó con fuerza: «Se diría que, por alguna fisura, el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios». Y añadió: «Se creía que después del Concilio vendría un día de sol para la historia de la Iglesia. En cambio, ha llegado un día de nubes, de tempestad, de oscuridad…»[17].

Estas palabras reflejan el dolor del Papa ante la pérdida del sentido del pecado, el cuestionamiento de la autoridad eclesial y la penetración de criterios mundanos dentro del Pueblo de Dios. No hablaba desde el pesimismo, sino desde una lucidez pastoral que llamaba a la conversión y al discernimiento espiritual. Lejos de condenar al mundo, Pablo VI advertía sobre el peligro de dejarse arrastrar por ideologías y espíritus contrarios al Evangelio, incluso dentro de la misma Iglesia. Su llamado sigue resonando hoy con fuerza, como una invitación a mantenernos firmes en la fe y vigilantes en la oración.

 

5. ¿Qué más pasó un 8 de mayo?

A nivel de Familia religiosa es para nosotros un día muy especial porque celebramos a la Virgen de Luján, nuestra patrona (también patrona de Argentina y Tayikistán). Veníamos rezando la novena a la Virgen pidiendo por el nuevo sucesor de Pedro y entre bromas algunos decíamos que sería elegido justamente el día de la Virgen. 

Además, la Solemnidad de la Virgen de Luján en este día porque justamente un 8 de mayo del año 1887, el Papa León XIII coronó en el Vaticano la imagen de Nuestra Señora de Luján.

Algo que podemos agregar en referencia del 8 de mayo es lo siguiente. La primera y quizás más famosa aparición de San Miguel Arcángel en el Monte Gargano, en Italia, tuvo lugar según la tradición el 8 de mayo del año 490. Este monte, situado en la región de Apulia (al sur de Italia), se convertiría luego en uno de los principales santuarios del arcángel en Occidente.

La historia cuenta que un rico pastor perdió un toro que se había extraviado en una cueva. Al encontrarlo, intentó matarlo con una flecha, pero esta se desvió milagrosamente y regresó contra él. Sorprendido, pidió ayuda al obispo de Siponto, quien ordenó tres días de oración. Al finalizar, el arcángel Miguel se apareció al obispo, diciendo que él había consagrado la gruta y que debía ser un lugar de oración, donde los pecados serían perdonados. Desde entonces, esa gruta se convirtió en un lugar de peregrinación, conocido como el Santuario de San Miguel Arcángel del Monte Gargano.

El 8 de mayo quedó así vinculado a esta aparición y durante siglos se ha conmemorado como una fiesta en honor al Arcángel defensor y protector del pueblo cristiano.

Por último recordemos que en julio de 2013, una nueva estatua de San Miguel Arcángel fue instalada en los Jardines Vaticanos, cerca del edificio del Gobernatorato. La obra, realizada por el escultor Giuseppe Antonio Lomuscio, representa el momento culminante de la batalla cósmica entre el Arcángel y Satanás, cuando San Miguel vence al maligno con la espada en alto, proclamando el “Quis ut Deus” (“¿Quién como Dios?”). Esta imagen retoma una antigua tradición que representa a San Miguel como el protector de Roma, situado en lo alto del Castel Sant’Angelo, dominando la ciudad desde los cielos con su mirada compasiva y severa.

La iniciativa de esta escultura partió del cardenal Giovanni Lajolo y se inspiró en una tradición que une la defensa de la fe con la protección de la ciudad eterna. La figura de San Miguel, con su imponencia, expresa la lucha espiritual continua entre el bien y el mal, y se ofrece como signo visible del auxilio celestial en medio de las batallas del alma. La presencia del “ángel guerrero” en los Jardines Vaticanos recuerda también su papel como custodio de la Iglesia y defensor del Papa y de todos los que trabajan al servicio de la Santa Sede[18].

Terminamos leyendo parte del texto del Papa León I: AQUÍ

Que nos bendiga el Papa… y con él respondamos: ¡¡Viva!! (debajo algunos videos más que mostré en Youtube)

Aquí consagrando su diócesis de Chiclayo al Sagrado Corazón y al Inmaculado Corazón de María (no se escucha bien pero vale la pena; Dios quiera lo haga con toda la Iglesia y el mundo!)

Ahora, el domingo pasado, domingo del Buen Pastor, invitando a los jóvenes a no tener miedo a la llamada de Cristo a seguirlo en la vocación sacerdotal y religiosa:

 

[1] Satis Cognitum, 35.
[2] Para descargarlo en PDF, AQUÍ.
[3] CEC, 441-442.
[4] Texto completo AQUÍ
[5] Novo millenio ineunte, 29.
[6] Redemptoris missio, 49.
[7] Discurso Del Santo Padre Juan Pablo II a los Participantes en el XXIX Capítulo General de los Misioneros de Nuestra Señora de la Salette, Jueves 4 de mayo De 2000.
[8] Cf. Arturo Ruiz Freites, V.E., Colegio y comunión. El colegio de los obispos en su relación con la Iglesia como comunión. Estudio en la doctrina del Magisterio desde el Vaticano II hasta nuestros días, Ediciones del Verbo Encarnado, San Rafael – Roma, 2ª ed., 2001.
[9] Novo millenio ineunte, 42.
[10] Allocuzione alla conferenza episcopale tedesca – Fulda (Germania), 17.11.1980, 1; cf. L’incontro con i Presidenti delle Conferenze Episcopali europee ad un anno dall’Assemblea Speciale per l’Europa del Sinodo dei Vescovi – Città del Vaticano (Roma), 1.12.1992, 2.
[11] Redemptor Hominis, 3.
[12] Juan Pablo II, Homilía del Santo Padre Juan Pablo II en la Celebración de la Palabra sobre el tema de la religiosidad popular, Hipódromo Peñuelas – La Serena (Chile), 5 de abril de 1987. En:
[13] Novo millenio ineunte, 40.
[14] Juan Pablo II, Audiencia General, miércoles 27 de octubre de 1999
[15] Juan Pablo II, Carta encíclica Fides et Ratio sobre las relaciones entre fe y razón, a los obispos de la Iglesia católica, 14 de septiembre de 1998, introducción.
[16] Cf. www.mercaba.org
[17] Pablo VI, Homilía en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, 29 de junio de 1972.
[18] Antonio Paolucci, L’angelo di Castello scende nei giardini, en L’Osservatore Romano, edición del viernes 5 de julio de 2013. Disponible en: https://www.osservatoreromano.va

 

Marcador

  1. Cf. https://ec.aciprensa.com/wiki/Concilio_de_Calcedonia
  2. Cf. https://www.vaticanocatolico.com/papa-san-leon-magno-carta-a-flaviano/
  3. Cf. https://es.wikipedia.org/wiki/Tomo_a_Flaviano
  4. Cf. https://www.atlantico.net/opinion/pedro-hablado-leon_1_20250511-3521181.html
  5. Cf. https://www.vaticannews.va/es/santos/11/10/s–leon-magno–papa-y-doctor-de-la-iglesia.html
  6. Cf. https://biteproject.com/calcedonia/

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