Se podría titular romance del misionero

Queridos todos, el alma de un sacerdote, de un misionero, suele conocerse mejor cuando casi por necesidad tiene que abrirse para que salga una lágrima…

Les comparto unas líneas escritas, a mi entender, especialmente para sacerdotes, pero no excluye a todo el pueblo fiel, que mientras más conozca el alma sacerdotal y el sacerdocio mismo, más lo valorará, lo promoverá y lo defenderá.

Las escribió un cura amigo, monje de nuestra familia religiosa, con quien compartí algunos año en el seminario y siempre hemos seguido en contacto (en la foto estamos en el monasterio del Pueyo, aquí en España, donde él estaba cuando yo llegué a estas tierras, hace casi 5 años atrás). Debajo unas fotos de su hermosa y numerosa familia; Bibiana y Ricardo y los frutos de su matrimonio, varios consagrados.

De tanto en tanto el P. Gabriel suele enviar algunas reflexiones personales, siempre muy buenas. Esta vez le pedí permiso para publicarlas y qué mejor que en este día del Buen Pastor, jornada mundial de oración por las vocaciones. Sinceramente, no pude leerlas sin emocionarme… y sin pensar ¡qué bien haría leer a otros sacerdotes y misioneros estas líneas! Por eso, aquí van.

Se podría titular romance del misionero

Hoy se fue mi hermano Martín, bravo misionero de Papúa Nueva Guinea. Partió ligero de equipaje, con la sotana marcada por la intemperie y el breviario curtido de selvas, volcanes y letanías. Su alma iba serena y al trote, lista para otra campaña en las trincheras del Reino. Yo me quedé en la orilla, con un nudo atravesado en la garganta y los ojos mojados, como quien ve alejarse una carreta con lo más valioso del campo… y sabe que no vuelve pronto.

En la adoración de esta tarde, mientras le presentaba mi tristeza al Dueño del rebaño, me acordé del consejo de Santo Tomás: la contemplación de la verdad es remedio para la tristeza del alma. Así que me senté un rato a rumiar —como hacen los buenos pastores— algunas verdades que conversé con Martín en estos tres días de cielo compartido. Les escribo una de ellas. Las otras… quedan entre él, yo y Dios.

Mientras recorríamos los lugares bíblicos de Jordania, Martín me habló de unas coplas españolas que lo habían impresionado: un viejo romance en el que una dama —bella, insistente y mundana— intenta seducir a un pastor. Le ofrece cama blanda, pan blanco y cintura fina. Y el pastor le responde siempre con la misma frase: “Mejor me voy con mis ovejas.”

Nos reímos mucho. Hicimos aplicaciones y las “convertimos a lo divino”. Durante su estadía, bastaba un silencio o un chiste para que alguno de los dos dijera: “Mejor me voy con mis ovejas.”

Y ese refrán improvisado —como salido de la pluma de Cristo y metido en el zurrón de un misionero— me quedó clavado en el alma. Fue una medicina. Y hoy la comparto con ustedes, junto al comentario que salió de esa conversación y de ese adiós.

El romance de la dama y el rico pastor

Pastor que estás enseñado
a dormir entre retama,
si te casaras conmigo, pastor,
durmieras en buena cama.

Responde el rico pastor:
Tu cama yo no la quiero,
tengo el ganado en la sierra, sí sí
y quiero irme con ello y adiós.

Pastor que estás enseñado
a comer pan de centeno,
si te casaras conmigo, pastor
comieras de trigo bueno.

Responde el rico pastor:
Al hambre ya no hay pan negro,
tengo el ganado en la sierra, sí sí
y quiero irme con ello y adiós.

Soy delgadita de talle
y estrechita de cintura
si te casaras conmigo, pastor
gozaras de mi hermosura.

Responde el rico pastor:
Poco dura lo que es bueno,
tengo el ganado en la sierra, sí sí
y quiero irme con ello y adiós.

Este romance popular —aparentemente sencillo y costumbrista— encierra, leído a la luz de la vocación sacerdotal, una hondura espiritual admirable. En él se presenta un diálogo entre una dama seductora y un pastor que, con noble firmeza, rechaza sus ofrecimientos. Pero este pastor no es cualquier zagal del monte: es figura del sacerdotepastor de almas, que ha consagrado su vida a Cristo y a su grey.

El rico pastor no es rico de dinero, sino de virtudes: ha hecho del despojo su tesoro y de la pobreza su libertad. Es rico de ferico de amor a las almasrico de obediencia al llamado divino. Es un hombre que ha renunciado —libre y alegremente— a los bienes, placeres y comodidades del mundo, porque tiene encomendado un rebaño que alimentar con pastos eternos.

La cama blanda y el descanso mundano

“Pastor que estás enseñado / a dormir entre retama…”

La dama ofrece una cama “buena”, símbolo del descanso cómodo, del bienestar humano, de una vida sin exigencias. Pero el pastor, habituado a la dureza del campo, responde:

“Tu cama yo no la quiero…”

El sacerdote no busca la comodidad. Ha aprendido a dormir donde lo deja la misión, a descansar en la voluntad de Dios, y a saber que no hay mejor lecho que el deber cumplido. La “retama” de la intemperie le es más fiel que las sábanas de seda. Su verdadero descanso está en apacentar su rebaño.

El pan blanco y los bienes materiales

“Pastor que estás enseñado / a comer pan de centeno…”

El pan de centeno representa la vida austera, pobre, penitente. La dama le ofrece pan de trigo, más sabroso, más valioso. Pero el pastor sabe que el valor no está en el pan sino en el hambre saciada con justicia:

“Al hambre ya no hay pan negro…”

Es decir, su alma ya no tiene hambre de lo que el mundo da. Su apetito está colmado con el pan vivo bajado del cielo. El sacerdote ha aprendido a vivir con lo necesario, y no se vende por un manjar.

La hermosura fugaz y la castidad fiel

“Soy delgadita de talle / y estrechita de cintura…”

La tercera oferta es la más directa: el atractivo sensual. La carne. El placer. Y aquí brilla la castidad del pastor, que no desmiente ni desprecia la hermosura, pero la pone en su lugar:

“Poco dura lo que es bueno…”

No niega que es bella. Pero recuerda que lo bello que no se ordena al Bien se marchita. Y que hay un amor más alto, más fiel, más hondo: el amor a Cristo Esposo, a la Iglesia Esposa, a las almas que le fueron confiadas. Por eso repite:

“Tengo el ganado en la sierra, sí sí, y quiero irme con ello y adiós.”

No hay reproche, no hay desprecio, no hay dureza. Hay firmeza. Hay claridad. Y hay fidelidad.

Conclusión: “Tengo el ganado en la sierra”

Esta frase —repetida como estribillo— es la expresión de una vida decidida. El sacerdote no es un ermitaño aislado, sino un pastor entre montes, cuidando almas, vigilando en la noche, defendiendo del lobo, buscando

a la perdida. Por eso no puede “casarse” con el mundo. Ya está casado con su misión. Ya ha entregado su corazón.

Y ese “adiós” final, dicho con dulzura pero con certeza, es el adiós de quien ha elegido la mejor parte.

Porque el verdadero sacerdote, como Cristo, no se baja de la cruz por una cama, un pan o un perfume. Se queda con su rebaño. Hasta la última oveja. Hasta la última lágrima. Hasta la eternidad.

Gabriel M. Prado, IVE
Jordania 2025

 

 

 

 

 

 

 

 

Aquí el romance en YouTube: Romance de la dama y el pastor

 

11 comentarios:

  1. ¿Jesús les pidió el Celibato a sus apóstoles, o es algo que se inventaron después los hombres? Porque a Pedro, a quien le dejó la Iglesia era CASADO, así que eso no lo pidió el Señor…

  2. Qué hermosa reflexión! Mi oración por todos los sacerdotes, nuestros queridos pastores. Pour medio de quienes tenemos el milagro de la presencia viva de Jesucristo en la eucaristía. Oremos por ellos y por mychas mas vocaciones santas.🙏

  3. Que hermoso
    El pastor gasta su vida por sus ovejas

  4. María Guadalupe López

    Hermosa reflexión, muchas gracias Padre Lombardo por compartir. Mi oración por todos los sacerdotes, pastores de almas. Señor danos muchos y santos sacerdotes, religiosos y religiosas. Amén. 🙏🏻

  5. Hermoso, hermoso, hermoso, padre Lombardo, todas las oraciones para tanta entrega, que el Espíritu Santo no los abandone nunca, y también nuestras bendiciones, 🕊️😇

  6. Griselda Olvera

    Gracias por compartir,enciende en mi corazón un fuego que he estado perdiendo por pensar en el mañana,lo compartiré con mis compañeros de misión permanente. Bendiciones.

  7. P. Gustavo Lombardo, IVE

    Gracias por tu comentario en mi artículo «Se podría titular romance del misionero».
    Respecto a tu pregunta sobre el celibato, tienes razón en que Pedro era casado y que el celibato no fue una exigencia explícita de Jesús a todos sus apóstoles. El celibato sacerdotal es una disciplina eclesiástica que se desarrolló gradualmente en la Iglesia, no un dogma.
    En los primeros siglos de la Iglesia, muchos sacerdotes estaban casados. Sin embargo, ya desde el siglo IV (Concilio de Elvira) comenzó a formalizarse la práctica del celibato, aunque su aplicación universal en la Iglesia latina se consolidó principalmente en la Edad Media.
    El fundamento bíblico del celibato lo encontramos en las palabras de Jesús sobre «los que se hacen eunucos por el Reino de los cielos» (Mt 19,12) y en San Pablo cuando dice «el que no está casado se preocupa de las cosas del Señor» (1 Cor 7,32-35). Es una forma de entrega total a Dios y a la comunidad.
    Las Iglesias católicas orientales mantienen la tradición de ordenar hombres casados, aunque sus obispos son siempre célibes.
    Una respuesta más completa, aquí: ver aquí

  8. Qué bien supo mirar en el alma del pastor del romance, y ponerlo en palabras que también emocionan.. La fidelidad al llamado es simple, espontánea y prístina como vertiente de montaña.., por más que el mundo intente embotellar y hasta aditivar y someter a cañería de red los dones de Dios. El buen pastor conserva el don recibido con el corazón y la mirada en lo alto, sencillamente, para corresponder al Amor y mejor cuidar y guiar a quienes le son confiados. El Señor los bendiga siempre a ambos !, como lo hace.. Gracias 🌹

  9. PD Compré a EDIVE su libro, aún no he tenido el tiempo de leerlo.. Pero es evidente que no defraudará. 😊🙏🌟

  10. Jesús Buen Pastor danos Sacerdotes Santos conforme a tu corazón.

  11. SERGIO INIESTA VELAZQUEZ

    Muy cierto y cuando uno se enamora de Dios realmente no hay nada que no pueda dejar, tan es así que debemos renunciar a nosotros mismos. Gracias por compartir Padre Lombardo y mis oraciones por usted y todos los sacerdotes. Saludos desde México

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