Si una persona que pierde totalmente la memoria y el conocimiento de todas las cosas nos pregunta qué es una mamá, ¿qué diríamos?…
“Mamá”… dos sílabas que encierran tanto… tanto… que no alcanzarían los libros de la tierra para poder explicarlas… pero haré mi mejor intento.
Mamá es la persona que, después de Dios, te ha dado más que ninguna otra para que seas lo que eres.
Durante nueve meses te dio de su sangre, de su alimento, de su misma vida… de algún modo “partió” en dos su existir para compartirlo contigo.
Ella te esperó y deseó verte a cada instante de esos meses en que estuviste en su vientre; escuchó con emoción el latir de tu corazón y estuvo más que atenta a cada uno de tus movimientos.
Al darte a luz, sería imposible explicar la alegría que sintió al poder tenerte en sus brazos, y darte los más tiernos besos y caricias.
Ella fue quien veló tu sueño y, despierto en tu cunita, con sus sonrisas, cantos y mimos te hizo sentir cuanto vales y que no hay nadie en el mundo más importante para ella que tú… Y… ¿sabes? Aunque tenga mil hijos, cada uno percibe lo mismo de mamá… Sí, sí, es difícil comprenderlo… te lo dije al comenzar…
Tu primera palabra fue, justamente, “mamá”, y de ella la aprendiste… desde ahí en adelante, la repetiste miles de veces, la llamaste en todo momento: en tus necesidades, en tus miedos, en tus alegrías… siempre brotaba espontáneamente esa dulce palabra “mamá”, entre lágrimas o entre risas… y aún hoy, si te cerca un gran peligro o angustia, desde el fondo de tu corazón no será otra palabra la que repitas… y si pudieras, te abrazarías y esconderías detrás de ella como cuando eras pequeño.
Fue sobre todo por ella que comenzaste a caminar… y así como siguió atentamente tus primeros pasitos, no dejó de acompañarte día a día todos los pasos que has dado en tu vida.
Te festejó cada cumpleaños como la más importante de las fiestas, aun cuando tu no entendías que pasaba a tu alrededor.
En tus enfermedades fue ella tu mayor consuelo, día y noche, haciendo lo indecible para aliviar tu dolor.
Ella te repitió una y mil veces las lecciones que más te costaban y las aprendió mejor que tú.
No dormía hasta que llegabas de tus fiestas y aun grande como estabas, sabías que antes de dormirte no faltaría ese, el más cariñoso de los besos.
Te vio crecer y también te vio partir… no podría explicarte aquí lo que sufrió aquel día… y aún hoy tus visitas son su mayor alegría, tus mensajes su mayor consuelo y tus llamadas el mayor alivio de su corazón.
¿Qué más puedo decirte?… No ha habido tristeza tuya que no haya sentido ella con mayor dolor aún, ni alegría que hayas experimentado, que no haya sido para ella el mayor de los gozos. Y así como el vientre materno te ha protegido esos nueve meses, así también el amor de tu madre ha sido la invisible protección, cuidado y alimento durante toda tu vida.
Ella es quien daría por ti la vida, sin dudarlo un instante, y si tuviera que verte morir, no habría para ella dolor más grande.
Y una cosa más… ella, desde pequeño, te enseñó a rezar… y te dio a conocer a otra Madre… ¿Te dije que no sería fácil hablar de mamá y de su amor? Bueno… casi infinitamente más difícil es hablar del esa otra Mamá que todos tenemos, la Mamá de Jesús, la Madre de Dios. Unir el amor de todas las madres del mundo y compararlo con el amor de María, es comparar un grano de arena con todas las playas del mundo, una gota de agua con todos los mares…
Por eso, cuando vayas recordando todo lo que significa “mamá”, piensa siempre que tienes otra “Mamá” que también –¡y mucho más!– te ama, cuida y protege; y trata de referir a ti mismo –¡porque así es en verdad!– , estas palabras que Ella dirigió a San Juan Diego:
“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás por ventura en mi regazo?”.
Y cuando, en ese recordar, vaya brotando de tu corazón el más tierno de los amores, no dejes de elevarlo también –¡y tanto más si puedes!– a la Madre “del amor de los amores” que, afortunadísimamente, es también tu Madre… y la mía.
Gracias Padre Gustavo, simplemente bello!
Muchas gracias María Fernanda. Bendiciones y fructuoso Adviento!
No hay palabra más bella en este mundo. Que todos los hijos de Dios tengamos la oportunidad de pronunciarla. #ValeTodaVida
Gracias, padre Gustavo, me ha gustado mucho y estimulado mi amor filial hacia nuestra Santísima Madre.
Que dulces palabras para expresar el amor de una madre. Ojalá todos los hijos leyeran su texto, así nunca veríamos ancianos en soledad o viviendo el desamor de sus propios hijos.
Gracias por ilustrar tan amorosamente con palabras los hechos diarios de la vida de una madre.
Dios lo bendiga
Hermoso me ha tenido llorando de principio a fin, como comenta en el video, para mi ver a María y entenderla así, me ha resultado difícil, y es que no habia entendido, ni valorado el amor de mi propia madre el amor de mi madre, ahora que soy madre empiezo a entender tanto Amor… Cuanto me buscaste Madre no había caído encuenta tantas veces que saliste a mi encuentro y yo ciega y sorda a tu voz… Gracias por no rendirte, gracias por ser yo… Gracias Jesús por darme a María…mil Gracias
Gracias padre Gustavo por estas palabras tan bellas que nos acercan tanto a Maria. Dios le conserve ese don.
Gracias por sus palabras padre, estoy haciendo con un grupo de jóvenes la Consagración a María, dónde están mis hijos y ellos me instaron a incluirme, he leído, visto, escuchado y más allá de que amo a María cómo mi madre y madre de Jesús, siento como que no podré cumplir con tanta entrega, así que dudo de consagrarme, ella merece todo y soy tan poco y tan humana que me me olvidaré de cumplirle… Escucharlo me ayuda a reflexionar y desear ser verdadera hija y espero a medida que pasen los días poder ofrecerme toda a ella y mi amado Jesús. Saludos cordiales y paz para UD.
Ánimo Bettina! Ud de el paso y Ella hará el resto. Ave María y adelante! La encomiendo!
Hermosa reflexión! Gracias P. Gustavo.